Los intentos del gobierno cubano de trasladar a la economía la eficacia demostrada para conservar el poder, se agotaron. La crisis se aproxima inexorablemente a la frontera entre la continuidad y la hambruna. No admite por ello otra solución que una reforma estructural profunda.
Las condiciones que le permitieron al gobierno una y otra vez eludir ese paso ya no existen. El cambio ya no depende, por tanto, de que tengan o no voluntad política, sino de que el actual escenario, nacional e internacional, les impide continuar como antes: el efecto combinado de la inviabilidad del modelo, la incapacidad gubernamental, el recrudecimiento del embargo, la pandemia Covid-19 y la irrupción del pueblo en las redes sociales, no lo permite.
Las medidas anunciadas el pasado 16 de julio, tardías y limitadas, no responden a esa urgencia de la nación. Aunque apunten en la dirección acertada no pasan de ser una declaración de intenciones. La superación de la crisis implica incorporar otras medidas, desechar algunas de las anunciadas, implementarlas en otro orden y profundizarlas todas; lo que se puede designar con la fórmula: reformar las reformas.
El escenario en que se producirán los cambios es desfavorable, pero no imposible. La capacidad de la especie humana para construir y reconstruir es una manifestación de su esencia transformadora demostrada a través de la historia ante los más adversos eventos naturales y sociales. Para confirmarlo basta remitirse a la recuperación de Europa y de Japón después de la Segunda Guerra Mundial o a la de Vietnam después de la Guerra con Estados Unidos. Cuba no ha sido ni será una excepción. La superación de las ruinas que provocó la Guerra de Independencia augura lo que puede suceder. La premisa para ello es el empoderamiento de los cubanos; es decir, la recuperación de las libertades e instituciones que les fueron restringidas.
La destrucción provocada durante la Guerra de Independencia
En Economía: La guerra destruyó el 85,54% de las fincas rústicas; el 88,96% de las haciendas y potreros, donde de más de 1 millón de cabezas de ganado, apenas sobrevivieron 120 000 cabezas; desapareció o pereció el 81,48% del caballar y mular, el 63,64% del lanar y el 37% del porcino; se perdió el 88% de los cafetales; el 84,14% de los ingenios azucareros, el 90% de la superficie sembrada de caña y el 84,81 de las vegas de tabaco fueron destruidas; y las comunicaciones, como el ferrocarril, resultaron seriamente dañadas. Las cifras de la producción lo confirman:
En 1895 se produjeron 1 400 264 toneladas (cifra superior a lo que se produce actualmente) y en 1898 bajó a 259 331 toneladas, el 18,5%. La cosecha del tabaco de 1894-1895 alcanzó 560 000 tercios de 50 kilogramos, y en 1897-1898 cayó a 88 000 tercios, el 15,7%. En el orden demográfico Cuba perdió más de 300 mil habitantes (uno de cada cinco personas). Y una parte considerable de la clase empresarial cubana desapareció. Cifras suficientes para comprender la magnitud del desastre.
¿Con qué contaron aquellos cubanos para sacar al país de las ruinas?
Contaron con una Constitución con limitaciones, pero avanzada para su época, que refrendó las libertades y los derechos fundamentales, como los de asociación y propiedad. Con el capital suficiente para el despegue, el apoyo de instituciones y con un mercado cercano para las exportaciones e importaciones, el de Estados Unidos.
La recuperación comenzó por la agricultura y la ganadería, en lo cual la intervención norteamericana desempeñó un papel importante en las inversiones que echaron a andar la producción y los servicios. Aunque aquellas inversiones -dice Salvador García Guedes- se convirtieron en una necesidad onerosa, porque parte del patrimonio nacional quedaba enajenado y se convertía en propiedad extranjera, no pasaron muchos años para que los cubanos comenzaran a reconquistar grandes espacios que habían pasado a manos de los inversionistas norteamericanos.
En la ganadería, por ejemplo, de las 120 000 cabezas de ganado que sobrevivieron, en 1902 ya la cifra pasaba de 953 911 cabezas y en 1903 contaban con 1 223 613. Comparada con las principales y más prósperas naciones, en 1924, Cuba ocupaba el segundo lugar en cuanto a riqueza. En 1921, después de la Primera Guerra Mundial, fue el primer país del mundo que restauró su Hacienda y que pagó su deuda de guerra a Estados Unidos. Después de instaurarse la moneda nacional en 1914 el peso cubano equivalía en valor al dólar estadounidense y en algunos años de la década del 50 fue superior en uno, dos y hasta tres centavos.
La clase empresarial, cuyas propiedades fueron confiscadas o tuvieron que venderlas, resurgió en pocos años y desempeñó un papel determinante en la recuperación, al punto que Cuba contaba en los años 50 con una de las clases medias más numerosas de toda América Latina en relación al número de habitantes. Los problemas estaban en la redistribución de la riqueza no en su creación.
En Educación: Durante la ocupación, cubanos y norteamericanos trabajaron en su reorganización y desarrollo. La Universidad de Harvard, las escuelas de verano y los cursos emergentes contribuyeron a la formación y aumento del número de maestros. Si el Censo de 1900 arrojó que el 64% no sabía leer y el 2% sabía leer pero no escribir; el de 1919 arrojó un analfabetismo del 21%, la menor proporción de analfabetos en Latinoamérica. De unas 500 escuelas que existían en los últimos años de la colonia, por la orden militar No. 368 de 1900 se crearon 300 aulas; un impulso, al decir de Pedro Pablo Arencibia, solo comparable con la obra de Fulgencio Batista tres décadas después y con la que desarrolló la revolución después de 1959.
En 1958 había 21 Institutos de Segunda Enseñanza, 6 Escuelas Normales para maestros, 9 Escuelas Profesionales de Comercio, 11 Escuelas del Hogar, 1 Escuela de Bellas Artes, 3 Escuelas de Artes Plásticas, 3 Escuelas de Artes y Oficios, 3 Escuelas Técnicas Industriales, 108 Escuelas Primarias Superiores, 1824 Escuelas Primaria Elementales urbanas y 4144 rurales, 1597 Kindergártenes (yo estuve en el de Jiguaní en 1947) y 736 Centros de Enseñanza Privada, 6 Escuelas de Agricultura, 350 Club de Enseñanza Agrícola y 1 Instituto Cívico Militar.
En Salud Pública: A inicios del siglo XX la esperanza de vida era aproximadamente de 33 años, y en 1931, ya era de 42 años. A partir de 1903 se disminuyó la mortalidad infantil por tétanos, en 1908 se erradicó la fiebre amarilla y se estableció la vacunación permanente contra la viruela, y en 1909 se creó una Secretaria de Sanidad y Beneficencia que unió a los departamentos nacionales de Sanidad y Beneficencia, que fue el primer Ministerio de Salud Pública del mundo.
Por los resultados obtenidos después de 1902 se puede augurar lo que ocurrirá cuando el gobierno elimine las trabas internas que han sumido a Cuba en la crisis más profunda de su historia. Entre esas trabas sobresale la ausencia de las libertades más elementales y básicas, como el derecho a la libre asociación y a la propiedad que han paralizado la iniciativa de un pueblo emprendedor, como lo han demostrado las pocas actividades que le han permitido y los resultados obtenidos en los lugares hacia donde ha tenido que emigrar.
La proximidad a la hambruna es resultado de la profundización de la crisis sostenida desde 1959, cuya causa fundamental está en el modelo totalitario ajeno a la naturaleza humana, agudizado por la conjunción de cuatro factores: el daño acumulado, la decisión de no cambiar, la pandemia de la Covid-19 y las medidas estadounidenses; factores todos que antecedieron la pandemia que arribó a Cuba en marzo de 2020.
De forma similar a la devastación ocasionada durante la Guerra de Independencia, nuevamente Cuba ha sufrido un retroceso considerable. En la producción de azúcar, nuestra otrora principal industria -aunque se ha ocultado la cifra producida en este año 2020- todo indica que el monto alcanzado es inferior a la zafra de 1894, época en que ya se producía 1 millón de toneladas.
En el ganado, después de contar con 6 millones de cabezas de ganado, según datos ofrecidos por el fallecido economista cubano Oscar Espinosa Chepe, al cierre de 2010 habían solo 2 992 500 cabezas. Y en el café de 60 mil toneladas ya en la zafra del 2011 había descendido hasta 6 mil toneladas (10 veces menos).
La economía está semiparalizada y las tres principales fuentes de ingreso del país: la venta de servicios de profesionales, las remesas y el turismo han sufrido grandes pérdidas, el retroceso sufrido por esas tres vías de ingreso no se compensan con la exportación de otros rubros como el níquel, el tabaco, la miel de abeja y sus derivados, ni con la venta de algunos productos biotecnológicos, mucho menos con la venta de carbón de marabú.
A ese cuadro se unen las sanciones de Estados Unidos, que han paralizado la inversión extranjera en Cuba; la inexistencia de recursos propios para ejecutar un paquete de rescate; la imposibilidad de obtener grandes préstamos a mediano y largo plazo por la incapacidad para pagar la deuda contraída, incapacidad demostrada sostenidamente con la solicitud de condonaciones y renegociaciones; la magnitud alcanzada por la corrupción -mayor que durante el Período Especial-, la cual constituye un serio obstáculo para el despegue de la economía.
Por los cálculos de la CEPAL y de varios economistas cubanos como el Dr. Carmelo Mesa Lago, Jorge Sanguinetti, Pavel Vidal, Omar Everleny, Elías Amor y otros, la caída del PIB será aproximadamente de -5.
Finalmente, el pueblo cubano, no es el mismo de años anteriores. Se trata de un pueblo frustrado y descreído, con una conducta contestataria en desarrollo y en un contexto donde al Gobierno, al perder el monopolio de la información, se le cuestiona en las redes sociales cada medida o discurso de los funcionarios.
En la Mesa Redonda del jueves 16 de julio se proyectó el discurso del presidente Miguel Díaz-Canel en el Consejo de Ministros, donde planteó que la situación es desafiante, que no podemos seguir haciendo lo mismo y anunció un paquete de medidas que habían sido postergadas, sin explicar por qué se postergaron.
Por su parte Alejandro Gil, ministro de Economía, explicó que lo primero es la producción nacional de alimentos y la flexibilización de la comercialización; pero el orden de las medidas anunciadas no responde a esa prioridad. Reconoció que los niveles productivos actuales son bajos y que no dependen del bloqueo. También habló de la autonomía de la empresa estatal, la creación de empresas pequeñas y medianas tanto en el sector estatal como en el privado y mixtas. Sin embargo, estas medidas que desde la sociedad civil cubana hemos estado clamando durante décadas y que apuntan al despegue económico inmediato, no serán las primeras. El gobierno ha situado en primer lugar medidas del área de la circulación: eliminar el absurdo gravamen del 10% al dólar y con ello facilitar la venta en dólares a los cubanos “ricos”, con lo que se repite un camino fracasado y quedan institucionalizadas las diferencias sociales, matizadas con la igualdad en la distribución racionada: ricos y pobres podrán comprar dos libras adicionales de arroz y 6 onzas de frijoles, durante julio y agosto.
Otras medidas para destrabar la economía, como la eliminación de la empresa monopólica de Acopio o la posibilidad de importar y exportar libremente, entrarán en vigor, pero una vez más a través del monopolio del Estado.
Todo indica que se trata nuevamente de ganar tiempo para ver qué ocurre en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, como si el retroceso de Cuba dependiera de aquel país, en lugar de empoderar a los cubanos y dotarlos de las libertades como factor vital e insustituible para salvarnos de la hambruna.
Referencias
Salvador García Guedes. “Cinco siglos de evangelización franciscana en Cuba”. Tomo II, 1187-1998, p. 48.
2 Instituto de Historia. “Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales 1868-1898”. La Habana, Editora Política, 1996, p. 538.
3 Ibídem, pp. 514 y 537.
4 Ibídem, p. 538.
5 Salvador García Guedes. “Cinco siglos de evangelización franciscana en Cuba”. Tomo II, 1187-1998, p. 47.
6 Ibídem, p. 48.
7 Una primera aproximación a la República (1902-1958) Pedro Pablo Arencibia Cardoso, p. 12.
8 Ibídem, p. 8.
9 Ibídem, p. 8.
10 Ibídem, p. 9.
Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
Reside en La Habana desde 1967.
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).