Una economía próspera es siempre el resultado de altos grados de conciencia cívica. Ya sé que esto es discutible si solo vemos el corto plazo, pero está demostrado en la historia a largo plazo. Muchas veces en la historia económica de los países ha habido momentos de auge causados por determinadas circunstancias, pero solo son sostenibles si en esos momentos los ciudadanos se acostumbran a actuar con la conciencia del poder que ejercen sobre el mercado.
Cada consumidor en Cuba parece decir cuando compra: “¡no importa el gramaje o la calidad, lo importante es el precio!”. Cada administrador de empresa estatal parece decir: “¡hagámoslo todo lo más ineficientemente posible!”. Cada trabajador parece decir: “Me da lo mismo lo que me paguen, por poco que sea, no trabajaré para ganármelo”. Esta es una de las causas y al mismo tiempo consecuencia, del fracaso de la economía cubana.
Un negocio quizás prospere, temporalmente, sin ética y sin civismo, pero la economía no. La prosperidad necesita de empresarios conscientes de la importancia de la eficiencia, de la calidad, de la innovación, del respeto a los consumidores y a los trabajadores, que compitan limpiamente. La prosperidad necesita de trabajadores conscientes de sus derechos, que reclamen salarios justos y condiciones de trabajo humanas, que busquen la excelencia en su trabajo y cuyo sentido de la responsabilidad sobrepase el salario que recibe. La prosperidad necesita de consumidores conscientes de su poder para regular el mercado, que premien con su preferencia los productos y servicios con mayor calidad, a los que cuiden el medio ambiente, a los que respeten y satisfagan mejor las necesidades de los ciudadanos, que paguen sus impuestos y sus deudas.
Concedo que estas actitudes no son siempre fruto de la conciencia, sino de intereses personales o de políticas coercitivas o estimulantes. En ese juego social, serían más sostenibles actitudes económicas positivas que sean fruto de una adecuada educación cívica. Es cierto también que una buena educación económica solo puede ser fruto de una economía estable y en condiciones de alcanzar la prosperidad. Se necesitan opciones, libertad de iniciativa y decisión, salarios justos, equilibrios, precios diferenciados y en correspondencia con la calidad, etc.
Gracias a Dios, en los últimos tiempos en el mundo cada vez es más evidente la convergencia entre el alcance de los objetivos personales que tienen que ver con la ganancia y la prosperidad, y los intereses sociales de alcanzar índices importantes en desarrollo humano integral. Esperemos que no sea menos en la Cuba futura.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.