Laura Pollán: legado de una cubana de blanco y gladiolo

Por Dagoberto Valdés
Laura Pollan (al centro) junto a otras Damas de Blanco.

Laura Pollan (al centro) junto a otras Damas de Blanco.
Laura se nos fue antes de tiempo. O quizás es que ya ha llegado el tiempo y ella fue la primera que lo ha visto. De todas formas ella ha adelantado el tiempo y la historia de Cuba.
Su nombre, su casa, su causa y su obra no podrán ser separadas de la crónica de esta época. Hay hombres y mujeres cuyos pasos pueden ser discutidos o criticados, pero su huella no puede ser borrada.
La vida de Laura Pollán era, hasta la primavera negra de 2003, la historia de una maestra comprometida con su esposo Héctor Maseda, con su familia y con su Patria. Pero hay errores de los que oprimen que convierten a la persona común en mártir, que en griego significa “testigo”, el que da fe, el que estuvo presente. Eso fue, además de una injusticia, la causa de los 75.
Esa primavera oscura cambió todo en la historia reciente de Cuba. Y seguirá cambiando todo en el futuro. Fue catalizador, boomerang y moraleja. De esa cruz salió un gladiolo. De esas noches amanecieron decenas de mujeres con vestiduras blancas. No es una metáfora, es una realidad que todos los cubanos, sin exclusión, deberíamos repensar: Nacieron las Damas de Blanco y todo lo que de ellas ha aprendido Cuba y el mundo sobre Cuba.
Hace ya unos años escribí para un prólogo estas apreciaciones sobre las Damas de Blanco. Hoy pueden ser aplicadas, por derecho propio a la obra de Laura Pollán:
“Memorial actuante que salva nuestro presente… ellas han logrado buscar y encontrar un espacio común por debajo –que no por arriba- de las normales y benéficas diferencias. Solo en profundidad se construyen consensos. Aunque ya vamos llegando a nuevos pasos en ese sentido. Lo digo como ciudadano común, con mucho respeto y mayores deseos de alcanzar las convergencias que Cuba necesita.”
Las Damas de Blanco lo han logrado efectiva, afectiva y eficazmente. Y lo han logrado sin muchas elucubraciones, con mucho sacrificio de no pocas diferencias en beneficio del bien común. Ellas saben cómo saltar por encima de miserias humanas y divergencias. Y nos lo deben enseñar. Lo han logrado porque tienen un dolor común y lo han sabido convertir en causa común y en organización flexible y mínima. Han pospuesto, o puesto en otro lugar, igual de decoroso, sus opciones políticas partidistas para trabajar por un objetivo superior y común, muy simple pero supremo: la libertad de los presos de conciencia.”
“La acción que las ha unido ha sido sencilla y sin desconfianzas paralizantes o excluyentes. Ir juntas a Misa, caminar juntas por la Quinta Avenida y otras calles habaneras, reflexionar juntas alrededor de un té literario sin muchos papeles y con mucho amor a Cuba, ha sido el factor aglutinador de estas mujeres.”
“Es una lección y un paradigma para el futuro de nuestro país. El tiempo ha demostrado que ese modo de consensuar es lo único que dura más allá de los traspiés de la incansable represión: Unidas en una causa esencial, actúan en un ritmo fijo y semanal, con un mínimo de organización-convocatoria, en un escenario público, respetado y permanente, con un mensaje claro, sencillo y breve. Sin más requisitos que el del ser ni más planes que el quehacer.”
Laura nos ha legado su magisterio: encarnó, día a día, por 8 largos y crucificados años de caminar sobre espinas, esta lección y este legado. Maestra de profesión, cumplió aquel método pedagógico que fundara el Padre Félix Varela: “el que enseña debe hacerlo como si no lo hiciera”.
Laura nos ha legado su actitud: asumiendo la vida como un don y una tarea. Optando libremente por ponerse del lado de los que sufren la injusticia. Con la generosidad propia de los que saben que su existencia es una ofrenda permanente en el altar de Dios y en el altar de la Patria. Actitud conciliadora, moderada, pacificadora y exigente. Actitud de diálogo, sin ceder en los principios y sin atrincherarse en los detalles negociables. Actitud que ahorra las palabras, multiplica los signos y se concreta cotidianamente en las acciones pacíficas.
Laura nos ha legado su espiritualidad: su fe fue comprometida como el buen samaritano, como Jesús de Nazaret: nadie me quita la vida, yo la entrego voluntariamente. Es mejor dar (darse) que recibir. La Misa en Santa Rita o en cualquier otro templo cada domingo no era un pretexto, ni una trinchera, sino fuente y culmen de su fuerza interior. Un día, la historia constatará la matriz cristiana, creyente, de la inmensa mayoría de los que trabajaron por el cambio pacífico en Cuba. Herencia de los patricios, camino de los que nos enseñaron a pensar, virtud de los que fundaron la nación y patrimonio de los que edificaron la Patria.
Pero su legado no fue solo escuela, método, actitud y espiritualidad. Es también resultado y fruto: Ella pudo ver desde este mundo el dulce resultado de su labor incansable y la de todas las Damas de Blanco, el resto de la oposición, la disidencia, la sociedad civil y el apoyo internacional, durante 8 años: Todos los 75 hermanos y hermana de la primavera de 2003 salieron de la cárcel. Diecisiete de ellos han optado por permanecer en la parte de Cuba que vive en la Isla. Todos siguen trabajando por la Nación. No se puede olvidar que junto a las Damas lideradas por Laura, estuvo el sacrificio de la huelga de Guillermo Fariñas y otros; y la labor facilitadora y negociadora del Sr. Cardenal Arzobispo de La Habana, Mons. Jaime Ortega. Aunar, trabajar con todos ellos, aceptar la negociación y la intermediación, animar, insistir, demandar y agradecer, creer en la fuerza de lo pequeño. Todo en su momento y lugar, son también enseñanzas de Laura y las Damas de Blanco.
Ellas han dicho que su labor continúa en defensa de todos los que están encarcelados por motivos políticos. A favor de los que sufren la violación de cualquiera de sus derechos humanos. Ellas no permitirán que ningún otro cubano o cubana sea encarcelado por motivos de conciencia. Ellas son hoy maternal manto y fraterno brazo para los que son perseguidos por causa de la verdad, la justicia y la libertad.
Bueno es el postrer tributo y saludable para los pueblos enriquecer su propia historia con los nuevos “mártires-testigos”, porque el martirio como dijo Juan Pablo II en los sistemas como el nuestro pueden ser cruentos y cívicos. El de Laura es sin duda un martirio cívico abonado por el sufrimiento físico y psicológico. Bueno, es escribir de ella y de tantos y tantas más. Pero, mejor aún, es deducir las moralejas de su vida y de su obra. Delinear las lecciones de su historia personal y del tiempo que le tocó vivir, y tratar por todos los medios éticos asumir ese legado y poner en práctica, enriqueciéndolo con los aportes de todos, ese tesoro de comportamiento cívico, pacífico, incluyente y perseverante… hasta el final.
Cualquiera pudiera pensar que estoy pensando en los demás miembros de la sociedad civil creciente, incluso pudieran pensar que me estoy refiriendo solo a los ciudadanos que pudieran estar en una situación difícil. Pero eso sería restringir y empobrecer el legado de Laura Pollán. Su actitud ante la vida y ante el sufrimiento. Su moderación firme y su perseverancia sin reposo, su respeto por los adversarios, su perdón para los que la hicieron sufrir, sus ansias de reconciliación entre todos los cubanos, en fin su amor a Cuba en la persona concreta de los que más sufren, es y será para todos los que hoy mismo vivimos en esta Isla: autoridades y opositores, presos y carceleros, víctimas y victimarios. La inclusión es el único camino para el cambio en paz y para reconstruir a Cuba y su progreso y felicidad.
En efecto, todos, pero especialmente los que tienen en sus manos las decisiones más difíciles deberían desentrañar este entramado de la complejidad de este momento de la historia de Cuba y esforzarse por encontrar, en ese intrincado bosque de poder y discrepancias, un blanco sembrado de gladiolos que en el fondo solo piden que claree la mañana para Cuba y crezca un campo florido con la simiente del cambio pacífico, ordenado, gradual y profundo.
Ese campo florido, donde seguirán vivos y vivificantes otros gladiolos de blanco, ahora será abonado por el polvo de resurrección de Laura Pollán Toledo.
Publicado en la revista Voces No 12.
Dagoberto Valdés Hernández
(Pinar del Río, 1955)
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004 , “Tolerancia Plus” 2007 y A la perseverancia “Nuestra Voz 2011”.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en P. del Río.
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