LA VERDAD Y EL AMOR NO SE NEGOCIAN

Lunes de Dagoberto

Estamos viviendo en Cuba un daño antropológico de los más profundos y duraderos que pueda infligirse a cada persona y a toda la sociedad: negociar la verdad y el amor.

En efecto, cada vez constatamos más actitudes y hechos, que a veces se han convertido en hábitos, en los que se cambia la verdad por favores, por ventajas, por escalar posiciones a las cuales no podríamos llegar viviendo y diciendo la verdad.

La verdad no se negocia. La verdad como el amor no se vende, ni se trueca a cambio de nada. El que cambia la verdad por acceder a posiciones o por establecer un pretendido diálogo, pierde mucho más que lo que gana, porque pierde la moral, porque pierde la coherencia en su vida, porque vivir en la mentira es negar la vida misma.

Todo lo que se gana negando la verdad, o silenciándola o disfrazándola, se pierde. Se pierde no solo porque su precio es vivir en la mentira, sino porque quien negocia la verdad se prostituye igual que el que negocia con el amor.

Resulta un fariseísmo vulgar condenar a una mujer porque prostituye su cuerpo, mientras se asume como estrategia de vida prostituir el alma vendiendo la verdad por baratijas. Hay prostitución del cuerpo y prostitución del alma. Se acepta que quien prostituye el cuerpo pierde el alma. Me pregunto: Entonces, ¿qué pierde el que prostituye el alma? La vida.

Hay quienes esconden o niegan la verdad por miedo. Es lamentable, pero es comprensible. Pero hay quienes esconden, niegan o silencian la verdad en sí mismos y en los demás, a cambio de “algo”, de cosas, o de oportunidades, prebendas, consideraciones, o por no perder lo que se ha ganado a cambio de callar, simular, ser cómplices, una y otra vez.

La historia nos ha enseñado que quien trueca la verdad por beneficios, no solo se equivoca, sino que, al final, pierde la verdad y la prebenda, pierde la moral y adormece la conciencia, pierde la integridad personal y establece una convivencia sobre las arenas movedizas de la mentira y la simulación, de la complicidad y el maridaje con quien corrompe para destruir por dentro.     

Algunos argumentan que el amor está por encima de la verdad. Y es cierto, el amor es el valor supremo, pero cuando se dice debemos poner el amor por encima, no significa que sea aplastando, asfixiando o desechando a la verdad que es la única base inconmovible del verdadero amor. Amor sin verdad es falso. Amor en detrimento de la verdad no es amor, es prostitución del alma. Amor y verdad deben avanzar juntos. Amor sin verdad es mentira. Verdad sin amor puede ser cruel, pero amor sin verdad es un asco. Amor y verdad, he aquí la fórmula de la vida, de la fe, de la religión, de la política, del diálogo verdadero, de la convivencia social.

Otros argumentan que hay que perder para ganar, ceder para negociar. Eso puede ser en deportes, en una política opresora, en una religión alienante, en una convivencia que es farsa, circo, teatro. La lógica de la verdad y el amor es de ganar-ganar. Gana quien defiende la verdad y la proclama y comparte, y gana quien quiere poner el amor sobre todo porque solo es coherente y auténtico el amor que se afinca en la verdad. Gana quien dice una verdad que duele a otros y ganan también los otros a quienes les duele la verdad, porque ganan la oportunidad de despertar su conciencia torcida, y ganan, doblemente porque, aunque les duela, escuchándola del diferente, pueden conocer la verdad y la verdad los hará libres.    

¿Cómo podremos colaborar con el bien común de nuestra sociedad negociando o disimulando la verdad? Si la verdad se sabe, se conoce, se está viviendo por casi todos, entonces todos o casi todos percibirán que quienes negocian o silencian o disfrazan la verdad son unos hipócritas mentirosos que no tienen ninguna autoridad moral para hacerse creíbles o para aportar algo positivo a la sociedad. La sombra de la incoherencia será inseparable de quienes cambian participación social por silenciar la verdad.

Toda persona, institución, asociación fraternal, religión o grupo político que comercie con la verdad y el amor, se destruye a sí mismo, corrompe a los demás y desprestigia al grupo al que pertenece. Quien o quienes trabajan para beneficiarse hoy a cambio de su identidad y de su credibilidad, venden su alma, socavan su futuro y construyen sobre pantano.

Propuestas

La tentación de negociar ventajas o bienestar, poder o posición, a cambio de vivir y proclamar con misericordia la verdad, nos atañe a todos. Seguramente que mientras hemos estado leyendo esta columna hemos pensado en otras personas o instituciones. Creo que es mejor y más saludable comenzar por uno mismo:

  1. Cada uno de los cubanos debemos comenzar haciendo un examen de conciencia, una introspección seria y veraz, para tomar conciencia de las veces que hemos negociado la verdad y el amor por cosas, ventajas, permisos, falsos diálogos, cambios fraudes, facilidades o posiciones de poder. Debemos reconocer que la mentira es engañosa, que el mal puede presentarse bajo el velo de una supuesta bondad, “sub angelo lucis”, bajo un ángel de luz. Se necesita mucho discernimiento personal y comunitario.
  2. Hecho el examen interior y reconocidas las veces que hemos caído, a veces sin darnos cuenta, otras veces engañándonos o dejándonos abducir en este fatal trueque de verdad por ventajas o posiciones, el próximo paso sería hacernos un firme propósito de no caer en esa trampa tentadora. Nuestra integridad y autoridad moral, nuestra veracidad y credibilidad están en juego.
  3. No debemos encerrarnos en una catacumba personal o en una trinchera dogmática. Es necesario mantenernos abiertos desde la verdad y el amor, y solo a partir de estas dos jambas de las relaciones humanas, abiertos a un verdadero intercambio, diálogo o negociación. El tercer paso será aprender a vivir en la verdad y en la caridad, sin negar a ninguna de ellas dos: dialogar con la verdad por delante, sin ofender y sin odiar. Reclamar lo que nos corresponda por justicia, pero sosteniendo la verdad y el amor frente a los que conculcan nuestros derechos. No cediendo a las redes, sutiles o groseras, en que quieren, como el encantador de serpientes del cuento infantil, confundir nuestras conciencias haciéndonos creer que estamos “logrando cosas”, silenciando la verdad. Lo que se logra en la mentira, se despeñará un día de las azoteas donde se proclamará toda la verdad. Es necesario salvarnos de esa trampa y salvar también a los que nos la preparan. Más vale sufrir en el presente que cimentar sobre arena. Bueno, por lo menos así dice el Evangelio de Cristo, que puede servir de inspiración no solo para los creyentes sino para cualquiera que quiera ser coherente con su propia conciencia.
  4. Aprendamos a alcanzar el equilibrio sano y sanador entre verdad y caridad, entre verdad y prudencia, entre el dogmatismo y el relativismo. Superemos la falsa división del maniqueísmo, creyendo que el mal y el bien tienen la misma fuerza. Falso. El bien y la verdad tienen más fuerza que el mal y la mentira. Por tanto, apostemos por la verdad, aunque hoy suponga limitaciones, discriminaciones, sufrimientos y silenciamientos por parte de los poderes de este mundo, y confiemos en que el bien y la verdad tendrán siempre la última palabra. Lo demuestra la historia universal, lo demuestra la historia de la Iglesia, lo demuestra la historia de Cuba. A la larga, la mentira pierde porque tiene piernas cortas, los negocios que niegan la verdad quiebran, sean mundanos o divinos.
  5. Propongamos a la sociedad, a los partidos, a las iglesias, a los grupos de la sociedad civil, a las autoridades, la única fórmula que logrará la libertad, la justicia, la democracia, la paz y la prosperidad en Cuba: el liberador equilibrio entre la verdad y el amor.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.
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