Dedicado a mi hermano Néstor Pérez (Discípulo de La Verdad).
Ora mucho por mí.
Por Juan Carlos Fernández
Esta máxima del refranero popular cubano encierra en sí misma una gran enseñanza y un gran desafío para cualquier persona que se proponga vivir de acuerdo con la recta conciencia.
La misma frase ya nos lo dice claramente: ¨La verdad es dura…., ciertamente siempre lo ha sido y seguirá siéndolo pues las personas que optan por ella siempre han tenido que pagar un alto precio por la elección, ya sea en el medio familiar, profesional, estudiantil, político, religioso o en cualquier espacio de la sociedad civil.
Vivir en la verdad, muchas veces, trae consigo el desprecio y la marginación a la persona o las personas que le han dicho sí. Esto ocurre debido a que la verdad casi siempre rompe con nuestras tranquilidades y reposos, adquiridos por la vida en la indiferencia o en la mentira, acomodados a mirar para el otro lado o pretender que todo está okey, cuando en verdad a nuestro alrededor se comete infinidad de injusticias. Cuando una persona o un grupo de ellas denuncia lo evidente nos intranquiliza y muchas veces nos disgusta y la emprendemos en su contra, pues nos ha quitado el sueño, la estabilidad emocional de que gozábamos, todo ha desaparecido por causa de algunos que a veces consideramos locos que se han aparecido diciendo a voz de cuello que las cosas no están bien y que hay que cambiarlas.
“¿Cómo se les puede ocurrir semejante cosa? ¿No se han dado cuenta que palo solo no hace monte? Total, todo va a seguir igual “. Estas y muchas más justificaciones se dicen y se defienden a capa y espada, porque la verdad puede quitar la paz estomacal.
Es bueno, además de justo y necesario, que defendamos nuestros intereses y los de las personas que queremos y apreciamos, pero ¡cuidado!, defender a los nuestros y nuestros intereses denigrando y atacando a la verdad y al que la dice, nos hace cómplices de la injusticia y la mentira, dos hermanas inseparables, que siempre han ido por la vida haciendo daño y sembrando muerte entre los que por amor al ser humano decidieron casarse con la verdad.
También existen los criterios de que la verdad hay que decirla pero hay que escoger las formas y los momentos adecuados para ello, unas veces por “falsa compasión” y otras por “estrategias”. Siguiendo estos dictados, pudiera parecer, para estas personas que piensan de esta forma que Jesucristo no tuvo compasión y mucho menos fue un buen estratega. Los que se adhieren a estas actitudes casi siempre las justifican, por un lado ingenuamente, pensando que cuando se” dora la píldora” se causará en el receptor del mensaje, menos dolor y aflicción: “vamos a esperar, la verdad no siempre se puede decir”, o: “más tarde le comunicamos que lo sancionaron”, también esta es muy común: “no es el momento adecuado para denunciar esta o más cual violación, ya llegará la hora de decirlo. ¿Cuándo se debe decir la verdad? ¿Remediará la sanción el supuesto momento adecuado?, ¿cuál es la hora y lugar de denunciar una violación e injusticia?”. Por otro lado, tratan de adecuar la verdad al momento en que decirla no represente un peligro para sus intereses, calculando esto milimétricamente, los ejemplos sobran. Propongo el de Jesús porque durante toda su vida nos ofreció el más vivo y encarnado testimonio de lo que es la verdad, Él mismo es la plenitud de la Verdad para el ser humano de todoslos tiempos y siempre la predicó con su propia vida y en cualquier situación por muy embarazosa que esta fuera, llegando al sacrificio supremo de ofrecer su vida por ella. No trataba de ofender o herir a quienes la recibían pero esto nunca le impidió decirla. Se puede leer en los Evangelios, “la verdad corta como la espada más afilada”. ¿Cuántas veces me he incomodado cuando leo las Sagradas Escrituras y veo en ellas la respuesta clara a mis faltas? Sin dudas, muchas, creo que a muchos nos pasa, pero esto no cambiará una letra de estas. La verdad es en esencia, simple, lo complicado en ella reside en sus consecuencias, llamar las cosas por su justo nombre sin tapujos, lo mismo a amigos que a adversarios. La estrategia de Jesús fue precisamente la verdad, así no más, jamás le “doró la píldora” a nadie, mucho menos a sí mismo, o se calló porque no era el momento adecuado. Fue lo que hoy llama mucha gente “un atravesao”. Precisamente por esto fue condenado tanto por el poder político como por el religioso y podría decirse que por el civil, cuando el “pueblo” prefirió a Barrabás. Ciertamente una de las primeras muestras en la historia, si no la primera, de la conocida hoy como “democracia directa”, tan de moda actualmente en algunos países, sobre todo latinoamericanos.
Como consecuencia de estas o similares “inteligentes actitudes” muchos hermanos y hermanas nuestros hoy son crucificados en medio de la sociedad como parte del llamado martirologio cívico y esto solamente por ser discípulos de la verdad y enarbolarla en medio de nuestra sociedad, sin falsas compasiones reductivas o sofisticadas estrategias, ya que, como mencioné antes, su estrategia es la propia verdad. No forman un ejército, pues ella no lo necesita, son como San Juan Bautista:” Una voz que grita en el desierto” (Mt3-3), una voz que incomoda y molesta a los que han escogido la mentira y la iniquidad como norma para sus vidas y ven horrorizados cómo la verdad se va abriendo paso sin más ayuda que la vida y obras de aquellos que eligieron servirle. El desierto hoy ya no lo es tanto, pues se ha ido llenando progresivamente de oasis en los que de sus fuentes brota el agua viva que va cubriendo y llenando con( de) verdad el, hasta hace poco ,estéril suelo de la sociedad cubana y no parará hasta hacerlo fértil completamente. Para tal desafío ya están, siempre han estado, entre nosotros los discípulos de la verdad, viviendo alegres por la esperanza, haciendo suyas las necesidades de nuestro pueblo, perdonando a quienes los persiguen, soportando con valor los sufrimientos y sobre todo amando sin reservas a Cuba.
En mi modesta opinión creo que en la vida es lógico, normal y válido que se tengan estrategias para determinados asuntos prácticos, pero cuando se trata de un valor como la verdad no debemos entrar en dobleces y estrategias, encaminadas a devaluarla y desvirtuarla en pos de intereses, ya sean personales, de grupos, partidos, religiones, etc.
Si deseamos que nuestro pueblo salga de la mentira y la simulación debemos hablar sin cortapisas y decir claramente que vivir en la verdad encierra grandes desafíos para las personas que quieran incorporarla plenamente a sus vidas, y que muchas veces es sinónimo de prisión, injuria, difamación, escarnio, marginación y, hasta de muerte. Puede que a más de una persona estas palabras le parezcan dramáticas y tienen toda la razón para pensar de ese modo, verdaderamente la verdad encierra un gran dramatismo, de ejemplos está llena nuestra historia: la pasada, la reciente y la presente.
Seríamos cómplices de aquello que condenamos si tratásemos de pintarles a nuestros compatriotas una imagen idílica de lo que significa en la vida de cualquier persona vivir en la verdad. La Cruz, no abstracta, sino con todo su dolor, con mayúsculas, está íntima e indisolublemente ligada a la verdad. Tratar de vivir una eludiendo la otra es, además de ilusorio, falsear y engañar a los demás, sembrando actitudes que en nada han ayudado, en nada ayudan y en nada ayudarán. Por el contrario potenciarán lo que, ya hoy y desde hace bastante tiempo, es un grave problema en Cuba: vivir en la mentira y la simulación.
Puede que estas palabras parezcan duras, y en verdad lo son, pero es lo que me han enseñado: Vivir en la verdad es duro pero es la única forma de ser libres.
“Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos”. (Mt 5-10)
“Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras”. (Mt 5-11)
Juan Carlos Fernández Hernández (Pinar del Río, 1965)
Fue co-responsable de la Hermandad de Ayuda al preso y sus familiares de la diócesis de Pinar del Río.
Animadpr de la Sociedad Civil.
Vive en Pinar del Río, Cuba