Por Maikel Iglesias
A las chicas de Flores, que son también chicas del Río, Valencia, Pinar o Tanzania.
Desde el lado menos oscuro de su corazón, una amiga a quien le debo el mundo y le agradezco el universo, prodigara con la suerte que es amar la vida un pergamino que me hirió de muerte. Maricarmen Crespo, mujer que alguna vez hallare en las heridas humedades del Atlántico; el pasaje más tierno hasta drogarse en esta soledad de isla desvirgada por el torbellino humano, de unos seres tan pobres e insolubles; como sólo algún día pudieran superarles, los antiguos colonizadores del mañana. Moldeados con el barro de Caín y la esperanza de un nihilista. No el concierto gestado al natural, por los mares del oriente. Ciclones que atracan sobre el alma de este oasis tropical, antónimos al rey que en subterráneo valida en la codicia de su séquito, el rapto de todas las mulatas, el quiebre de todas las costumbres, el crimen que es joder la sangre de una tierra impúber, para remediar con oro la impureza de sus aguas. El cuento de un ladrón de espíritu que pretendió hospedarse en la espalda de la infelicidad, y como no encontrase dólares para su tanto amor prostituido; pagó a la dicha con oprobio, sífilis, pandemia y exterminio. A qué tanto lamento un idioma, ¡a qué tanto pesar la herejía!
Carmen, del otro lado del océano tal vez jamás se entienda, por qué yerro tanto al escribir tu apellido al contarle a los otros mis premoniciones tímidas, por qué jamás se acostumbraron al rencor de tu sudor, estos negros reimplantados en la noche del Caribe, con perfume de cebolla y sus tambores- extraña comunión con la única hortaliza que convida al llanto, y no la única que hará llorar a más de un emigrante hacia la verdadera historia de la literatura- menos la raíz originaria que los blancos confundieran indios, y los indios intentasen alcanzar, con el yoga de su olímpico nirvana. “Hasta Darío no existía un idioma tan rudo y maloliente como el español.”“Sólo después de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada”. Membretes(1932), gracias Girondo, gracias utopía, gracias a una carta que algún ángel se gastara en invitarme desde la ilusión; he podido viajar sin permiso al país de las 7 estaciones, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Calcomanías, Espantapájaros, Interlunio, Persuasión de los días, Campo nuestro; volar a la constelación de En la Masmédula (1956),- bitácora de un mundo nuevo- y otras coplas ardientes que habría de componer un prestidigitador frente al que Borges, Don Luis de Buenos Aires, soliera descubrirse provinciano: Olirondo Giverio, la voz que en mi patria desoyeran tantos editores-editófagos, y no tan pocos censores antinohables con la voz ajena, ni en tu propia lengua intrusa, incluso, hasta en tiempo tan cercano como los amaneceres del siglo XXI. Aquella hora maldita en que a los versos de Girondo, se les sigue negando la entrada a Las Américas. Casa, un día tus anaqueles volarán con él, a la Casa más libre del mundo, que es también casa de todos.
Así arribé a su isla, con toda mi inocencia de insularidad y los apuntes de talleres literarios, con hambres y sediento de verdad, con miedos y resurrecciones de tantísimos poetas que habitaron en el aire prometido, para asirnos al recuerdo de nosotros. Tras el eco de Lezama, y los hollines de Pessoa, se me reveló un concierto de Eliseo Subiela que no olvidaré jamás. Me confieso un rendido por el cine extenso(no intenso), no obstante hallo bondades en los filmes cuando son para aprehender y no para vender, como creo que no alcanzo a saborear en otras artes, puede ser porque el cine es casi todo, y lo demás, nada casi; nada es nadie entre los límites del cine. O será porque el cine está tan cerca de la vida, que morimos actuando, rodando, yo qué sé. Fue Darío Grandinetti, el genio que frotó los sueños que algún día me acercaran a ese cielo prometido, o mejor ofrecido, o mejor que enamora en las cintas de Subiela, biografía de todos los poetas; Chaplin, Buñuel, Benedetti, Alfred Hitchcock, Marcel Carné, La vida es bella, Fresa y chocolate, Great expectations, o en las pasiones de René Magritte. Fue en la fiesta del cine que aprendí a bailar con él, girando olivereando en el Girondo de albures infinitos, y en las milongas que me prodigara luego esa amiga de que he hablado en el comienzo de estas abluciones; española que eligiere ser gitana a cualquier gentilicio de la antigua o repoblada Iberia. Bendito Girondo, hágase la luz y aparezca Oliverio:
Exvoto
a las chicas de flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para trasmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus manías -empavesadas como fragatas- van a pasear por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las Chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
Buenos Aires 1920.
Maestro, en cada libro te irás transfigurando, mutarás nuestra piel con erotismo ¿fino?, telúrico y etéreo; y otras veces pantagruélico, en tus veinte poemas para ser leídos en el tranvía, para ser leídos en el cielo, para ser leídos en cualquier ensueño y traducidos desde el hutu al guaraní. “Unas tetas que saltarán de un momento a otro de un escote, y lo arrollarán todo, como dos enormes bolas de billar.” ¿Puros senos españoles, tetas argentinas, o busto angelical? No es ese el argumento. A pesar del apogeo citadino que le hiciera imprescindible el rictus de su cabalgata en Río de Janeiro, Buenos Aires, Venecia, Verona, Biarritz, Sevilla, Dakar. Conexión café, casinos, bares, jubileo, ciudad-virtual, de nadie, de todos. Hasta que por fin se hallase en su confirmación mayor, su concilio espiritual con Norah. Ese tándem del que tanto compusieran alabanzas. No es tampoco la condensación armónica, ni la elipsis marcada, ni su múltiple imaginería; es ello y siempre más. Interminable. Son las libertades que le ofrece el descubrirse reinventando formas, disolviendo el mito con sus tonos infusibles. La metáfora castrada por el tanto preciosismo de los que le antecedieron, sucedieron, convivieron, y le propusieron tesis modernistas, ultraístas, surrealistas. El heroísmo que es salvar cual antihéroe el extenuado símil de las épocas pasadas, para revalorizarlo. No hace escala en ningún movimiento a pesar de sentir que es tan suya, la zanfonía francesa como el bandoneón porteño. Que ya no sonaría igual, por más que hablara de cosas semejantes a la Europa del siglo XIX. Es cierto que bebió del ron de todos, pero a su ritmo, a su antojo; por ello es tan nuestra su resaca. El buscador incansable al cual no le bastaran los axiomas de su tiempo envilecido entre las máquinas y el inconsciente urbano. Poeta de los rompimientos, del verso libre hasta la jitanjáfora, según el pentagrama de jamelgos o el compás del trolebús.
–Nocturno (“no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme”)
–Otro nocturno (“¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tirado en un rincón?”)
–Apunte Callejero (“Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.”
–Sevillano (“el cura mastica una plegaria como un pedazo de chewing gum”)
Girondo viene y va, que no es lo mismo ni será jamás. Hace del verso cien revoluciones, lo que quiere y cuanto quiere. Arrastra sus visiones, soledades y silencios en Calcomanías-rayos X de una España desolada, enviudada- hasta reencontrarse con las 1000 resurrecciones y una noche que le permitieran disentir en sus excavaciones al millón por sobre el lomerío poético, según el desparpajo, la mixtura. Apuntes. Membretes.
“Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor”
Y luego sigue liberando el fenotipo de quien quiere, mejor dicho o escrito; de quien no quiere más aquella juventud canosa para sus retoños. Ya no más el cilicio europeísta de sus primeros textos, ha de encontrarse un Oliverio que le salve el corredor preciso en el instante exacto para el fuego de sus alas. Otras pautas lo reafirman in crescendo, ya no trunca el aliento, o coincide simplemente con su etapa de propensión mejor al que fluir, fluyó, fluyendo.
“Un libro debe construirse como un reloj, y venderse como un salchichón”
“Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera”
Levántese maestro, eche a andar sobre el karma escriturario, y termine mofándose de todos. En los mantras que titula con arábigos o en sus rotundos amagos innombrables de arquetipos fusiformes, estructuralistas, videntes, anacrónicos; y esa cuerda tan pionera del Hip Hop, rapero medular en su excelencia de MC:
La desorientación de mi generación tiene su
explicación en la dirección de nuestra educación,
cuya idealización de la acción, era -¡sin discusión!-
una mistificación , en contradicción
con nuestra propensión a la medi
tación, a la contemplación y a la
masturbación.(Gutural,lo más
guturalmente que se pueda.)
Creo que creo en lo que
Creo que no creo.Y creo
que no creo en lo
que creo que creo.
hasta el idilio que consiste en sonetear libremente sin desvencijarse, o a su modo del poema 12:
“Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,”
La Pasión, la fuerza de lo innominado, la ironía sin par, severidad en el juicio de sus adjetivaciones peculiares referentes de un siglo de invenciones y reminiscencias físicas, drogadicción científica, los istmos, el ruido de la fábricas, y el chaca-chaca de la automatización mundana del espíritu, apabullan, fenecen, aplastan, ralentizan su sombra cansada de smog y urbanerías, pero no le convencen; mucho menos le vencen el alma infusible de su ego. Se discute la existencia, aún no ha casado con Norah, musa con la cual alcanzaría esa luz, semejante al sin comparación, el tándem bautizado por Molina como NOROLIVERIO.
13
Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada.
te convocas un reto de a por ti no más contigo.
8
Yo no tengo una personalidad, soy un cocktail,
antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.
Y el amor te sorprende en el aire. La pasión delibera en tus alas el ungido salvador, sinperjurio a contrapiel. Goles que serán amores en la intimidad de siempre conquistar el sol amando, volando. Hacia el otro que fuiste en la vida de lámparas oscuras u oscuras luminarias. Luz de ti, luz de siempre, luz de mundo en tu milonga más antologada. Cante, toque usted maestro el bandoneón de los milagros. Toda luna de miel tus partituras, con la orquesta sinfónica del cielo. América te escucha, nosotros y los otros aplaudimos.
1
No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! –y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Maikel Iglesias Rodríguez
(Poeta y Médico, Pinar del Río, 1980)