Por Miriam Leiva
Cuba ha sufrido un proceso involutivo en todos los aspectos como nación. El sistema político existente en los últimos 49 años eliminó las tradiciones democráticas, no sólo porque implantó un solo partido político, sino porque impuso una única forma de pensar o, al menos, de expresar las ideas. Es ahí donde posiblemente radique el problema fundamental para echar a andar nuevamente la sociedad al forjar la democracia. Se requiere despertar la autoestima, la creatividad, la laboriosidad, las capacidades de análisis e investigación y, fundamentalmente, perder el egoísmo y el miedo.
Los cubanos tienen el deber de actuar conscientemente en el presente y futuro de la Patria, y despojarse de las ansias de escapar mar afuera que ha inculcado este gobierno como única solución. Cuba tiene que dejar de ser espacio para sobrevivir. Cada ciudadano tiene derecho a disfrutar plenamente el único tiempo de vida que posee.
En síntesis puede decirse que los cubanos requerimos la liberación de nuestro cerebro y voluntad. Nada fácil en una sociedad con más del 70 por ciento de su población nacida dentro de un sistema férreo. Resulta indispensable un contexto ajeno a los rencores y con empeño por reconciliar a todos los ciudadanos de manera que el despertar y viraje se realicen en paz y cooperación, pero dentro de la competencia que eleve a los realmente más aptos en todos los sentidos. Los méritos deberán ser por honestidad, talento, capacidad, estudios, esfuerzos, trabajo, y creatividad. En realidad la tarea es inmensa, llevará tiempo y simultáneamente la sociedad civil tiene que abrirse paso para intervenir en el quehacer político y social.
Desde hace casi año y medio, luego del 31 de julio de 2006, la autoridad provisional habla de medidas para lograr cambios, entendidos básicamente en el plano económico, pues no parece probable que esté dispuesta a desprenderse de sus inmensas atribuciones en aras de una verdadera democracia y respeto de los derechos humanos. Incluso esos atisbos anunciados no comienzan a aplicarse. Evidentemente la lucha entre quienes se aferran al pasado, a lo retrógrado que asegura su poder absoluto, y quienes comprenden que el país cada día se hunde más en el marasmo del atraso y la destrucción, no acaba. Pero la mayor parte de los cubanos sí está ya convencida de que no debe seguir soportando las restricciones económicas, las diferencias sociales, la coartación de sus potencialidades, en aras de una cúpula privilegiada que la atenaza.
Embelesada es esta república del Caribe, pero el pueblo se despereza, aunque todavía cada cual busca explicaciones y soluciones fundamentalmente para los problemas vitales más inmediatos.
No obstante, las promesas de cambios estructurales y de conceptos del General Raúl Castro y los debates de su discurso del 26 de Julio de 2007 han abierto la compuerta en todos los sectores del país, y ya no se cuestiona la urgencia de los cambios. Más aún presiona la necesidad de abandonar la dependencia económica y el peligro de pérdida de soberanía por mantener las subvenciones de Venezuela, en manos del Presidente Hugo Chávez, endeble políticamente como demostró el referendo que perdió, y económicamente al avizorarse un descenso en el precio del petróleo que lo sostiene, debido a la posible crisis económica mundial ocasionada por la eventual recesión en Estados Unidos, su principal cliente.
Posible escenario de cambios
Previsiblemente las medidas económicas prometidas comenzarán a aplicarse después de constituirse el Consejo de Estado que surja de la Asamblea Nacional del Poder Popular el 24 de febrero de este año, con un alcance más o menos limitado. Puede esperarse que algunas esferas mejoren la producción y, por tanto, la retribución económica de los trabajadores. Muy probablemente se iniciarían en la agricultura debido a la urgente necesidad de disminuir las importaciones de alimentos, fundamentalmente de Estados Unidos, y que constituyen una fuerte sangría a las escasas divisas recibidas de las magras exportaciones.
También se estimularían producciones de otras esferas, aunque si existiera una contracción mundial, el níquel no mantendría su relativo alto precio y las exportaciones de este rubro caerían. El turismo, podría ser impulsado para compensar, a pesar de la reticencia de Fidel Castro, pero si hay crisis económica este sector decaería a nivel global. Es improbable que la economía cubana encuentre otro país dispuesto a subvencionarla, a pesar de los intentos por encontrar sustitutos en Angola y Brasil, básicamente. Esto ayudaría a que avanzaran las reformas, que muchos aspiran a que incluyan la aceptación de propiedad productiva privada.
Por otra parte, en Estados Unidos el nuevo presidente resultante de las elecciones de 2008 podría ser más compulsado por los agricultores y petroleros para flexibilizar la política hacia Cuba, debido a las complicadas circunstancias económicas en ese país, que demandarán aún más incrementar la exportación de alimentos y obtener la prospección y explotación de los posibles yacimientos en el Golfo de México. Esto estimularía la competencia con Europa y otras áreas, e indudablemente la cercanía y la competitividad privilegiarían las relaciones con Estados Unidos, que siempre deberán ser balanceadas y respetuosas a la soberanía cubana.
La sociedad civil emergente deberá trabajar por que se establezca el marco jurídico correspondiente a esta etapa. Un problema básico también será la actitud de la población hacia las nuevas posibilidades que tendría, para que no existan excesos como las revanchas e injusticias después de tantos años de delaciones, cárcel y exilio. Llevará tiempo y mucha dedicación, la restitución de los valores humanos perdidos, que lamentablemente han deformado al cubano, así como para lograr la actividad consciente y realmente participativa a fin de sobrepasar el marco económico de las reformas.
Si se aplicaran cambios, las autoridades deberían dar participación a toda la sociedad, incluida la disidencia. Sin embargo, puede preverse un recrudecimiento de los sistemas de control sobre la población y la represión a la oposición, por el temor de que cierta libertad económica estimule ansias de independencia política. Quizás se trataría de desvirtuar a los disidentes mediante las campañas de pretendido descrédito e imposición del miedo en los ciudadanos para que no los apoye o se una a ellos. Por tanto, los progresos de la sociedad civil serían difíciles, fundamentalmente si se realizaran nuevas olas de encarcelaciones.
Hasta el presente el gobierno de Cuba ha prometido a las naciones democráticas y prestigiosas suscribir los pactos internacionales de derechos humanos, que deberá ratificar la Asamblea Nacional del Poder Popular. De no respetarse esos instrumentos, comenzando por la liberación inmediata de los prisioneros de conciencia y políticos pacíficos, la comunidad internacional tendría que escoger el camino de tornar la espalda a la realidad cubana en aras de lograr espacios para sus empresarios, o no abandonar al pueblo cubano.
Democracia y respeto a los derechos humanos es lo más deseado, pero la posibilidad de lograrlos a corto plazo es imprevisible. Si las autoridades cubanas no produjeran los cambios requeridos, el pueblo podría soliviantarse y entonces el desenlace sería violento, lo cual no es deseado, pero está latente. Una represión sangrienta contra la oposición y el pueblo podría ocurrir y, en tal caso, la sociedad civil retrocedería tremendamente.
El futuro de Cuba se vislumbra complejo. Se requiere fortaleza de convicciones y gran amor a la Patria para construir la democracia entre todos los cubanos.
Miriam Leiva (Encrucijada, 1947)
Periodista Independiente cubana.
Fue diplomática en varios países de Europa.
Miembro fundadora de las Damas de Blanco.
Reside en La Habana.