Jueves de Yoandy
Se acerca la fecha de la defensa de mi tesis doctoral, precisamente en el ámbito de la educación bioética en Cuba, y también la festividad de santo Tomás de Aquino el 28 de enero. El filósofo y teólogo es venerado como santo patrono de las universidades y las escuelas católicas, es decir, el patrón de los estudiantes y profesores.
En las sociedades laicas como la cubana no es costumbre celebrar estas fechas; sin embargo, no debemos dar la espalda a la historia, al origen de la filosofía y a la cultura general.
El santo no solo “es el más importante filósofo y teólogo de la historia de la humanidad”, declarado Doctor de la Iglesia, sino que se considera un conciliador de la ciencia y la fe. Justamente una de las propuestas de seguimiento de mi tesis doctoral, como dignamente lo supo presentar, practicar y defender el presbítero Félix Varela: la fusión de ciencia y conciencia en el pensamiento educativo cubano.
Hoy en día seguimos necesitando recalcar las funciones de la Universidad y el sentido de ser universitario más allá de estar en la universidad. Ser universitario es cultivar la búsqueda incesante y honesta del sentido de la vida; es una vocación de servicio, poner los conocimientos adquiridos y cultivados en función de los demás. Es una responsabilidad máxima con la búsqueda de la verdad, el bien común, y la belleza, todo esto aplicado en lograr el progreso personal y social.
El paso por la universidad, y los efectos de ese paso, deben ser aprendizaje constante y entrenamiento para saber lidiar con los problemas que el futuro nos presenta. El grado de compromiso adquirido una vez en la universidad forja la personalidad, nos confirma como seres relacionales y nos permite interpretar los problemas sociales que suponen la ciencia, el desarrollo y la humanidad toda en los tiempos que corren.
El espíritu universitario tiene mucho de creatividad, protagonismo sin alardes, capacidad de análisis crítico y coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. No se concibe un ser universitario alejado de la realidad, imbuido en un mundo privado sin interacciones con el medio, sino como la conjunción de elementos que integran algo grande y perdurable. La diversidad de espacios y roles de la Universidad explican su importancia y el motivo de ser de estas instituciones milenarias que no deben caer en modelos esquemáticos de desempeño, ni se deben convertir en quistes dentro de la sociedad dentro de los cuales prolifera la burocracia, la mediocridad y otros vicios y deformaciones.
La Universidad es una comunidad abierta, plural y de amplia participación. La vida universitaria conjuga la docencia con la investigación; el gobierno universitario con la vida estudiantil; los programas y estructuras curriculares con la extensión universitaria; la política, la ciencia, el deporte y las manifestaciones artísticas. Y así, una multiplicidad de combinaciones que hacen de la Universidad como institución, una madre nutricia, una fuente perenne de alimentación en cuanto a sabiduría y formación.
Recordemos al santo Aquinate cuando reflexiona sobre la necesidad e importancia del conocimiento diciendo que “El único instrumento que los hombres tenemos tanto para perfeccionarnos como para vivir dignamente es la educación” porque “Todos los hombres por naturaleza desean saber”.
Trabajemos por evitar que nuestras universidades sean paternalistas, autoritarias, discriminatorias, manipuladas y manipuladoras. Miremos la historia y saquemos lecciones de ella para fomentar aquello de que la universidad es una casa de todos, que busca la verdad y respeta la dignidad humana por encima de todas las cosas.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.