Hace unos días falleció un gran amigo, hermano y sacerdote, el Padre Monseñor Manolo de Céspedes, último descendiente directo del Padre de la Patria. Aprendí mucho como ser humano y como cristiano formando un equipo de trabajo, de sacrificios y esperanzas, con dos personas: el obispo Siro y el padre Manolo. Dos de ellos ya han terminado su carrera en este mundo y viven en la paz de Dios. Yo soy el único que queda de aquel equipo, y trato, cada día, de ser fiel a los tres puntos cardinales que los llevaron a ellos dos a buen puerto: la fidelidad a Cristo, a Cuba y a la Iglesia, unidos en un solo corazón.
El Padre Manolo repetía cada domingo en la Misa una oración que pide la liberación de los tres enemigos fundamentales de esa triple fidelidad cuando rezaba después del Padrenuestro: “Líbranos del miedo, del egoísmo, de dejarnos arrastrar por el ambiente”.
Hoy quiero compartir con mis lectores lo que muchas veces conversamos en aquel equipo cuando azotaban con más furia las tempestades exteriores e interiores. Aprendimos lo que significan esos tres enemigos de la integridad personal y del compromiso cristiano profético en la Cuba hoy. Comenzaré por el miedo.
En Cuba todos hemos sentido miedo y hemos vivido en el miedo, especialmente durante los últimos 66 años. Con frecuencia me han preguntado si tengo miedo. Claro que, en mi vida, en mi familia, en mi barrio, en mi escuela, en mi trabajo y en mi Iglesia, he sentido miedo. Miedo de verdad. Entonces, algunos me dicen: Bueno, el miedo es una natural reacción ante el peligro real, ante la incertidumbre, ante la amenaza, ante la represión, ante la injusticia, ante el dolor que viene de dentro o de fuera, ante la cárcel, ante la muerte… pero es mejor que no lo digas, porque los que han implantado un régimen de terror sentirán que te han vencido.
Nada más lejos de lo que es verdaderamente vencer. Lo digo por experiencia: vencer no es llevarme a disimular el miedo, no es negarlo, al contrario, la primera victoria sobre el miedo es denunciarlo, proclamarlo, darle visibilidad. Porque donde hay miedo es porque hay peligro real, hay maldad, hay daño a la persona humana. La segunda victoria sobre el miedo es identificarlo claramente, es ponerle nombre, describirlo, analizarlo, medirlo, buscar sus causas reales no supuestas, encontrar sus consecuencias, es decir, lo que está produciendo en nuestra vida: parálisis, autocensura, simulación, vivir en la mentira. La tercera victoria sobre el miedo es descubrir las actitudes que debo cultivar en mí, y los instrumentos, los medios, con los que lo podemos superarlo.
Vencer el miedo “tejas abajo”
Como decía Santa Teresa de Jesús, la primera mujer Doctora de la Iglesia, la vida interior de la persona humana tiene dos dimensiones: la inmanente que llamó “tejas abajo” y la trascendente que colocó “tejas arriba”. Tres son las actitudes para vencer el miedo que he encontrado “tejas abajo”, y que les comparto: la convicción, la coherencia y la transparencia. Todos dudamos, somos incoherentes y opacos en algunos momentos de nuestras vidas. Pero eso no es genético, ni nadie nos lo puede imponer, nace de nosotros, de nuestra vida interior, del santuario inviolable de nuestra conciencia. Así pues, para vencer el miedo la tarea es, vivir la transición diaria que va de actitudes que alimentan el miedo real que nos infunden, hasta avanzar y afianzarnos en las actitudes que neutralizan, aniquilan y vencen a las artimañas del miedo.
1. La convicción es la fuerza interior del que ha tomado una decisión de vivir de una forma elegida libremente, la certeza de que lo que ha elegido es verdadero y bueno, y la creencia firme de que ha elegido lo mejor para su vida. El primer ataque del miedo es intentar que dudemos de lo que hemos escogido como forma de vida; que dudemos de que eso es mejor que vivir en la simulación; de que no creamos en nosotros mismos porque le creemos a lo que dice el Estado o la mayoría. La convicción es el cimiento sobre el que se levanta una vida que vence al miedo. Lo he vivido.
2. La coherencia es lograr que lo que hacemos concuerde con lo que creemos, con lo que pensamos, con lo que decimos. La coherencia forma las paredes que se construyen sobre el cimiento de la convicción para levantar bien alto el edificio de nuestra vida. Y los que nos quieren vencer con el miedo nos vigilan para chantajearnos con nuestros fallos, con los resbalones, con las pequeñas o grandes incoherencias. Se equivocan. Solo se deja chantajear el orgulloso que no quiere reconocer sus propios límites e incongruencias. El que se acepta como ser humano, siempre susceptible de error, puede vencer el miedo al chantaje por nuestras incoherencias, porque su respuesta será: proceda, porque todos saben que si es verdad la incoherencia que he vivido eso es coherente con mi condición humana y pecadora; pero si es mentira y difamación para destruir, el que difama pierde, porque pone en evidencia su miseria y la rastrera condición deshumanizada en la que ha caído. El miedo cambió de acera. Lo he visto y experimentado.
3. La transparencia forma las ventanas y las puertas del edificio de nuestra vida. La transparencia es un arma invencible contra el miedo. El miedo y la oscuridad de nuestros actos son los mejores aliados del que nos persigue, son sus más serviles cómplices para aterrorizarnos. Los perpetradores del miedo siempre van buscando lo que se “esconde” detrás de lo que hacemos: si tienes una tertulia de amigos, creen y hacen creer que, “en el fondo”, organizas un partido político. Si organizas un laboratorio de pensamiento y propuestas creen que, “por debajo”, haces lo contrario. Si quieres servir a las necesidades de la comunidad con alimentos y medicinas creen que, “por detrás”, haces campaña electoral. Dice un viejo refrán popular: “Que el ladrón cree que todos son de su condición”. La transparencia vence esta enfermiza manía del miedo porque saca a la luz del sol lo que los hijos de las tinieblas quieren “descubrir” en la oscuridad del miedo.
Vencer el miedo “tejas arriba”
Pero para vencer el miedo existe, sobre todo, un inefable suplemento de alma y de vida que podemos encontrar “tejas arriba” trascendiendo nuestra existencia “tejas abajo”.
En efecto, una vez que levantemos el hogar del coraje con su cimiento de la convicción, con sus paredes de la coherencia y con sus ventanas y puertas de la transparencia, todavía nos falta la “conexión wifi” para que nuestro “castillo interior”, nuestra espiritualidad, no se nos quede fuera del “área de cobertura”. Se trata de una vida iluminada, fortalecida, fecundada y sostenida por una fe trascendente, la fe de una relación de intimidad con el Dios de Jesucristo que es un Dios personal, que vino a compartir nuestros miedos para vencerlos juntos, que para nosotros es Hermano, que es Padre y es Madre que da fortaleza de alma para vencer el miedo y aporta resiliencia materna para aguantar y superar el largo camino hacia “la liberación del miedo, del egoísmo, de dejarnos arrastrar por el ambiente”.
Los que hemos tenido el regalo gratuito de esta fe hemos experimentado, sin lograr expresarlo totalmente con palabras, lo que la fe cristiana significa como fuerza interior, como dinamo que da energía vital, como mística que da sentido, contenido y destino a nuestra vida. No logro expresarlo bien, pero lo he experimentado y gozado.
De esta forma se completan lo que, para mí, y sé que también para muchos, constituyen las cuatro patas de la mesa para vencer el miedo: la convicción, la coherencia, la transparencia y la fe. Que es verdad que una mesa se puede sostener con solo tres apoyos, así es para los que no tienen fe. En mi caso, doy gracias a Dios porque sin mérito propio me ha dado, en mi familia y en la Iglesia, la fe en Jesucristo, principal pilar, imbatible escudo y fuente inagotable de coraje para ponerme al servicio de Cuba, de la Iglesia y de la libertad.
Este “lunes” hemos reflexionado sobre cómo vencer el miedo, viviendo aquí en Cuba, bajo esta maquinaria de terror. En las dos columnas siguientes les compartiré mis experiencias para no dejarnos vencer por el egoísmo y para no dejarnos arrastrar por el ambiente. ¡Ánimo!
- Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.