Varias amistades me han pedido antidepresivos por estos días, me cuentan que ya no aguantan más la situación existente en Cuba, que si esto continúa así sienten que se van a volver locos. Las causas para esas depresiones son muchas y para ellas, ni antidepresivos hay.
La pandemia trajo consigo una nueva forma de vida, y en estos momentos sigue siendo difícil adaptarse, más para los cubanos que debimos sumar esta enfermedad a la cargada carreta de problemas ya existentes que se han agudizado en la última década.
El mayor problema es que no hay nada, el pueblo de a pie está sufriendo severamente la escasez y miseria que hay en el país. El reordenamiento terminó de volver loca la situación. Los precios son sofocantes y la moneda dura, con la que se puede comprar algo, no está al alcance de todos.
La mayoría de las conversaciones comienzan y terminan en torno a la situación, de cómo ya no puede estar peor y de cómo limitan a través de leyes absurdas hasta que los ciudadanos digan lo que piensan y sientan en las redes.
Se me parte el corazón cuando escucho a mis conocidos decirme que están mal, que no tienen esto o aquello, o lo más importante, que no tienen un medicamento. Me vuelvo una maga para explicarle a mi hija que no puedo comprar huevos o salchichas que es lo que más le gusta comer, porque no tengo dónde comprarlos. Ella me ofrece su dinero de la alcancía para que le compre galletas en la tienda y le explico que con el peso cubano no puedo comprar en la tienda donde las sacaron.
Animo a mis amigos y conocidos tanto como puedo, les comparto lo poco que pueda tener y les recuerdo que todo pasa, por difícil que sea. No puede ser diferente para los cubanos, tengo fe en que esto va a pasar, porque merecemos algo mejor y debemos ser valientes y exigirlo. Ninguna ley puede ser mayor que la verdad, y ningún gobierno puede estar por encima de su pueblo, esto es algo que los cubanos ya conocemos.
- Rosalia Viñas Lazo (Pinar del Río, 1989).
- Miembro del Consejo de Dirección del CEC.