Olvidadas y excluidas de los libros de historia, poco se ha dado a conocer a las mujeres que viajaron con los conquistadores al Nuevo Mundo. Pero en los últimos años unos pocos historiadores se han interesado en este tema, y han desempolvado algunos documentos que contienen valiosos testimonios de muchas españolas que en el siglo XV fueron en los navíos a América. Cristóbal Colón no llevó mujeres en su primer viaje, pero en el segundo (1493) fueron tres: dos Catalinas y una María; y en el tercer viaje (1497), con la tripulación iban 30 españolas. Los hombres no fueron solos. En las naves las mujeres experimentaron el temor a la muerte y a lo desconocido, así como las mismas condiciones y dificultades que el resto de la tripulación. Desde 1520-1539, y de 1540-1559, la emigración femenina española aumentó del 6,3% al 16,4% de la población total de emigrantes. De hecho, en el siglo XVI, de los 45,327 viajeros a América registrados en archivos, 10,118 fueron mujeres.
El ilustre Inca Garcilaso de la Vega[i] nos dice:
“Superiores intelectualmente a muchos hombres de su tiempo, entre estas adelantadas se contaban mujeres de letras, monjas que, en su mayoría desde las celdas, escribían poesía y teatro, estudios musicales y filosóficos, dedicadas también a la caridad o a la educación, que regentaron muchas de las escuelas levantadas en los primeros años. Una almirante, virreinas, adelantadas, gobernadoras… la mujer ejerció en América un liderazgo poco común, y ocupó puesto de responsabilidad que les estaban vedados en Europa. La mujer gobernaba, legislaba, administraba e impartía justicia y contribuyó, como en pocos momentos de la historia, a la configuración de una nueva estructura social”[ii].
Fueron hidalgas, amas de casa y hasta sirvientas negras, esclavas o libres. También viudas y solteras, y algunas parientes de los conquistadores. Iban por necesidad o por obligación porque viajaban con el esposo y su familia. Aunque en el comienzo fueron para hacer labores “mujeriles” o de la casa, como se decía entonces, que eran lavar, coser, cocinar, y demás, por necesidad acabaron teniendo otros deberes que poco a poco las empoderaron. Pues mientras sus maridos, padres o hermanos se ausentaban y marchaban a lo desconocido, a descubrir tierras inhóspitas, la esposa, la hija o la madre tuvieron que no solo tomar las riendas del hogar, sino también de la familia, las tierras, las posesiones, la defensa de sus ciudades, y de todo lo que fuera necesario. Así fue como abrieron nuevos horizontes que les dieron confianza en su capacidad de emprendedoras.
En estas décadas se destacan Isabel Barreto, María Escobar, Beatriz de la Cueva, Catalina de Erasmo. Va María Álvarez de Toledo y Rojas quien viaja en la expedición de Diego Colón, “…y con ella algunas dueñas y doncellas hijasdalgo… eran mozas que se casaron [en República Dominicana] con personas principales y hombres ricos de los que acá estaban porque en la verdad, había mucho falta de tales mujeres de Castilla”, termina diciendo un cronista. Una de las figuras más importantes fue Mencía Calderón, mujer de Juan de Sanabria. Se dice que era una dama noble, fuerte, y que fue la primera expedicionaria en el Río de la Plata y de Asunción del Paraguay. Allanó el camino no solo para las mujeres sino también para los conquistadores, y plantó su semilla en el Nuevo Mundo donde en el medio de la selva implacable se creó una nueva civilización. Después de la muerte de su marido, se hizo cargo de la expedición, y al frente de 50 mujeres atravesó 1,600 kilómetros de selva en una expedición peligrosa de más de seis años.
Inés Suárez, natural de Plasencia en Extremadura, España, zarpó hacia las Américas con la expedición de Pedro de Valdivia, que luego pasó a ser el primer gobernador de Chile. Los historiadores la describen: “Inés Suárez era una mujer con unas cualidades excepcionales. No solo era bella, bondadosa y leal con los suyos, sino que además poseía una gran dosis de ingenio que en uno de los momentos más críticos hizo que se salvase el campamento de los españoles”. Otras mujeres fueron las hermanas Juárez, hijas de Juan Juárez, quienes el cronista de Indias consideraba “bonicas”. Una de ellas, Catalina, casó con Hernán Cortés. María de Cuéllar hija del tesorero de La Española, Cristóbal Cuéllar, según la Academia de la Historia de España, “era mujer muy virtuosa que había pasado a Indias en el séquito de damas que acompañaron a la virreina, María de Toledo, esposa de Diego Colón. Casó con Diego Velázquez, conquistador de Cuba, aunque poco duró el matrimonio, pues María falleció una semana después de contraer nupcias[iii].
Fueron importantes las gobernadoras Aldonza Villalobos en Venezuela, y Beatriz de la Cueva en Guatemala. María Escobar fue la primera en importar y cultivar trigo en América. Isabel Barreto estuvo al mando de una expedición al Perú, y que fue el único Adelantado del océano de sexo femenino que menciona la historia.
De entre todas, María Estrada fue la única mujer reconocida por sus proezas de guerra. Cuando descubría el Amazonas, nombrado así precisamente porque dice el cronista que llegó en su viaje río abajo a la aldea de las amazonas, mujeres que, según un mito muy antiguo, se habían cortado un seno para disparar mejor el arco y cuyas fuerzas bastaban para dominar ocho hombres cada una. Montada a caballo y lanza en ristre como un cruzado, María Estrada luchaba en la guerra si era necesario. Según Bernal Díaz del Castillo[iv] primero vivió cinco años como esclava de un cacique en Matanzas, Cuba, donde perecieran todos sus compañeros a manos de indios, y por ello hasta el día de hoy, se llama el lugar Matanzas en recordación del suceso. Y dice Díaz del Castillo:
“Que antes que aquella isla de Cuba se conquistase, dio al través un navío en aquella costa, cerca del puerto y del río que he dicho que se dice Matanzas, y venían en el navío sobre treinta personas españoles y dos mujeres, y para pasarlos de la otra parte del río, porque es muy grande y caudaloso, vinieron muchos indios de La Habana y de otros pueblos con intención de matarlos y de que no se atrevieron a darles guerra en tierra, con buenas palabras y halagos les dijeron que los querían pasar en canoas y llevarlos a sus pueblos para darles de comer. Ya que iban con ellos a medio del río en las canoas, las trastornaron y mataron que no quedaron más de tres hombres y una mujer que era hermosa, y la llevó un cacique (se refiere a un jefe indio) de los que hicieron aquella traición y los tres españoles repartieron entre sí. Y a esta causa se puso aquel nombre puerto de Matanzas. Yo conocí a la mujer, que después de ganada la isla de Cuba se quitó al cacique de poder quien estaba, y la vi casada en la misma isla de Cuba, en una villa que se dice la Trinidad, con un vecino de ella que se decía Pedro Sánchez Farfán”[v].
Al enviudar, María volvió a casarse, esta vez con Alonso Martín Partidor, y fue una de las fundadoras de Puebla de los Ángeles en México, donde permaneció hasta el final[vi].
En Cuba, las mujeres eran consideradas como seres de segunda categoría, desconectadas de la historia, hecha por los hombres, los que tal vez le dedicaron un párrafo en los libros y nada más, pues las consideraban inferiores tanto física como intelectualmente. Sin embargo, sabemos de Doña Guiomar de Guzmán, española de nacimiento, pero cubana de sentimiento, que llegó a Santiago de Cuba en 1521 con 50 años acompañando a su esposo, el contador Pedro de Paz.
Después del fallecimiento del esposo en 1539, quedó Guiomar como heredera de todos sus bienes, y decidió regresar a su Sevilla natal y deja entonces al obispo de Cuba, fray Domingo Sarmiento, como administrador de sus propiedades en la Isla. Pero en 1540 regresa a la Isla y allí se convierte en una experta en el negocio de la explotación del cobre, produciendo entre 1540-1546 más de 90,000 libras del mineral[vii]. Luego se casa con Juanes Dávila (1544-1546), el nuevo gobernador de Cuba quien resultaría un mal gobernante, y que fue objeto de quejas por sus negocios impropios y quien fue procesado y enviado preso a Sevilla.[viii] Pero Doña Guiomar permanece en Cuba. La historiadora cubana Hortensia Pichardo, una de sus biógrafas, nos deja este comentario:
“su nombre aparece con frecuencia en los documentos de Indias. Posiblemente ocupó ella, mujer inteligente, al volver a Cuba, seis o siete años después de su partida, el lugar que había dejado vacante su esposo, en la maquinaría política de la Isla, y probablemente su casa fue centro de las intrigas y habladurías del momento”[ix].
Aunque aparentemente hubo quejas contra ella porque dicen que maltrataba a los indios que se quejaban de que ella los mataba de hambre y no les daba de comer[x], fue muy astuta pues rompió con los protocolos establecidos, manejó situaciones difíciles, y se convirtió en la primera mujer que ocupó un lugar importante en los inicios de la colonia en la Isla. Emilio Bacardí Moreau le dedicó una novela-leyenda, “Doña Guiomar, tiempos de la conquista”[xi].
El Adelantado, Hernando de Soto, (Badajoz, 1500-río Misisipi 1542), conquistador y explorador español, contrae matrimonio con Isabel (o Inés) de Bobadilla en 1537 en España, y habiendo sido nombrado gobernador de Cuba, parte con su mujer para La Habana. Aunque autoritaria y firme, dicen que Isabel también era amorosa y que tenía gran sensibilidad. En 1539 De Soto tiene que ausentarse para hacer una expedición por el continente americano y decide dejar a Isabel a cargo del gobierno civil y militar de Cuba. Tenía Isabel una gran responsabilidad en sus manos. A solo ocho días de marchar De Soto comenzaron los problemas para Isabel quien tuvo que enfrentarse con litigios y querellas.
Pasaban los días e Isabel solo pensaba en el regreso de su marido. Cuenta la tradición que la gobernadora empleaba largas horas, y por años enteros, esperando al esposo en la torre de vigía (la atalaya) del Castillo de la Real Fuerza. Aquella larga espera convirtió a Isabel en un personaje legendario que oteaba el horizonte intentando ver las naves que traerían a su esposo de regreso a casa. Pero Hernando de Soto no regresaría nunca ya que fallece en Ferriday, Luisana en 1542, e Isabel tiene que seguir al frente de todo, siendo la única mujer que, hasta el día de hoy, haya dirigido el gobierno de la Isla. Regresó a España y finalmente murió de amor.
Unos años más tarde un artista habanero de origen canario, Gerónimo Martín Pinzón, se inspiró en aquella mujer y en su recuerdo esculpió una figura. El entonces gobernador de la ciudad, don Juan Bitrián Viamonte, mandó a fundir la escultura en bronce y colocarla, como una veleta, sobre la torre añadida al Castillo de la Real Fuerza. Lleva el nombre de Giraldilla en recuerdo a la Giralda de Sevilla, ciudad natal de doña Isabel, mujer que fue símbolo de la fidelidad conyugal, de entereza y de esperanza. Isabel de Bobadilla supo administrar y dirigir como gobernadora por varios años, el rumbo de los destinos de Cuba.
La última mujer de importancia en Cuba en esta época, pues no hay noticia o no se ha investigado o encontrado ninguna otra hasta el momento, fue Beatriz Agustina de Justiz y Zayas Bazán (1733-1807), nacida en La Habana el 24 de febrero de 1733 cuando su padre era coronel de los Reales Ejércitos y gobernador de La Florida. Fue una distinguida dama de grandes dotes literarios, considerándose una de las dos poetisas más sobresalientes del siglo XVIII junto a la Condesa de Merlín, María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo[xii]. En 1751 Beatriz contrae matrimonio con su primo, Manuel José de Manzano y Justiz, primer marqués de Santa Ana y contador del Real Tribunal de Cuentas de la Isla. Beatriz, de carácter firme y personalidad enérgica que, por su elocuente defensa de los derechos de la mujer, no fue bien vista en la sociedad de su época.
Sus escritos demuestran un temperamento fuerte y un profundo amor a Cuba. Escribe sobre la toma de La Habana por los ingleses[xiii] en la que denuncia al gobernador Portocarrero y sus hombres permitir la ocupación de la ciudad. En 1762 los ingleses llegaron por la bahía de La Habana y los españoles tuvieron que defender la ciudad con valentía, pero quedando al final derrotados. Dos meses después de haber capitulado la ciudad aparecen unos documentos dirigidos a Carlos II, Rey de España, fechados el 25 de agosto de 1762 y que se cree fueron redactados por mujeres. Algunos investigadores opinan que el Memorial posiblemente fue redactado por Beatriz de Justiz y Zayas Bazán, marquesa de Justiz de Santa Ana, quien por entonces contaba 29 años. Según el historiador Manuel Moreno Fraginals[xiv], los documentos están firmados por los (o las) escribientes, y en ellos refutan la estrategia militar del capitán general, se lamentan por excluir a los criollos de las decisiones, y acusan a los españoles de capitular sin antes consultarlo con el cabildo y con el obispo.
Nada menos que cien damas de La Habana firmaron el manifiesto en el que exponen sus quejas contra las autoridades y los responsabilizan de la rendición de la ciudad por falta de destreza, pues según ellas, aquella rendición había sido un acto de cobardía. Las cien damas firmantes, expresan:
“que en acercándose el enemigo […] se retiraron que, usando de voz más propia, ellos huyeran dexando así en desdoro el aire de las Armas dando margen a que los enemigos estimaran como conquista lo que en realidad fue cesión”. Y siguen diciendo: “…esta es la funesta tragedia que lloramos las Havaneras, fidelísimas Vasallas de V.M., cuyo poder mediante Dios impetramos para que, por tiempo, aquí fijado el estandarte de V.M. Esta sola esperanza nos alienta para no abandonar…la patria y bienes”.
En el otro documento enviado al Rey conocido como la Dolorosa métrica expresión del sitio y entrega de La Habana, cuyo manuscrito se encuentra en la Real Academia de Historia de Madrid, las damas plantean las mismas ideas que en el Memorial, y manifiestan sus penas:
“¿Tú Havana capitulada? ¿Tú en llanto? ¿Tú en exterminio? ¿Tú ya en extraño dominio? ¡Que dolor! ¡Oh Patria amada! ¿Por no verte enagenada (sic) cuantos se sacrificaron? Y cuantos más enviaron tu feliz honrosa suerte, de que, con sangre en la muerte, ¿tus exequias rubricaron? Por ti el Paysanaje (sic) atento como logro en tu región la primera respiración. Diera hasta el último aliento”.
Estas damas ya comenzaban a llamar a Cuba “la patria amada”, y en aquel 1762 se adelantaban a la noción de procedencia. Fue muy atrevida y decidida Beatriz Justiz de Santa Ana en aquellos momentos en que La Habana pasaba a manos extranjeras, y en los que la mujer no podía destacarse debido a las arcaicas leyes y costumbres imperantes. La historiadora Aleida Plasencia comentó que era indudablemente “la más importante de las muchas lamentaciones en verso que los habaneros dedicaron a la pérdida de La Habana”[xv].
Un dato importante es que en 1797 en la vida de Beatriz Justiz se cruza un niño negro, Juan Francisco Manzano, hijo de la sirvienta de la Marquesa, y quien lo cuida como un hijo propio. En la Autobiografía que escribe Manzano años más tarde, y que es costeada por Domingo del Monte,[xvi] Juan Francisco Manzano escribe:
“La señora Doña Beatriz Justiz de Santa Ana, esposa del señor don Manuel Manzano tenía gusto cada vez que iba a su famosa hacienda el Molino, de tomar las más bonitas criollas cuando eran de diez a once años; las que traía consigo y dándoles una educación conforme a su clase, su casa estaba siempre llena de criadas instruidas en todo lo necesario para el servicio de ella”.
Hemos visto como han quedado para la historia de Cuba estas precursoras de los primeros años de la colonia: Isabel de Bobadilla, doña Guiomar de Guzmán y Beatriz Justiz de Santa Ana, que son ejemplos de valentía, determinación y audacia. Con sus acciones y decisiones estas damas abrieron el camino a las mujeres cubanas que vendrían después: las escritoras, poetisas, maestras, propietarias, enfermeras y, sobre todo, a las aguerridas mambisas que llegarían a realizar actos heroicos e inclusive entregar sus vidas por la libertad de la Patria durante las guerras de independencia.
La reina Isabel la Católica, siendo una gran defensora de la mujer, vivió orgullosa de todas aquellas pioneras de la conquista de España en América. Dijo la reina: “las mujeres fueron un elemento indispensable en el desarrollo cultural y económico de la colectividad a través de su presencia, actividades, matrimonios, herencia o propiedades, influyendo decisivamente en el desarrollo general del Nuevo Mundo”.
Confiamos que pronto los investigadores encuentren muchos más nombres y hazañas de aquellas pioneras que marcharon a tierras americanas para que nuestra historia no siga permaneciendo ausente de tantas mujeres heroicas.
[i] Gómez Suárez de Figueroa, conocido como Inca Garcilaso de la Vega a partir de 1563 (Cuzco, 12 de abril de 1539-Córdoba, España, 23 de abril de 1616), fue un escritor, historiador y militar nacido en el territorio actual del Perú, considerado como figura del Siglo de Oro de la lengua española.
[ii] Antonio Aradillas, “Las mujeres influyeron decisivamente en el desarrollo del Nuevo Mundo”, www.religiondigital.org
[iii] Real Academia de la Historia de España, “Diego Velázquez de Cuéllar”, https://dbe.rah.es/biografias/5125/diego-velazquez-de-cuellar
[iv] Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Colección «Sepan Cuántos…» Porrúa, México, pp. 16-17.
[v] Ibidem.
[vi] Luis Barjau, “El papel de las mujeres en la Conquista”, Relatos e Historias en México, www.relatoseeeeehistoria.mx/nuestras-historias, 2024.
[vii] Real Academia de la Historia, Guiomar de Guzmán, biografías.
[viii] Ramiro Guerra y Sánchez, Historia de Cuba, tomo I, 1492-1607, El Siglo XX, 1921.
[ix] Hortensia Pichardo, Documentos para la historia de Cuba, vol. 2, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972.
[x] Ibidem.
[xi] Emilio Bacardi Moreau, Doña Guiomar; tiempos de la conquista (1536-1548); Novela histórica, Miami, Mnemosyne Pub. Co., 1970.
[xii] Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín, (La Habana, 1789 – París, 1852) fue una escritora y novelista cubana, mezzosoprano, perteneciente a la sacarocracia cubana. Establece uno de los más brillantes salones parisinos de la época a los que acudieron personajes políticos, músicos, escritores, artistas, y todo el mundo. Es conocida por sus obras Les esclaves dans les colonies espagnoles, 1831), Mes Douze Premières Années (1832). Histoire de la Sœur Inés; La Havane (1843), y otras.
[xiii] La Toma de La Habana por los británicos tuvo lugar durante la Guerra de los Siete Años, en agosto de 1762. Este hecho dejó al descubierto las debilidades de las defensas españolas en el Mar Caribe.
[xiv] Manuel Moreno Fraginals, (La Habana, 1920 – Miami, 2001) fue un historiador, ensayista, escritor, y profesor cubano.
[xv] Aleida Plasencia, “La dominación inglesa vista por el pueblo de La Habana”, Revista de la Biblioteca Nacional, 1960, núm. 1-4, p. 29.
[xvi] Domingo del Monte, (Maracaibo, Venezuela, 1804- Madrid, 1853) fue un crítico y escritor cubano. Estudió en el Real Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio, y allí tuvo por maestro al presbítero Félix Varela. Perteneció a la Academia de Literatura Cubana, y fue director de la Revista Bimestre. Famoso por sus tertulias y amplia producción literaria, actuó como secretario de la sección de Literatura de la Sociedad Económica de Amigos del País.
- Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947).
- Investigadora e historiadora.
- Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
- Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
- Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
- Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
- Reside en Miami, Florida.