Por Juan Carlos Fernández Hernández
Cuando en Cuba se habla de apuntalar se piensa enseguida en una o más construcciones en peligro de derrumbe inminente. Para evitar su colapso se utilizan vigas de madera o metal.
Casi siempre se apuntala con la intención de, lo más rápido posible, reconstruir o restaurar lo dañado.
Pero parece ser que en nuestro país, reconstruir cualquier estructura es, en muchos casos, prácticamente imposible. Se convierte en tarea destinada a los dioses del Monte Olimpo o titanes como Hércules.
Cuando se pasea por cualquier ciudad cubana, suciedad aparte, uno de los detalles que con tristeza se ven son los innumerables apuntalamientos que, poco a poco, pero inevitablemente van copando el panorama arquitectónico de la que otrora fueran bellas y pulcras ciudades o pueblos.
Parece que los cubanos nos hemos habituado a andar entre ruinas y a no notarlo o hacernos los que no lo notamos, y esto es lo peor de todo: la marcada apatía que mostramos con el vertiginoso deterioro de nuestros tesoros arquitectónicos que en otro tiempo distinguían al país y los que en cada ciudad o pueblo eran su santo y seña para orgullo de sus habitantes.
Pero el ser humano cuando está muy dañado interiormente vive como un autómata sin sentido y sin razón, y parece que esto es precisamente lo que nos sucede, me atrevo a decir, a una parte significativa de los cubanos que habitamos la Isla. He observado que esta actitud de indolencia se encuentra presente en muchas ciudades y pueblos de Cuba que rondan la ruina, de la que no escapa nuestra occidental provincia.
Pero no todo es un problema de arquitectura, o mejor dicho, es la arquitectura del ser humano la que en verdad está gravemente dañada y necesita que sea reconstruida de manera urgente desde lo más profundo. A este aspecto es al que me referiré en adelante y trataré de explicar el lenguaje del apuntalamiento que utiliza el Estado y Gobierno cubanos empobreciendo de forma sustancial al cubano, limitándolo solamente a poner el ¨paral¨ para remediar ocasional y circunstancialmente la precaria situación en que se halla todo un pueblo.
Lenguaje del Apuntalamiento
“Hacer más con menos”, “Ahorrar más para tener más”,” A ganar la batalla al mosquito”, “Convertir los reveses en victorias”,” A cumplir las metas propuestas en la asamblea de…”, etc., etc., etc. Son prácticamente interminables y están presentes en la vida de todos y cada uno. Tengo la certeza que no hay niño, adolescente, joven, adulto o anciano que no esté profundamente marcado por este torrente inacabable de frases huecas que de tanto repetir han ido permeando gradualmente la vida toda de millones de personas. El socialismo real es tan poco creativo que siempre, de manera invariable se conoce por su léxico temático y “lemático”. Pueden pasar cien, mil o millones de años, que jamás cambiará. Esto por una simple y llana razón: El cambio, la renovación, la transformación significa su muerte. El aburrimiento es sinónimo de socialismo real, el inmovilismo es su núcleo, coartar la iniciativa individual es su máxima garantía de éxito y por ende su supervivencia.
El lenguaje tiene efectos contradictorios en las personas: Por un lado, dinamizante, que equivale a creatividad, autonomía, audacia, asumir riesgos y responsabilidades entre otras muchas cualidades, y por otro, sume a la persona en la más abyecta de las dependencias que tiene su máxima expresión en entregar su libertad y responsabilidad a otra persona o grupo, que supuestamente harán lo que corresponde hacer al individuo.
El Estado en Cuba, por más de cincuenta años, ha asumido como suyas la iniciativa y creatividad que corresponden al ciudadano, adueñándose de los proyectos y las vidas de más de una generación de cubanas y cubanos empeñándose concienzudamente en que nada ni nadie le arrebate el protagonismo que se dio a sí mismo, garantizándose su estadía permanente apoyada, entre otras tretas, por el lenguaje, poniéndolo en función siempre de sus intereses; talando todo lo que potencie la individualidad y la iniciativa propia, todo se direcciona en función de la masa, simplificando los términos y sus varios significados. Por ejemplo: Una parte importante de la población cubana, entre los que me cuento, ha crecido como compañeros, se suprimieron por mucho tiempo de manera imperceptible, aunque muchas veces evidente, las expresiones de: señora, señor, joven, es bueno señalar el hecho que cuando la sovietización del país en los setenta se quiso introducir la palabra camarada, para lucirse con los rusos pero era un vocablo demasiado bolo (nombrete dado a los rusos en Cuba) y abandonaron la iniciativa. Pero por esa nimiedad no dejaron de apuntalar, en los setenta surgieron las batallas, que hasta nuestros días llegan, aunque ya para ellas no tengan casi soldados, pero fueron y son aplastantes para la individualidad de muchas y muchos cubanos.
Otra de las estrategias seguidas por el Estado y gobierno cubanos ha sido la de extraer frases de dirigentes del proceso para acometer cualquier proyecto por sencillo que parezca. Tal parece que nuestros gobernantes tienen el don de saberlo todo, por tanto tienen siempre a mano consejo para todo, para nuestra desgracia no quedan en meras palabras sino que se tratan por todos los medios de llevarlas a la práctica, con las nefastas consecuencias que todos conocemos. Si estamos en el campo se aplican las estrategias dictadas por las sabias palabras dirigidas a los campesinos por fulano de tal en el Encuentro de…. Se ejecutará una obra ingenieril: Apliquemos las brillantes directivas ofrecidas por… en el Evento… Así en todas las esferas de las vidas de todo el pueblo, hasta en las más intimas. Ninguna decisión que se tome debe ser por la libertad personal, esta debe estar condicionada, en primerísimo lugar, por lo que viene de arriba.
Este tipo de lenguaje ha querido enquistar y en parte lo ha logrado, la creatividad y laboriosidad del cubano, apuntalando un proyecto que hace mucho tiempo tiene varada a Cuba en el tiempo, empobreciendo a la persona no solo materialmente hablando, que es un hecho innegable, sino dañando su ser más profundo, inhabilitándole para la toma de decisiones que direccionen su vida, la de su familia, la comunidad y el país todo.
El nuevo amanecer de la palabra
Esta situación, a Dios gracias, ha ido en franca disminución, unos se lo achacan al turismo, otros dicen que fue el dólar en los noventas, terceros alegan que fueron los cubanos de la diáspora en los finales de los años setenta, cuando se les permitió su entrada al país, los que comenzaron a cambiar el léxico del cubano de dentro de la Isla. Creo que todos tienen una porción de razón, la mía, es que todo comenzó a cambiar por el aburrimiento de estar diciendo siempre lo mismo desaprovechando las riquezas expresivas que tiene el castellano. Las consecuencias de este periodo renacentista del lenguaje en Cuba no se han hecho esperar, palabras antes prácticamente olvidadas son hoy protagonistas de nuestras conversaciones y debates: cambios, transición, transformaciones, diversidad, libertad, derechos, proyecciones, eficiencia, justicia, misericordia, reconciliación. No son meras palabras huecas para muchos cubanos, no se dicen como consignas o lemas de matutino, son palabras que van acompañadas por hechos de vida que vislumbran un futuro mejor para nuestros paisanos y paisanas. Cuba volverá a ser referente en el mundo en cuanto a prosperidad, responsabilidad ciudadana, tolerancia, respetuosa de la diversidad y de verdadera libertad.
Ya el lenguaje de batallas tiene perdida esta por su propia incapacidad de renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, la gente está harta de beligerancia, enemigos y batallas que ganar. El cubano está apostando por la vida y la sana convivencia.
El cubano no quiere apuntalar más, desea construir, reconstruir, idear, sugerir, opinar y debatir con sus propias palabras los temas medulares que deciden su vida y la de su país. Ya no más palabras dadas del coro repetidor. El cubano quiere, aunque a veces lo diga mal, decirlo él, quiere expresar sus ideas con su lenguaje, el que siempre tuvimos, porque nunca fue arrancado, porque lo hablábamos bajito, porque a muchos les robaron las palabras, pero no el alma, y es esta la que hoy ya da sus frutos. ¿No es así, compañeros?
Juan Carlos Fernández Hernández (1965).Pinar del Río.
Ex- Corresponsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Diócesis de Pinar del Río. Miembro del equipo de trabajo de Convivencia. Animador de la Sociedad Civil.