Por Humberto J. Bomnín
Abordaré algunas realidades, las ya vividas, las que vivimos en el presente, e imaginarán han de venir después en otros escenarios inmediatos y futuros.
Por Humberto J. Bomnín Javier
Abordaré algunas realidades, las ya vividas, las que vivimos en el presente, e imaginarán han de venir después en otros escenarios inmediatos y futuros. Es bueno meditar las actitudes que cada uno de nosotros hemos adoptado en cada momento, porque de aquellas depende tener conciencia y responsabilidad suficiente respecto a saber: en qué momento estamos, hacia dónde nos dirigimos, y cuáles deben ser las actitudes más sensatas a tomar, cada cual según sus carismas, sus capacidades y valores.
Estos presupuestos temáticos que anuncio darían suficiente contenido para escribir un extenso ensayo, una historia socio-cultural. No me propongo, una, ni la otra.
Por lo estrecho del espacio, me referiré a la realidad de Cuba, la Patria de todos lo cubanos y cubanas. Nos asiste el deber y derecho que cada uno debe cumplir y ejercer, para adoptar, como miembros de la sociedad civil y de manera responsable, un proyecto, una hoja de ruta, o una utopía para el mejoramiento presente en el aquí, el ahora, y para el futuro; independientemente de si somos del campo o la ciudad, sin importar edad profesión, oficio, género, color de la piel, filiación política, creencias religiosas, o la no creencia.
Martí nos enseñó que: “…libertad es el derecho que todo hombre honrado tiene a hablar y pensar sin hipocresías, el hombre que no habla y piensa sin hipocresías, no es un hombre honrado”
Todos tenemos el deber y derecho a continuar debatiendo en diálogo respetuoso e inteligente las posibles soluciones que nos permitan levantar la nación para bien de todas las partes sin injerencias foráneas de ningún tipo y comenzar, todos juntos, a transitar el camino de la reconciliación y la convivencia social que nos consienta al fin, ver la luz al final del largo túnel que venimos recorriendo hace ya más de 50 años.
No hay que descalificar a nadie, ni atacar a las personas, todos somos o debemos ser protagonistas de nuestra propia historia personal y social, presente y futura.
Primero, no es necesario borrar la historia acontecida durante algo más de medio siglo, aunque sí será necesario, pronto, reconstruirla desde la verdad y la honestidad, porque a un pueblo sin historia o con una historia desvirtuada, encubierta, llena de secretismos, tergiversada con objetivos esencialmente ideológicos, unipartidistas, le ha de costar muy caro avanzar con paso seguro en el presente hacia un futuro luminoso.
Ahí tenemos de ejemplo logrado en nuestra propia Latinoamérica en un tiempo muchísimo más corto que nosotros, sin el desgaste y sufrimiento humano de tantas generaciones. Ahí están los pueblos de Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, Bolivia, que han logrado notables avances desde la democracia, sin monopartidismos, sin los rígidos estamentos de los ismos con sus sistemas socio-económicos autocráticos inoperantes a través de todas las prácticas conocidas en la historia y sí llevadas a cabo por democracias genuinas donde el pueblo ha sido un verdadero protagonista y beneficiario. Pueblos donde se ha gobernado en equipo sin autoritarismos ni determinismos personales, al contrario, eso sí, con consultas populares y democráticas genuinas.
Aun así con las diferencias que nos marcan, no debemos excluir a ninguno de los protagonistas de nuestra historia particular, porque ellos pueden y deberían estar en disposición de permanecer y facilitar el tránsito gradual, sin prisas, pero sin pausas, evitando dolorosas demoras con el consiguiente sufrimiento y desgaste ya demasiado prolongado por el que ha transitado este pueblo.
No es la primera vez que ocurren estos llamados de exhortación en la historia, llamados a pensar con cabeza propia, a la unidad en la diversidad, sin uniformidad, con civismo, sin incondicionalismos, sin autoritarismos ni paternalismos autocráticos, preparando y formando a hornadas de jóvenes profesionales entrenados en el civismo, las virtudes, la justicia y la libertad.
En otros tiempos, la Iglesia, los opositores, han hecho estas exhortaciones, ejemplo de ello son el Padre Félix Varela, José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, José Antonio Echevarría.
Otros cubanos y cubanas lo han hecho durante este final de más de medio siglo, entre revolucionarios, opositores, hombres de la talla de Oswaldo Payá Sardiñas, ya desaparecido físicamente, para mencionar solamente a uno de ellos, pero cuyo pensamiento e ideario vive y vibra en el corazón de muchos hombres y mujeres cubanos de nuestro presente, sin que por ello tenga que ser para todos el único ni el mismo pensamiento uniforme de ideal seguido al pie de la letra, e incluso, la esencia del mismo probablemente enriquecida de forma diversa y libre.
En esta larga escuela, el ciudadano, las personas de esta nación junto a la sociedad civil, han ido aprendiendo a realizar sus propios discernimientos, a valorar, ponderar sus propias meditaciones, a desprenderse de sus miedos, a analizar los acontecimientos sin que nadie le tenga que indicar o intentar entregarle una verdad capsulada a la medida de las intenciones de predominio y sojuzgación de la voz oficial en el poder.
Esto ha podido ocurrir, a pesar de haber sufrido, y sufrir aún este pueblo durante largos períodos las estrategias y tácticas de persecución, intimidación, descalificación y ataque a las personas bajo la égida y control estricto de métodos represivos coercitivos, con todos los recursos jurídicos y manipulación oficial, con la anuencia de todos los medios de la información y difusión de un solo color al servicio del único poder, y lo más importante, descalificando cualquier manifestación acusando a sus defensores de enemigos del pueblo, y de entes al servicio pagado del enemigo mayor del norte.
Qué decir de las artimañas semánticas para afianzar la identificación maniatada de una fórmula sinonímica fuertemente difundida y extendida con el fin de lograr la pretendida identificación desprestigiada, de igualar unos conceptos de fuerte carga semántica mediante sustantivos para designar la falsa relación de identificación unívoca entre las nociones de: patria, líder, revolución, partido, nación. Ya esa artimaña o subterfugio ha sido develada hace bastante tiempo; fue creada para garantizar la eternización en el poder con argumentos fundamentalistas y dogmáticos.
Pero el continuismo permanece, por momentos parece como si se radicalizara, pues no se ven por parte de la oficialidad del poder, sinceras intenciones de cambios profundos. Sabemos que los cambios profundos en un sistema socio-económico de la naturaleza del nuestro son más imposibles que difíciles, lo que lo hace más débil y vulnerable de forma intrínseca y sin remedio, porque las causas de resquebrajamiento se agudizan, se complejizan cada vez más, llevando al caos y al desgobierno, a la indisciplina social y a la respuesta cívica silenciosa. Dejémonos de subterfugios, los cambios son cambios para no seguir igual en lo mismo, cambiar es dejar una cosa o situación para tomar otra, convertir algo en otra cosa, frecuentemente su contraria. Cambiar la pena en gozo, el odio en amor, el llanto en risa, cambiar de rumbo, cambiar no es conceder unos derechos que habían sido suspendidos arbitrariamente como los derechos de propiedad privada sobre algunos objetos o inmuebles de propiedad personal, como los vehículos y las viviendas, que en todas partes del mundo libre existen, ni es suavizar restricciones sobre el derecho humano a viajar y a emigrar; restricciones, valga la redundancia, que no existen en la mayoría de los países del mundo. Cuando un ciudadano de otra parte del mundo emigra, nunca deja de ser ciudadano de ese país, ni pierde sus derechos ciudadanos, salvo muy raras excepciones, por tanto las leves suavizaciones de algunas restricciones y limitaciones de la libertad ciudadana, que todavía padecemos, no son cambios, son derechos restringidos que han sido ligeramente suavizados pero sin llegar a ser totalmente restituidos ni totalmente liberados.
La liberalización y entrega de tierras en usufructo para ponerlas en producción, no han constituido aún un cambio sustancial, pues todavía su organización y disfuncionalidad no han logrado satisfacer las expectativas de alta productividad en renglones alimenticios del agro, ni han logrado siquiera el abaratamiento de sus precios para la necesaria e imprescindible alimentación de la población.
El cuentapropismo se torna insuficiente aún para satisfacer precios bajos y calidad en los servicios y si lo lograra no es un índice de fuerza capaz ni suficiente como para levantar la economía de un país; con chinchalitos, y carretillas en las calles no se levanta la economía de ningún país.
Las reformas educacionales no son sustantivas ni logran alcanzar a desarrollar las necesidades volitivas, axiológicas de las presentes y futuras generaciones, pues el hombre nuevo no aparece por ninguna parte después de más de 50 años en el desgastado empeño para lograrlo.
La asistencia médica pierde calidad en su atención primaria y hospitalaria, tanto en lo cuantitativo, como en lo cualitativo, en lo que responde al orden profesional y humano. Por otro lado, tenemos la precaria calidad de algunas instalaciones donde se prestan estos servicios. En muchos lugares que los “de a pie” visitamos, sigue ocurriendo lo mismo que en décadas atrás, es verdad, existen, ahí están, las instituciones, las instalaciones, están los equipos técnicos, los inmuebles, la logística, pero falta el ser humano con las condiciones para cumplir con ética, justicia y dignidad los requerimientos mínimos que exige la condición humana para este tipo de trabajo, y así pueda el profesional cumplir y servir con competencia, humanidad y justicia. Razones objetivas y subjetivas no le permiten alcanzar al personal médico en general, las condiciones para el feliz cumplimiento de su trabajo, y ejercer con dignidad y entrega la valiosa misión de brindar salud en su propia tierra a sus compatriotas.
Todos somos agentes de cambio, con nuestra presencia, con nuestro ejemplo, dispongámonos a la acción que permita dar un giro que desfigure las incongruencias y permita formar y preparar a las nuevas generaciones, sacándolas de los caminos trillados del mismo estilo, del mismo discurso y retórica, de las mismas consignas y de que todo marcha, que ahora sí vamos a alcanzar las metas propuestas, y a transitar por el camino correcto, acompañados de informaciones populistas, triunfalistas, prometedoras pero sin frutos, ni resultados plausibles.
Cuanto más demora y temores haya en efectuar los cambios que son necesarios, más se prolongará el sufrimiento del pueblo, más se distanciará la posibilidad de un verdadero contrato social para un consenso hacia la democracia, la convivencia social y el acceso a los derechos civiles, éticos, sociales y políticos que necesita la reconstrucción de la Casa Cuba para el disfrute de todos los cubanos de dentro y fuera de la Isla.
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Humberto J. Bomnín Javier (Pinar del Río, 1944)
Licenciado en Español y Literatura
Fue Director de la revista Vitral de 2011-2012
Catequista y miembro de la Pastoral de Educación