Las migraciones en Cuba

Por Leonel Antonio de la Cuesta
El desplazamiento de grupos humanos de un lugar a otro del globo constituye el fenómeno denominado migración. Es un fenómeno tan antiguo como la humanidad. De hecho precedió al establecimiento del hombre en un pedazo de tierra determinado. Buena parte de la historia universal es la historia de las migraciones. Sus causas son variables y disímiles. En muchas ocasiones la miseria, las epidemias, las guerras o los desastres naturales han determinado estos desplazamientos a través de las diversas regiones del planeta.
En algunos momentos históricos ha habido países donde estos cambios se han vuelto crónicos. Recordemos los faminas de Irlanda del siglo XIX. A veces dentro de cada país han existido zonas en las cuales se han producido migraciones en mayor proporción que en otras. Así por varios siglos en España los naturales de Andalucía, Asturias, Islas Canarias y Galicia se vieron impelidos a buscar una vida mejor en el Nuevo Mundo. De Galicia salió para Cuba don Ángel Castro.[i] Este gallego se estableció en la comarca de Birán, entre Cueto y Mayarí en la actual provincia de Holguín. En esta zona, en las cercanías de Banes y Nipe, vieron la luz primera personajes tan variados como Gastón Baquero, en lo literario y Fulgencio Batista, los Díaz-Balart y los Castro Ruz en lo político. Todos emigraron después hacia el oeste y se establecieron en La Habana
Ello no es raro pues Cuba es básicamente un país de inmigrantes como todos los del Hemisferio Occidental. Claro que esto no implica que la emigración no haya tenido importancia en el devenir histórico nacional como lo prueban las figuras de Martí y el P. Varela que pasaron la mayor parte de sus vidas en el extranjero.
En el inicio de nuestra historia los españoles conquistaron y colonizaron a Cuba desde principios del siglo XVI y esos fenómenos trajeron aparejados la desaparición de la población indígena y la entrada masiva de los negros africanos en régimen de esclavitud.[ii] Mucho más tarde, a principios del siglo XIX, llegó a Cuba otro contingente de esclavos negros traídos por sus amos franceses procedentes de Haití. En las últimas décadas de esa centuria, poco antes de la abolición de la esclavitud entraron en el archipiélago cubano indios yucatecos y colonos chinos, víctimas de un sistema de esclavitud atenuada y enmascarada.[iii]. Tras el cese de la soberanía española entre 1899 y 1933, afirma Elías Entralgo,“continuaron llegando a Cuba españoles y chinos y comenzaron a entrar jamaiquinos y haitianos, hebreos y yankis”.[iv] Efectivamente, entraron judíos, impropiamente llamados polacos y sirios y libaneses, impropiamente llamados moros. Estos grupos étnicos se radicaron en las distintas provincias del país según las características económicas, regionales y locales. Así hubo más negros en las provincias cañeras (Matanzas y Oriente) y más canarios y otros blancos en las dedicada primordialmente al tabaco y la ganadería. Baste citar el testimonio del maestro Moreno Fraginals en relación con Vueltabajo: “[…] Ahí se fue afianzando una economía tabacalera y de automantenimiento minifundista, con predominio de población blanca (aunque también en el tabaco hubo trabajo esclavo) sin la barbarie de la plantación […]” y continúa diciendo: “lo que sí es muy importante destacar es que las zonas del tabaco y el azúcar fueron distintas entre sí social y políticamente.”[v]
Para cuantificar la inmigración tras la retirada de España de nuestro archipiélago, el economista Julián Alienes afirma que entre 1902 y 1930 “entran en el país hasta 1,084, 000 inmigrantes masculinos y 196, 000 mujeres”, y continúa indicando que, descontando los inmigrantes que retornaron a sus países de origen, el incremento de la población fue de 600, 000 personas.[vi] Ahora bien, ¿cómo caracteriza Alienes la migración interna? En un primer momento del pasado siglo: “hay un proceso claro y evidente de desplazamiento de la población de Cuba desde las provincias occidentales hacia las provincias orientales”.[vii]Esto se debió al bien conocido fenómeno del bum azucarero de la época. Fue en esta oportunidad que la familia Ruz-González, cuyo pater familias era un libanés cristiano de rito católico maronita, se trasladó de las minas de Matahambre (¡qué nombre!), en Pinar del Río, al oriente de la isla y se asentó entre Cueto y Mayarí. Pasado el bum azucarero Alienes registra una migración de signo contrario, es decir, de oriente a occidente. Hay que aclarar que desde un primer momento en la historia patria se ha sufrido el fenómeno del gigantismo de su capital. Ya en 1608 la mitad de los habitantes de Cuba residían en La Habana. Esto es común en toda Iberoamérica. Recuérdese que una tercera parte de los argentinos viven en el Gran Buenos Aires. El panorama no es muy diferente en Méjico, Caracas, Lima y Santiago de Chile. Todo esto nos lleva a preguntarnos qué es lo que ha sucedido en Cuba en el último medio siglo.
A partir de 1959 se observó un desplazamiento de los habitantes de las zonas rurales hacia las urbanas en una proporción mayor que la experimentada anteriormente. Fue el producto de las oportunidades educacionales que surgieron en el país con la alfabetización y la profesionalización de muchas actividades, así como la creación de nuevos centros universitarios y otros planteles educativos. Esto se complicó más tarde con la llegada masiva de turistas cuyas actividades se centraron básicamente en la capital y en Varadero. También desde luego aparecieron como corolario actividades ilícitas como la prostitución (femenina y masculina), el tráfico de drogas y el mercado negro.
Este conjunto de factores produjo un desequilibrio en el centro de gravedad de la población nacional para cuya corrección se tomaron las medidas que se estimaron pertinentes. ¿Cuáles fueron? El 22 de abril de 1977 se dictó el Decreto número 217 que establece la necesidad de obtener un permiso de parte de las autoridades para residir en un sitio distinto al de nacimiento. Con ello se creyó que se frenarían las migraciones internas no deseadas. Estas iban básicamente de oriente a occidente. El ciudadano al radicarse sin previo permiso en un lugar ajeno al de su naturaleza se veía privado de la libreta de abastecimiento y tendría en el carnet de identidad un “pasaporte” para la “deportación” a su pueblo o ciudad de origen. Contrario a lo esperado, los habitantes de las regiones orientales del país han seguido fluyendo hacia el occidente. Su número exacto es imposible de calcular por tratarse de una actividad considerada como ilícita, pero sí se sabe que abundan no sólo en la capital sino también en la región oeste de la provincia de Matanzas y en la parte este de la antigua provincia de Pinar del Río. La vida de estos cubanos es más que precaria pues son como extranjeros en su propia patria.
Si se recorre la historia legal de la nación cubana no encontraremos antecedentes de una medida de esta naturaleza. La Reconcentración de Weyler, aunque diferente en su concepción, ejecución y fines sería quizás el único precedente remoto aunque de signo contrario pues obligaba a sus víctimas a residir en un lugar determinado.
Antes del cese de la soberanía española, la Constitución de La Yaya (1897), promulgada por los patriotas en armas, estableció en su artículo 12: “Ningún cubano podrá ser compelido a cambiar su residencia, a no ser por sentencia judicial”[viii] Esta incipiente garantía a la libertad de circulación y de residencia, se amplió en la Constitución de 1901. En su artículo 24 repitió lo preceptuado en la Constitución de la Yaya y en el 29 dispuso: “Toda persona podrá entrar en el territorio de la República, salir de él, viajar dentro de sus límites y mudar de residencia sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte u otro requisito semejante, salvo lo que dispongan las leyes sobre inmigración, y las facultades atribuidas a la Autoridad en caso de responsabilidad criminal”[ix]. Las leyes constitucionales de facto de 1934 y 1935 repitieron esta preceptiva. La Constitución de 1940 combinó ambos artículos en su artículo 30 y agregó: “Ningún cubano podrá ser expatriado ni se le prohibirá la entrada en el territorio de la República”[x]. Igualmente recogieron esta disposición los llamados Estatutos del Viernes de Dolores de 1952 en su artículo 30[xi]. Inclusive la Ley Fundamental de la República, dictada por el primer gobierno de la revolución de 1959 consagró en su artículo 30 las libertades a que se ha hecho mérito, repitiendo lo estatuido desde la época colonial[xii]. Como puede observarse esta preceptiva constitucional estuvo en vigor desde 1897 hasta 1977[xiii].
Ahora bien, es posible que existan motivos de orden público que aconsejen evitar la concentaración de grandes masas de población en la capital de un país, pero hasta ahora, con la excepción de Brasil, ninguna nación iberoamericana ha tomado medidas draconianas para evitar este fenómeno. Piénsese en las favelas de Río de Janeiro, los ranchitos de Caracas o Ciudad de México, o las villamiserias que por desgracia florecen alrededor de las capitales de Iberoamérica.
Otra cosa sería, por ejemplo, prohibir radicarse cerca de instalaciones militares, aéreas o navales, u otros sitios que pongan en peligro la seguridad nacional; o cerca de hospitales de infecciosos, leprosorios, sidarios, y demás instalaciones similares que por su naturaleza deben de estar aisladas.
En todo caso, las medidas administrativas que se tomen han de respetar los derechos humanos de los ciudadanos tal como se definan en las cartas constitucionales de la nación y los pronunciamientos del Derecho internacional humanitario.
Aparte del aspecto legal no se puede olvidar el sociológico. En Cuba el regionalismo siempre ha sido más bien débil. Ha habido, eso sí, un cierto localismo. Estos localismos, según todos los historiadores de nota, fueron causantes de la derrota del Ejército Libertador en la Guerra de los Diez Años. Entralgo habla de un débil regionalismo en el oriente del pais[xiv]. Esto se manifestó en la Constitución de Guaimaro que creó un Estado federal, pero el cual nunca se organizó de hecho [xv]. En resumen, el regionalismo casi no ha existido en Cuba si se compara nuestro país con Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Con las restricciones al cambio de domicilio a que se ha hecho mérito, comienza a fomentarse un elemento de desunión entre los cubanos. A los orientales establecidos en la capital, los habaneros les llaman palestinos como si fueran judíos o libaneses extranjeros, es decir, se les ve como el otro de que hablan los sociólogos políticos contemporáneos. Esto en nada favorece a “esa fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas” de que hablara Martí al referise al concepto de patria.
Ahora bien, paradójicamente el cuerpo de policía de La Habana lo conforman jóvenes, casi todos varones, traídos de las provincias orientales. Estos jóvenes no tienen en su gran mayoría familiares en la capital y viven replegados sobre sí mismos. Por lo tanto, les es más fácil reprimir a los capitalinos. La policía en todas partes del mundo no es bien vista por el resto de la población por la propia naturaleza de sus labores. Todo esto tiende a establecer relaciones de insolidaridad entre los cubanos de un extremo y otro de la Isla. Es claro que Cuba hoy y mañana tiene que propugnar la solidaridad entre todos sus hijos. Un regionalismo acentuado podría producir antagonismos geográficos como los que existen hoy en día en Bolivia, por no citar sino un caso. Esto puede desembocar en la secesión o la guerra civil, fenómenos que deben evitarse. Sé que todavía estamos muy lejos de esto, pero hay que evitar la mera posibilidad de su aparición. De todas maneras la presencia en el occidente del país de orientales legales e ilegales es un problema, quizás dos, que exige una solución.
¿Cómo resolver estos problemas? Por una parte, una solución sería crear fuentes de trabajo en las regiones de donde provienen los migrantes internos. Esto en un país de economía dirigida y centralizada no resulta tarea imposible. Como se dijo, las migraciones económicas son un fenómeno común en todas partes del mundo y ha estado presente en todas las épocas, pero no es un fenómeno irreversible en un caso o situación específica. España, por ejemplo, había sido hasta hace poco un país de inmigración. Sus hijos e hijas se marchaban a tierras extrañas. Hoy en día es lo contrario. España recibe inmigrantes de África, Hispanoamérica y la Europa central.. Un fenómeno parecido ocurre en estos momentos en Alemania, Inglaterra, Italia, Francia, y en general en toda la Europa occidental.
En cuanto a la naturaleza o lugar de origen de las fuerzas del orden, lo más aconsejable sería que sus miembros procedieran de todos los rincones del país, de manera que los resentimientos naturales no se concentren en una región o lugar determidados.
Estos problemas son de ahora y requieren soluciones inmediatas. Lo raro es que se hable tan poco de ellos. La actitud del avestruz no es la mejor receta para bregar con los problemos políticos, sociales o económicos.

[i] Según el historiador británico Hugh Thomas, don Ángel era oriundo de Landeira, en la provincia de Lugo. Su nombre completo fue Ángel María Bautista Castro y Argíz. Vide, Hugh Thomas. Cuba. The Pursuit of Freedom. Nueva York: Harper & Row, 1974, p. 803.

[ii] La esclavitud se abolió en Cuba mediante varias disposiciones legales. La primera fue la Ley de 4 de julio de 1870, complementada por la Ley de 13 de febrero de 1880. Finalmente en 1886 se dictó un Real Decreto que liquidó esa odiosa institución. Vide, Jorge Castellanos e Isabel Castellanos. Cultura Afrocubana. Vol 2. El negro en Cuba, 1845-1859. Miami: Ediciones Universal, 1990, pp. 158 y ss.
[iii] Entre 1847 y 1873 desembarcaron en Cuba unos 125, 000 chinos. En el siglo XX llegaron 150, 000 más (casi todos varones) y se establecieron en La Habana y Santiago de Cuba. Vide, Beatríz Varela Zequeira. Lo chino en el habla cubana. Miami: Ediciones Universal, 1980, p. 9.
[iv] Vide, Elías Entralgo. Perioca sociográfica de la cubanidad. La Habana: Jesús Montero, editor, 1947, p. 54.
[v] Vide, Manuel Moreno Fraginals. Cuba/España/España/Cuba. Historia común. Barcelona: Grijalbo-Mondadori, S.A., 1993, pp. 256-57.
[vi] Julián Alienes y Urosa. Características Fundamentales de la Economía Cubana. La Habana: Banco Nacional de Cuba, 1950, pp. 38 y 39.
[vii] Ibid., p.43.
[viii] Vide, Leonel Antonio de la Cuesta. Constituciones Cubanas. Desde 1812 a nuestros días. Nueva York: Ediciones Exilio, 1974, p. 130.
[ix] Ibid., p. 140.
[x] Ibid., pp. 248 y 249.
[xi] Ibid., p. 340.
[xii] Ibid., p. 486.
[xiii] En el orden jurídico internacional el Decreto número 217 de 22 de abril de 1977 viola el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en San Francisco en 1948 y de la cual la República de Cuba es signataria. El mismo reza: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”.
[xiv] Entralgo, Op. cit.,p.55.
[xv] De la Cuesta. Op.cit., p.124 y ss.

Leonel Antonio de la Cuesta
Realizó estudios doctorales en la Universidad Santo Tomás
de Villanueva, Cuba; en La Sorbonne y en The Johns Hopkins
University.
Ha enseñado durante más de cuarenta años en Los Estados
Unidos. Durante treinta años se ha dedicado al estudio del
constitucionalismo cubano.
Actualmente profesa en las facultades de Letras, Ciencias
y Derecho de la Florida International University.
Ha publicado quince libros.

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