Jueves de Yoandy
El pasado 3 de mayo se celebró el día mundial de la libertad de prensa, una jornada propicia para recordar en Cuba la ausencia de un derecho tan exigido no solo por periodistas independientes, sino también por usuarios cansados de escuchar una narrativa en los medios que no se corresponde con la realidad.
La jornada transcurrió sin pena ni gloria, como suele suceder en la Isla cuando de obviar una efeméride se trata. Los medios oficiales, adalides de la libertad de prensa, parece que no necesitan hacer alusión a ella porque ya ha sido alcanzada, y para vivirla en abundancia, como monopolio de la información que son. Sin embargo, este año la fecha viene marcada por un 11 de julio de 2021 que demostró que no solo la libertad de prensa, que responde al reconocimiento de la labor periodística independiente, sino también la libertad de expresión, que responde a un derecho humano inalienable, son demandas constantes de la ciudadanía y la sociedad civil en Cuba.
Hasta la fecha, decenas de cubanos permanecen encarcelados por haberse expresado en las manifestaciones del 11J, por haber guardado una memoria gráfica de los sucesos, por haber cubierto la noticia o por haberse interesado por los encarcelados. Los medios independientes cubanos funcionan sin reconocimiento legal porque el gobierno no otorga personalidad jurídica a asociaciones ni a medios de comunicación, ni habilita las licencias para el trabajo por cuenta propia a la profesión de periodista, como tampoco a otras. Más bien el asunto fue blindado con la Constitución de 2019 en su artículo 53 que establece: “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad. La ley regula el ejercicio de estas libertades.”
Por si pensábamos que el marco jurídico, es decir, las leyes complementarias que emanaran de la Constitución tendrían en cuenta los derechos reclamados de antaño, aquí tenemos el mecanismo para asegurar que los medios respondan a agendas políticas, que nunca serán privados y que aquello de enarbolar los intereses de las masas, es decir, ser fieles al pueblo, sus inquietudes y necesidades, puede quedar como asignatura pendiente. Pero ahí está la Constitución, que fue llevada a referendo y solo más de un millón (entre abstenciones, anulaciones y votos negativos) respaldamos el no. Ahora a todos nos aqueja la falta de libertad en este sentido, en aquel o en aquel otro, pero perdimos la oportunidad de una victoria ciudadana a favor de la libertad en mayúsculas.
La coexistencia de la prensa oficial y la prensa independiente es una batalla constante porque más allá de la censura la primera tilda de mercenarismo a los actores de la segunda, y la segunda, como habita en este espacio y tiempo isleño, sabe de la incoherencia entre lo que se piensa y lo que se dice o se escribe dentro de la oficialidad. Ahora deben estar un poco más débiles y escasos los argumentos del ataque oficialista cuando periodistas de espacios estelares, y secciones medulares de los noticieros nacionales, han decidido emigrar y contar desde fuera la mentira de dentro. Ahora algunos espacios creados para responder caso a caso de la disidencia y la red de medios alternativos en Cuba deberían visibilizar también a aquellos que un día hablaban desde la plaza y la tribuna y hoy pasean por las calles de Miami, o han encontrado nicho de trabajo en el estudio de las emociones y el cultivo de la espiritualidad. ¿Quién indemniza por los daños y perjuicios ocasionados a personas que solo ejercen su libertad de expresión? ¿Cuál es el mecanismo habilitado para resarcir los daños contra la moral y la reputación afectadas sin derecho, sin sentido y sin veracidad? En nombre de una prensa manipulada, que dice ser libre y censura dentro de ella misma a quien pretenda salirse del guion, se hace mucho daño al receptor y se ejecutan juicios mediáticos sin derecho, pero con amparo gubernamental.
Los medios independientes en Cuba, agrupados en diferentes plataformas a lo largo de los años y diversificados en sus contenidos y roles dentro de la sociedad civil, seguiremos trabajando por hace valer los siguientes derechos:
1. Libertad para ejercer el periodismo libre e independiente. En las sociedades contemporáneas el periodismo ciudadano es la mejor forma de medir el pulso de la realidad. Coexisten los grandes medios y los alternativos, los de carrera y los empíricos que comparten un mismo código ético en el ejercicio de la profesión.
2. Derecho a la información de calidad. La prensa alternativa en Cuba quizás gana más seguidores porque narra historias creíbles, muchas veces lejos de un determinado color político, comprometida con la verdad sin tener en cuenta del lado que ella esté.
3. Garantía de seguridad para los periodistas. Debe cesar el modus operandi de los censores de la prensa que no solo consiste en ataques también mediáticos, sino se traduce en interrogatorios, detenciones y hasta condenas.
4. Garantía de protección de las fuentes. Tanto el periodista como quienes proporcionan la información para su trabajo deben ser protegidos de todo daño que pueda causar el ejercicio de la profesión. En muchas ocasiones no es atacado directamente el autor, sino que la estrategia es atacar a las fuentes para sembrar el miedo, desacreditar el medio, hacer que pierda seguidores y credibilidad.
Los cubanos seguiremos esperando el 3 de mayo con los mismos deseos de alcanzar la libertad de expresión ampliamente pregonada. Y para los que trabajamos en los medios alternativos el compromiso con la verdad, el lenguaje respetuoso, la propuesta y no la confrontación, la imparcialidad y la objetividad se mantendrán con los mismos principios éticos que deben regir la vida del periodista, sus fuentes y el ser humano en general.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.