Cuba no podrá cambiar sin un cambio profundo en cuanto al ejercicio del derecho a todos los tipos de propiedad sobre los bienes materiales tangibles e intangibles. De esto depende, en gran parte, el sentido de pertenencia, el desarrollo económico y el grado de participación democrática.
La relación entre propiedad y progreso es la misma relación que existe entre libertad y desarrollo humano y social. Es también la misma relación entre soberanía ciudadana y participación democrática. Ningún país puede progresar si cada uno de sus ciudadanos no puede ejercer su soberanía personal y comunitaria sobre los medios, bienes y creaciones tangibles y espirituales. Cuba no avanza económicamente porque la propiedad de todos los medios de producción, las empresas de impacto en la economía y todas las relaciones económicas y financieras, importadoras y exportadoras de la nación, están en poder del Estado.
El bloqueo del Estado cubano al ejercicio del derecho a las diferentes formas de propiedad es la causa más profunda de la crisis económica que Cuba vive. Tanto los bloqueos externos como internos deben cesar. Ambos son éticamente objetables. Sobre todo es inaceptable el bloqueo que un pequeño grupo de cubanos en el poder ejerce sobre las iniciativas emprendedoras de la inmensa mayoría de sus compatriotas, de la Isla y de la Diáspora.
El Papa Juan Pablo II lo decía con énfasis: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Pero este reclamo, aún no tiene respuestas en reformas urgentes y sustanciales. El bloqueo sobre la propiedad y sobre la iniciativa privada es la raíz que está en las estructuras mismas de la economía y de la política. Se trata de la ineficiencia del sistema económico, no solo de falta de recursos. Se trata de que el modelo no funciona, porque está centralizado en manos de la burocracia estatal y no solo porque los niveles de productividad sean de los más bajos.
Sin propiedad no hay responsabilidad
El asunto no es la mera necesidad de mayor control, exigencia y disciplina, como repiten las consignas, sino que la raíz de todo es la falta de responsabilidad por parte de los ciudadanos y de los burócratas que no tienen sentido de pertenencia, no porque sean malos, sino porque son cuerdos, ya que casi nada que repercuta en la economía, les pertenece, ni siquiera su buró. ¿Cómo pedirle a alguien que se “sienta” dueño si no tiene la propiedad, o parte de las acciones, de su empresa, de su granja, ni de sus sueños de progresar en el país donde vive? ¿Cómo pedir un “mayor sentido de pertenencia” si nada, o casi nada, importante del País le pertenece? ¿Cómo lograr que alguien se “sienta parte” si “no tiene parte” significativa en la economía de su país, ni en la mediana y gran iniciativa empresarial, ni en las inversiones, ni en los servicios, ni en el comercio, ni en el mercado mayorista, ni en los planes estratégicos de su propio país?
Cuba necesita para reconstruir su futuro mayores grados de libertad, pero alcanzar la libertad sin asumir la responsabilidad es intentar que circule una moneda de una sola cara. La otra cara de la misma moneda del progreso es la responsabilidad personal, empresarial, cooperativa, comunitaria, pública. Y la responsabilidad solo surge y crece cuando el ciudadano puede ejercer el derecho de propiedad. De todos los tipos de propiedad: personal, empresarial, cooperativa, mixta, privada y pública.
No puede haber un socialismo próspero y sostenible, sin el ejercicio ciudadano de todas las formas de propiedad. Aún más, no puede haber verdadera economía sin propiedad y pertenencia, efectiva y segura. Los Lineamientos Económicos y Sociales del Partido y la Revolución en sus primeros números no dejan lugar a dudas: el Gobierno y el Partido Comunista de Cuba se proponen mantener, “actualizar”, y no cambiar, el modelo ya conocido de un llamado socialismo con economía centralizada y totalmente planificada por el Estado; incluso sobre muchos de aquellos nacientes “trabajos por cuenta propia”, eufemismo para denominar una reducida lista de permitidos oficios medievales.
Todas las demás reformas, aunque se acercan un poco más a la racionalidad, y abren nuevas posibilidades de trabajo, pertenecen solo a una lógica de la precariedad para abrir un poco más las posibilidades de subsistencia. Todas las reformas, incluidas las que intentan crear una agricultura sostenible, o pequeños servicios privados, chocan con el muro del bloqueo del Estado, cuya armazón estructural obsoleta constriñe a los que intentan progresar, apocan la productividad, limitan la expansión de la creación de riquezas y burocratizan las leyes del mercado.
No se puede crecer productivamente si, mientras puja la iniciativa privada y empuja el carácter emprendedor de los cubanos, estos “partos” de progreso y creatividad se mantienen aprisionados por los “fórceps” de un modelo de economía centralizada, y primordialmente estatal, que basa su dinámica en el control, el ahorro y la confiscación, a la vez que no libera los demás tipos de propiedad que no sea la estatal centralizada y probadamente ineficiente durante más de cinco décadas. Suficiente tiempo para este “experimento” económico, político y social.
Propuestas urgentes
Cuba debe proponerse, para el presente más inmediato, las siguientes reformas estructurales:
- Reconocer, proteger y promover todos los tipos de propiedad: privada, cooperativa, mixta, participativa, estatal.
- Reconocer, proteger y promover el derecho a la libertad de empresa y de autogestión y co-gestión empresarial.
- Reconocer, proteger y promover el derecho de todos los cubanos a la inversión, dentro y fuera del País.
- Reconocer, proteger y promover el derecho de todos los cubanos al comercio interior y exterior.
Este tipo de reformas, relativas al reconocimiento y al ejercicio de la propiedad, garantiza, por un lado, el cumplimiento del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que el Gobierno cubano ya firmó pero que no ha ratificado para hacerlos ley propia, ni los ha implementado, ni siquiera los ha previsto en los Lineamientos Económicos y Sociales, interminable agenda de trabajo que se muerde su propia cola.
Por otro lado, el ejercicio del derecho a la propiedad, a la libertad de empresa, a la inversión y el comercio por parte de los cubanos de la Isla y de la Diáspora, es la única forma cuerda de promover “el sentido de pertenencia”, porque solo teniendo lo que nos pertenece por derecho y por el trabajo; y porque solo siendo realmente parte significativa y activa de la gestión y propiedad empresarial, de las finanzas, del comercio y de la inversión en nuestro propio país, se pueden cuidar, renovar, incrementar y sostener las fuerzas productivas, el cuidado del ecosistema, la creación de riquezas y su distribución con crecientes grados de justicia social.
¿Con qué negociar con los países de la CELAC, los Estados Unidos, la Unión Europea y el resto del mundo?
Cuba necesita abrirse al mundo. No existe economía aislada en mundo globalizado. Y estamos de acuerdo con que se levanten todos los bloqueos, embargos y trabas internas y externas al comercio y a la cooperación. Pero, ¿cómo se puede comerciar, cooperar e insertarse en la economía mundial si el País no funciona, la iniciativa no se libera, la productividad no crece, la corrupción avanza, el burocratismo frena, las viejas estructuras se resisten a cambiar, la propiedad sigue en manos del Estado que no puede abarcarlo todo, ni debe?
¿Con qué va a negociar Cuba si no crea riqueza material, si no reconoce todas las formas de propiedad, si no cambia para un modelo social de mercado, en que se respeten las leyes económicas, se liberen las fuerzas productivas y se cambien las relaciones de producción, para hablar en un lenguaje en que podamos dialogar y entendernos?
Casi todos los demás países tienen economía de mercado, propiedad privada, comercio cada vez con menos trabas, finanzas en camino de saneamiento, y un sistema tributario y crediticio que estimula la iniciativa empresarial, la creación de riqueza. Un número significativo de ellos trabaja por la sostenibilidad ecológica e intentan un intercambio económico internacional diversificado y sin dependencias foráneas. La interdependencia más la integración constituyen la nueva fórmula de la economía mundial.
Lamentablemente, Cuba no puede, todavía, negociar con una aceptable reciprocidad, con esa comunidad de naciones formada por los países de la CELAC, de la Unión Europea, de China, o de los Estados Unidos, manteniendo la vieja e ineficiente estructura económica inexistente en el mundo de hoy.
Las verdaderas y sustanciales reformas económicas, no solo son absolutamente necesarias y urgentes para alcanzar una economía floreciente y sustentable, sino que son una premisa para poder negociar y establecer unas relaciones económicas internacionales sostenibles, en igualdad de condiciones para el comercio y el crédito, aunque con diferentes grados de desarrollo. Estas reformas económicas servirían también para evitar la dependencia de Cuba de una nación o de un bloque regional. Esta dependencia es tan éticamente inaceptable como los bloqueos y embargos mantenidos desde fuera, o por el Estado cubano, al ejercicio de los derechos humanos de sus ciudadanos, a su economía interna, a la felicidad y al progreso sostenible.
Creemos que Cuba no podrá abrirse al mundo, ni el mundo podrá negociar con Cuba, si el Estado cubano no se abre, definitiva y simultáneamente a sus ciudadanos, con el respeto y reconocimiento de todos los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, sin los cuales, por mucha buena voluntad que tengan las demás naciones, no tendremos, nada o casi nada, que producir, ofrecer, negociar o intercambiar.
En vano se comenzarán diálogos y negociaciones, tratados comerciales e integraciones regionales con un país ineficiente. El tiempo confirmará que, sin reformas económicas, sociales y políticas, auténticas y basadas sobre los Pactos de Derechos Humanos, Cuba no tendrá casi nada que poner sobre las mesas de negociaciones bilaterales, los tratados regionales, o las cumbres presidenciales. La economía no engaña. La realidad tampoco.
No obstante, siempre quedan el talento, el trabajo y la alta capacidad de servicio e iniciativa de los cubanos y cubanas. Solo hay que liberarlos.
No hay tiempo que perder.
Pinar del Río, 8 de mayo de 2013