La Voz del Pueblo Cubano y el primer mártir del periodismo cubano

Martes de Dimas

La historia de la prensa en Cuba arriba el próximo sábado 13 de junio al 168 aniversario del primer número de La Voz del Pueblo Cubano. La conmemoración coincide con una fuerte ola represiva contra la libertad de expresión en Cuba. Para rememorar aquel acontecimiento, que terminó con la muerte del primer mártir de la prensa en la Isla, decidí posponer para el próximo martes la publicación de la columna dedicada al negro en la República.

Entre los movimientos políticos de mediados del siglo XIX cubano predominó el anexionismo. Clubes fuera y dentro de la Isla, periódicos, expediciones y alzamientos armados se produjeron entre 1845 y 1855, y cientos de sus participantes murieron, cumplieron prisión o fueron desterrados. La Conspiración de Manicaragua o de la Mina de la Rosa Cubana, la expedición que desembarcó por Cárdenas, tomó la ciudad e izó por vez primera nuestra enseña nacional[1], fueron dos de sus manifestaciones.

La fuerza del anexionismo en ese período radicó en que: Estados Unidos era el segundo mercado suministrador de la Isla y compraba productos cubanos por casi siete millones de pesos anuales. En la garantía que representaba que en el Sur de ese país se mantuviera la esclavitud. En el miedo de los hacendados esclavistas a la abolición de la esclavitud sin indemnización. Y en que Norteamérica era un modelo a imitar en eficiencia, desarrollo mercantil, industrial y tecnológico.

La lógica del pensamiento anexionista era sencilla: si la Isla formaba parte de Estados Unidos se multiplicarían las posibilidades comerciales, desaparecerían las trabas arancelarias y progresarían más que si permanecían como colonia de España. Por eso, el planteamiento de que ellos sólo buscaban proteger la propiedad de sus esclavos, es una simplificación de un problema más complejo. Antes y después de su predominio hubo anexionistas sin esclavos e incluso antiesclavistas[2].

La Conspiración de Vuelta Abajo, organizada en Candelaria, Pinar del Río, programada para el 15 de agosto de 1852, tenía el propósito de extenderse a toda la Isla. Entre sus organizadores estaban figuras como el reformador agrario y periodista Francisco de Frías, los abogados Porfirio Valiente y Anacleto Bermúdez, el maestro y periodista Francisco Estrampes, los escritores Juan Bellido y Ramón de la Palma, y el tipógrafo Eduardo Facciolo, quienes fundaron La Voz del Pueblo Cubano, dirigido por Juan Bellido.

Eduardo Facciolo, su editor, nacido en el poblado de Regla, en la calle que hoy lleva su nombre, fue seleccionado para esa peligrosa misión clandestina. Era un joven virtuoso, con capacidad, aptitud, valentía y perseverancia, dotado de suficiente fuerza, carácter y dignidad para actuar en correspondencia con lo que le dictaba su conciencia. Por conductas como la de Facciolo, escribió José Martí: De todos los oficios prefiero el de la imprenta, porque es el que más ha ayudado a la dignidad del hombre.

Con la pequeña imprenta oculta en un baúl que simulaba un sarcófago, evadiendo la persecución de las autoridades coloniales, Facciolo se trasladó incesantemente de un lugar a otro de La Habana y entre el 13 de junio y el 4 de agosto de 1852 editó cuatro números del periódico y miles de ejemplares que circularon por toda la Isla.

En el editorial del primer número se declaró: Este periódico tiene por objeto representar la opinión libre y franca de los criollos cubanos. Y más adelante, como una premonición, decía: Nada tememos; si somos descubiertos por alguna infame delación, moriremos; pero será después de haber prestado tan importante servicio a la santa causa de nuestra querida Cuba.

En el fragor de las actividades preparatorias, la caída al suelo de una caja con armas, puso al descubierto su contenido, lo que provocó el inicio a los arrestos y las investigaciones.

Ante la inminencia de su localización, durante la preparación del cuarto número, su director Juan Bellido, huyó hacia Boston, mientras Facciolo continuó trabajando en la edición hasta el 23 de agosto, día en que producto de una delación la imprenta fue ocupada y los tipógrafos detenidos.

Durante el proceso judicial, en el que fueron juzgados por la Comisión Militar Permanente quince de los encartados, Facciolo asumió toda la responsabilidad, declaró que la imprenta era de su propiedad y que allí se habían tirado los cuatro números del periódico. Algunos fueron condenados al destierro, otros a prisión y tres a muerte, de los cuales sólo Facciolo, que estaba en poder de las autoridades, fue condenado el 14 de septiembre de 1852 a garrote vil[3],.

Las gestiones de su madre por salvarle la vida fracasaron porque las autoridades exigían que Eduardo delatara al resto de los conspiradores, a lo que él se negó.

Fue ejecutado en el Castillo de la Punta el 28 de septiembre de 1852, cuando tenía 23 años de edad. Mártir pionero del periodismo político cubano y primer víctima de la represión contra la libertad de prensa en Cuba.

Lo que no podía imaginar Facciolo era que la libertad de expresión, por la que ofrendó su vida, se implantara en Cuba 26 años después de su sacrificio resultado del Pacto del Zanjón de 1878. Mucho menos podía imaginar que pasado más de siglo y medio después, se promulgara el Decreto-Ley 370 para “legitimar” la represión contra la libertad de expresión y que hubiera cubanos cumpliendo prisión por esa razón.

Ciento sesenta y ocho años demuestran la imposibilidad de detener la marcha de la historia reprimiendo, porque la misma se sustenta en la libertad de pensamiento que emana del interior de los seres humanos. Esa peculiaridad ha determinado el fracaso de la represión en todas las épocas, mientras los Facciolos se multiplican en las redes sociales.

A continuación uno de los siete versos de la poesía que escribiera el condenado a la autora de sus días antes de morir:

“Madre del corazón, tu puro acento

  • No demande favor a los tiranos;
  • A mí me inspira el noble sentimiento
  • De morir por mi patria y mis hermanos”.

La Habana, 27 de mayo de 2020

[1]La bandera enarbolada en Cárdenas el 19 de mayo de 1850 por Narciso López, fue creada en 1849 en Nueva York, adoptada en 1869 por la Asamblea Constituyente de Guáimaro, acogida en 1902 como bandera oficial de la República de Cuba e izada en el Castillo del Morro el 20 de mayo de ese año por el Generalísimo Máximo Gómez.

[2] Moreno Fraginals, Mario. Cuba/España España/Cuba: historia común. Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1995, p. 235

[3] Garrote vil: collar de hierro atravesado por un tornillo que al girarlo rompía el cuello de la víctima por coma cerebral provocando la muerte de forma inmediata. Se empleó en España desde 1820 hasta 1978.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

 

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