Martes de Dimas
En 1959, sin precisar en qué tiempo lo lograría, Fidel Castro aseguró que “aumentaría la producción agrícola, duplicaría la capacidad de consumo de la población campesina y lograría para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier otra nación”[1]. Dieciséis años después, en 1967, dijo: “Llegará el día que las frutas, los vegetales, hasta la leche se distribuirá gratuitamente a todo el mundo… Llegará un momento, señores, llegará un momento en que podamos decirle también al pueblo: El café que quieran vayan a buscarlo al mercado gratuitamente”[2]
En 2020, el Segundo Secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado Ventura, llamaba desesperadamente a producir alimentos, porque -dijo- el país no puede seguir con esa elevada importación de comida y pienso animal, que podemos producir internamente[3].
El hecho: en 1958 Cuba producía el 72% de todo lo que se consumía en el país e importaba el otro 28%. En 2020 se produce aproximadamente el 20% y se importa el 80%. ¿Qué ocurrió entonces entre la promesa de Fidel y el desesperado llamamiento de Machado? Muy sencillo. La economía tiene sus propias leyes. Cuando la misma se subordina a la ideología, se estanca, involuciona y conduce al desabastecimiento.
Fidel Castro, para cumplir su promesa, eliminó la economía de mercado y la propiedad privada, implantó la planificación centralizada y limitó las libertades ciudadanas. Raúl Castro, por su parte, reconoció el fracaso e introdujo un plan mínimo para: lograr una agricultura fuerte y eficiente, que las personas sintieran la necesidad de trabajar para vivir, rechazar las ilegalidades y otras manifestaciones de corrupción, desinflar las plantillas laborales e impulsar el trabajo por cuenta propia. Y expresó enfáticamente: O rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras. Su plan convertido en acuerdos del Sexto Congreso del Partido se desglosó en los Lineamientos de la Política Económica y Social; pero conservó la causas del fracaso: la planificación socialista y la empresa estatal como vías principales.
En las 15 conferencias provinciales del Partido, celebradas después del Congreso, entre mayo y junio de 2011, Machado Ventura abogó por mantener la economía subordinada a la ideología. Algunos de sus planteamientos fueron: el Partido tiene que ver en cada lugar qué le toca a cada quien, con nombres y apellidos; tenemos que conocer de antemano qué va a sembrar y cosechar cada productor; hay que exigirle a los que no hacen producir la tierra; etcétera.
En el 2016 el informe central al Séptimo Congreso del Partido, al analizar la agudización de la crisis, reconoció: la existencia de una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro; dilatación en la implementación de las políticas aprobadas; improvisación, superficialidad y falta de integralidad a causa de una incorrecta preparación de las obras; falta de previsión y agilidad en la implementación de los Lineamientos; pero nuevamente soslayó la economía de mercado y la propiedad privada.
Hoy, el declive confirma que la economía no puede avanzar sin autonomía y sin libertades ciudadanas. El deterioro de las principales fuentes productivas condujo a su desplazamiento por otras vías de ingresos. Entre ellas el alquiler de profesionales en condiciones de esclavitud moderna, las remesas familiares y el turismo. Vías que han demostrado su fragilidad al depender más de factores externos que de los internos.
Con el modelo agotado, hundidos en la insolvencia financiera, sin suficiente inversión extranjera, sin acceso a los mercados de capital y con los ingresos por turismo, remesas y alquiler de profesionales reducidos, Cuba se encuentra en una encrucijada: conservar el modelo o reincorporar la economía de mercado.
En julio de 2020 el Presidente Miguel-Díaz-Canel reconoció que la situación era desafiante, dijo que no podemos seguir haciendo lo mismo, y anunció un paquete de medidas, que habían sido postergadas durante años, sin explicar por qué se postergaron.
La utilidad del anunciado paquete del Presidente está en el reconocimiento de una crisis que marcha hacia la hambruna; su inutilidad radica en soslayar nuevamente las verdaderas causas del fracaso e intentar resolver la crisis comenzando por la esfera de la circulación en lugar de hacerlo por la esfera productiva.
El cuadro anterior se agudiza con la Covid-19. Aunque no se pueda predecir con exactitud la magnitud de su efecto, todo indica que la caída del PIB será muy superior al calculado inicialmente. El economista Elías Amor considera que será de un 10 a un 15%. Lo grave para Cuba es que esa caída se produce sin haber recuperado el 34% perdido con la desaparición de la Unión Soviética.
Ante ese complejo escenario el gobierno publicó recientemente, bajo el título “Cuba y su desafío económico y social”, lo que considera una respuesta integral, compuesta por medidas que habían sido aprobadas por VI y VII congresos del Partido Comunista y resumidos en la Constitución de 2019; una “nueva estrategia” que conserva las causas principales de los fracasos anteriores: la planificación centralizada y la regulación del mercado.
Mientras tanto el desabastecimiento, las colas, los efectos agotadores de la pandemia y de las medidas restrictivas se vienen expresando en manifestaciones de protestas, antes inexistentes. Paro de taxistas, de cocheros, de bicitaxistas, de vecinos que interrumpen el tráfico por reclamos desatendidos, por temas de viviendas, o por otras razones, que de hechos puntuales han devenido manifestaciones continuadas a lo largo del país que están tomando un matiz diferente.
Cada vez más los espectadores pasan a ser protagonistas, como lo demuestran los acontecimientos ocurridos en los últimos meses. ¿Por qué?, porque la agudización de la crisis ocurre en un momento en que una parte considerable del pueblo, frustrado y descreído; en un contexto en el que las redes sociales han roto el monopolio estatal de la información y reducen las posibilidades de maniobra del gobierno para continuar postergando las reformas que la realidad cubana demanda a gritos.
En ese escenario, potencialmente peligroso, donde el tiempo se agota, la salida no depende de la organización de las colas, ni de la venta en dólares, sino de la eliminación de las trabas al mercado y a la iniciativa privada, comenzando por la agricultura para satisfacer la demanda nacional, sustituir importaciones y ahorrar parte de los cientos de millones de dólares que anualmente se invierten en la compra de alimentos y otros artículos producibles en el país. De lo contrario el empeoramiento conducirá a la hambruna y a la ingobernabilidad.
La Habana, 26 de septiembre de 2020
[1] Buch Rodríguez, Luis M. “Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos”, p.80
[2] Fidel en la clausura del III Congreso de la ANAP, 18 de mayo de 1967-
[3] Granma, lunes 24, agosto 2020, p. 8
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).