Hace algún tiempo me hablaron de un concurso internacional que se desarrolla en Alemania cada dos años. Se llama Hungertuch, “La tela del hambre” en español. El tema central de tal convocatoria es la Muerte y Resurrección de Jesús, es decir: la Pascua. Pero, la Pascua vivida desde la experiencia y perspectiva de cada país.
Con mucha ilusión comencé a soñar aquel cuadro, a mirar con ojos de fe nuevamente, la realidad circundante,a buscar los signos del Reino dentro de lo que parece confinado o inservible. Se trataba de poner en imágenes lo que hasta ese momento eran solo palabras. Y nació la tela, mi tela, la Tela del Hambre de Cuba. Un lienzo que es reflejo de realidades que sigo considerando cruciales en el entorno cubano. Vale decir que la pintura nunca llegó a Alemania, y en otro Salón cubano, tampoco fue recibida. La exhibo en mi casa, donde me toca explicar a quien llega por primera vez, la simbología de un cuadro tan “convulso”.
Nos rodea un ambiente oscuro, triste y vacío, un ambiente de miedo. Pero, para quien tiene fe, no será ese el espacio de la turbación, sino de la esperanza. Pues creemos que en tales circunstancias se manifiesta Jesús, nos toma de la mano y nos acerca, muy próximos a su cuerpo, nos llama a seguirle hacia la Luz. Esa es la esencia del mensaje de mi lienzo: con Jesús es posible superar cualquier miedo, recelo, tristeza, apatía; Jesús trasciende la muerte y nos lleva con Él para darnos vida plena y en abundancia.
Pensando en lo anterior, lo primero y más importante a representar, fueron las personas. Personas que corrompidas por el pecado social, deshechas por sueños fuera de la Isla, subyugadas por un orden que no responde a las necesidades espirituales y materiales más elementales, era importante y simbólico plasmarlas como marionetas, maniquís o robots, personas que, no son “humanas”.
La tela comienza con un billete de 1 CUC, la moneda ¿nacional? de Cuba. Podrán preguntarse algunos, ¿por qué de esa numeración? ¡Y cuál otra! Es la que más se maneja, a la que más acceso tiene la gente. Mas siquiera está completo, sino que comienza a ennegrecerse y termina siendo agitado, oscuro y sórdido el resto de la tela sobre la cual se asientan determinadas escenas que protagonizan las marionetas. Escenas presididas por una cruz, símbolo del pecado, la desdicha, la muerte. Pero que al mismo tiempo lleva en sí, La Esperanza, el anuncio de la Vida. Bajo ella ocurren de manera aislada momentos de la vida “normal” de cualquier cubano. Cada día estamos expuestos a padecer cualquiera, una o varias de estas situaciones. Se han afanado tanto en que todo ha de ser uniforme, que terminan imponiendo también sobre las gentes, el mismo pensar, siendo unos los moldes de otros, las copias mal hechas de un original mal pensado. Siluetas, solo siluetas vacías es lo que tantas veces somos; un inicio fragmentado de lo que es Ser Persona. Todas son negras, color asociado a lo fatal, a lo triste. Tienen la cabeza baja, mirando al suelo, realizando acciones que señalan cansancio; víctimas de la emigración, la doble moral, el acomodo, el vacío espiritual, los falsos ofrecimientos, la burocracia, el suicidio, las miserias, la religiosidad mal orientada, la vida sin Dios, los proyectos inconclusos donde supuestamente el hombre es quien va a dar la última respuesta siendo el hombre el propio dios del hombre, el egoísmo, la enajenación, las rupturas, la pobreza, el dolor, la queja.
Todos los objetos que poseen estas figuras tienen color, con la intención de hacer ver claramente qué cosas las atan, qué cuerpos las sostienen.
La primera escena, pareciera juego de niños, y así es, pone uno toda su esperanza, todo su crecer, toda la vida, fuera de fronteras, para a fin de cuentas terminar la existencia sin haber estado ni en un lugar ni en otro. Desconsuelo de miles de cubanos que esperan, sufren sin conseguir irse al extranjero. Desilusión de la tierra natal por falta de perspectivas en ella.
A continuación, máscara en mano, con gesto de desespero, grita un maniquí con una mordaza, -símbolo de la doble moral- que es roja, color que amenaza y sentencia. Un amordazamiento impuesto por la incapacidad de evitarlo, el cansancio de tener que vivir siempre siendo quien no eres.
Y debajo, siempre debajo, los que no quieren hacerse responsables, los que prefieren quedarse atados cómodamente a “no se puede hacer nada”, “mejor que siga mi vida”, “no seré yo quien cambie la situación”. Por gentes así es que cuesta tanto emprender un proyecto, avanzar hacia el futuro. Es el pecado de la pereza…
Del otro lado, la muerte provocada por las propias manos. La desesperación, la falta de respuestas y esperanzas, llegan al fin fatal de la muerte por las propias manos… Cada vez son más los suicidas, en un lugar donde supuestamente todo es “perfecto”.
Dos siluetas se enfrentan, una ofrece con gesto hipócrita una cosa totalmente contraria a las necesidades profundas de la otra: tiene la cabeza baja, lo brazos extendidos, representando la ley con su fragmento de túnica y corona. Es la falsa democracia, el burocratismo de las instituciones.
La que sucede a esta escena, pudiera parecer chocante por el texto que se muestra. Es el claro fallo de un proyecto del hombre para el hombre, que a la larga, no ha podido remediar las carencias. La mano extendida de esta figura indica hambre, fatiga, cansancio, y no es un invento, por mucho que se quiera vender otra imagen. Sobreabundan los llamados “buzos”, las personas pidiendo limosnas por la calle, gentes a las que faltan alimentos.
Finalmente la tela primera termina con un símbolo que se utilizó frecuentemente y quedó en la memoria colectiva: “Lo mío primero”, es por eso que son aisladas las escenas. Aún en la más cruel situación, muchas veces somos incapaces de compartir con el otro nuestra pobreza. ¿Será por orgullo? ¿Será que perdimos lo que de solidarios nos quedaba? Lo cierto es que es una filosofía egoísta, no importa a quien se pise, a quien se le pase por encima, incluso si es más débil, lo importante, es que “lo mío”, “mis problemas”, han de ser resueltos primero que el de los otros.
Pero, gracias a Dios, Jesús ha vencido con su propia muerte lo más doloroso que pueda existir o que se pueda imaginar. Es por eso que de manera real la tela está rasgada, porque de manera real se abrió el mar para los israelitas, de manera real se rasgó el velo del templo, de manera real rompieron la piel de Jesús para dejar caer sobre nosotros el agua que nos lava y la sangre que nos resucita. Es la diferencia tangible de lo que hace Jesús por quienes se dejan conducir: nos hace personas, herederos del reino, y no solo nos lo deja, sino que camina con nosotros, nos libera, nos sostiene, nos abraza. No convoca a un selecto grupo, ni a los que mejor se portaron, o a los que iban a Misa; sino que invita a todos a dejarse seducir por esta transformación. Estimula a los enfermos, provoca a los desfallecidos, incita a los débiles, llama a los pecadores, convoca a “todos los hombres de buena voluntad”.
A todos los cubanos: no hay que temer cuando todo parezca terminar, Jesús nos conduce hacia la Luz. Mas no sin antes, haber vivido en la desesperación.
Wendy Ramos Cáceres (Guane, 1987).
Artista de la Plástica.
Estudiante de Conservación y Restauración en el Instituto Superior de Arte.