Después de un año en el poder de la actual administración, las leyes son empleadas para aumentar el control y la represión y no para liberar la iniciativa de los ciudadanos, resultando en un drástico empeoramiento de la situación, económica, social y política. Los cubanos pierden la esperanza y la credibilidad en las promesas de aperturas a raíz de su llegada al poder.
Por Virgilio Toledo López
Hoy en Cuba se respira un aire enrarecido, donde pululan y se mezclan los fétidos y predominantes olores del miedo, la incertidumbre, la desesperanza, la enajenación y la anulación de las voluntades. En gran medida esto se debe al incremento del control y la coerción por parte de las fuerzas represivas del régimen, que han restringido los pequeños espacios de libertad donde transcurre y se desarrolla la vida real de los cubanos.
Para nadie es un secreto que ningún cubano puede vivir de su salario, con las mínimas seguridades. Por lo que se ven obligados a buscar formas alternativas de supervivencia, que le permitan adquirir algunos dividendos extras para aminorar las carencias que deja el insuficiente sueldo. Estas maneras recorren un amplísimo espectro y gozan de una creatividad increíble, digna de numerosos estudios sociológicos, y de varios récords olímpicos, no por lo novedoso de su invención, sino por los obstáculos y controles adicionales que tienen que vencer.
Aquí se manifiesta una de las contradicciones esenciales de las leyes en Cuba, que en vez de favorecer la legalidad, obliga a violarla, y en vez de garantizar los derechos y libertades de los cubanos, en no pocas ocasiones los restringe.
Cuando a un pueblo se le hace imposible vivir en la legalidad, porque las leyes regulan la posibilidad de ser creativo, de dar su aporte al desarrollo personal y social, algo muy grave está ocurriendo en el país. Cuando en un pueblo las personas honestas, trabajadoras, sencillas, tienen dificultades para serlo y no pocos inescrupulosos, oportunistas y corruptos alcanzan responsabilidades públicas, algo muy grave está sucediendo. Cuando un pueblo tiene miedo de pensar, expresarse y actuar con libertad, algo muy grave está pasando. No cabe dudas de que en ese país, el mundo está al revés, predominando el reino del absurdo y la injusticia que provoca el exceso de control y represión.
A cualquier observador imparcial le cabría hacerse algunas interrogantes lógicas como:
¿Por qué, si la crisis económica se agrava drásticamente en Cuba y la economía doméstica alcanza niveles imposibles para las familias, el gobierno decide desatar una cruzada contra toda la economía informal y no permite la propiedad privada? Se debe tener en cuenta que la economía informal y subterránea existe en Cuba desde siempre.
¿Por qué el gobierno permanece indiferente o por lo menos no toma medidas concretas para reconstruir la salud y la educación, que han llegado a niveles tan altos de ineficiencia y mediocridad, sobre todo si tenemos en cuenta que estos servicios básicos son esgrimidos por parte de él como dos de sus mayores conquistas?
¿Por qué, si el descontento con el régimen está en su más alto nivel en los 50 años de este en el poder, aumenta la represión política social y económica?
Múltiples pueden ser las respuestas, pero no se puede negar que es contradictorio o por lo menos ilógico, que el gobierno adopte una actitud como la que ha adoptado y tome las medidas que está tomando. Será que no quiere asumir las cuotas de libertad que genera la independencia económica y la libre iniciativa. Está incapacitado este gobierno para reconocer la libertad de los cubanos y solamente se siente seguro reprimiendo y arrebatando las libertades a las que tienen derecho todos los cubanos. La única lógica que se trasluce claramente aquí es la del abuso de poder y la indiferencia por el sufrimiento de este pueblo, su pueblo también, al que deberían servir con todas sus capacidades y talentos. Esa es la misión de los gobernantes de cualquier país, esa es la misión de cualquiera que tenga una cuota, sea pequeña o grande, de poder. El poder debe ser para servir y no para coartar.
En algunas ocasiones se hacen necesarios cambios estructurales, que siempre son difíciles y complejos, sobre todo si implica a todo un país y se quiere hacer contando con todos y para beneficio de todos. En Cuba esta necesidad de cambio está retenida y secuestrada por la voluntad de unos pocos desde hace demasiado tiempo, mientras, la nación se desmigaja, se enferma, se empobrece y sufre.
Es hora de comenzar esta tarea titánica, debemos convertir en aras y no en pedestal a nuestra patria, no pongamos nuestros intereses personales por encima de los de la nación, aunemos esfuerzos para remontar los obstáculos que siempre surgen en el camino del bien y de la prosperidad. El aporte de cada persona es imprescindible por sencillo que sea, no lo menospreciemos.
Una gran responsabilidad actual e histórica tiene el gobierno cubano, mover los hilos y dar los primeros pasos en la tarea de comenzar los cambios reales en Cuba. Como se dice en términos deportivos, la pelota está en su terreno, le corresponde a él, sobre todo, romper el hielo. No debe ser el miedo a perder cuotas de poder un freno para no querer cambiar. Cuando las personas tienen la experiencia de ceder, se hacen mejores y más grandes porque se revisten de la autoridad moral que proporciona la grandeza de alma, y esa, no la da ningún poder por grande que sea, ni por mucho que haya durado.
El año 2009 ofrece una oportunidad única para que Cuba emprenda “el largo camino de la libertad”, como decía Nelson Mandela al llegar a la presidencia de Sudáfrica.
No más leyes para controlar todo y reprimir a todos, liberar la iniciativa de los cubanos, respetar sus derechos y libertades, es el único camino que conducirá al progreso. Las leyes son necesarias para organizar la vida social y limitar los excesos de los que dañan la libertad de otros y la seguridad de la sociedad. Eso está claro para todos, pero nunca deben ser empleadas para lesionar la integridad y dignidad del ser humano. El sistema jurídico cubano puede y debe aligerarse mucho, eliminando los lastres que no dejan emprender vuelo a la creatividad y a las potencialidades de este pueblo, que en todos estos años de condiciones inhóspitas, ha demostrado que tiene “pa’ comer y pa’ llevar”, como se dice en nuestro lenguaje popular.
Las leyes son para servir al bienestar de todos y para garantizar la seguridad ciudadana, otro uso desvirtúa su razón de ser. Nadie debe estar por encima de ellas, ni en su nombre, debe reprimirse a nadie. Su aplicación con justeza y magnanimidad, garantizan el orden y el equilibrio, que necesita toda sociedad para una convivencia sana y armónica.
Cuba espera por nuevos y mejores tiempos, donde las normas jurídicas ayuden a educar a la ciudadanía y a prevenir delitos y corrupciones. Solo aunando voluntades, inteligencia y acciones podremos acelerar la reconstrucción de esta querida Isla. Votemos y trabajemos por que reine el imperio de la ley, pero el justo y el que está del lado de los más desprotegidos, no el que cohíbe y aplasta para que le obedezcan.
Virgilio Toledo López (Pinar del Río, 1966).
Ingeniero Electrónico. Premio Ensayo 2006 en el concurso “El Heraldo”. Ha publicado en revistas nacionales y extranjeras.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.