Esta entrega es parte de una serie dedicada a hechos y figuras de las ciencias médicas que colocaron a Cuba a la altura de los avances obtenidos en Europa y Estados Unidos, a la vez que desmonta el mito acerca de la inferioridad de la medicina cubana antes de 1959.
A mediados del siglo XVIII las fuerzas productivas de la Isla para continuar su avance, necesitaban de la ciencia. Gracias a la actividad de una clase social emprendedora y a las experiencias y conocimientos acumulados, en mayo de 1861 un grupo de científicos, en su mayoría médicos, fundaron la primera institución de ese tipo en el continente americano: la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Su principal promotor fue Nicolás José Gutiérrez Hernández (1800-1890), quien junto a otros galenos en 1826 propuso establecer una academia de ciencias médicas. La idea se retomó en 1840, cuando el médico, catedrático, publicista y poeta, Ramón Zambrana Valdés (1817-1866), fundó la primera revista médica cubana[1]. Doce años después, en 1852, junto al galeno Félix Giralt Figarola (1826-1881), Zambrana solicitó al Gobierno de España la creación de un Instituto de Ciencias Médicas, gestión a la que se unió el insigne Tomás Romay Chacón (1817-1866). Entre marzo y abril de 1861, ochenta y cinco de los ciento sesenta y seis aspirantes a miembros, eligieron a los treinta académicos con carácter de fundadores[2]. La solicitud fue aprobada por la reina de España, Isabel II, y el 19 de mayo de 1861 se inauguró la institución.
La hazaña fue posible porque la ciencia, como factor de desarrollo, entre otras premisas requiere de libertades para investigar, de una base económica previa, una clase nacional emprendedora, y profesionales competentes, requisitos existentes en la Cuba colonial.
Los médicos, principales impulsores de la Academia, en su primera Junta de Gobierno eligieron a Nicolás José Gutiérrez como Presidente y a Ramón Zambrana como Secretario, junto a otros distinguidos científicos que hicieron importantes aportes, entre ellos: Manuel Fernández de Castro (1825-1895), quien adelantó una nueva teoría sobre las corrientes electrotelúricas; Andrés Poey Aguirre (1825-1919), a quien debemos la creación del primer observatorio meteorológico en Cuba; Felipe Poey Aloy (1799-1891), destacado por su contribución al estudio de los peces; Álvaro Reynoso Valdés (1829-1888), con su relevante “Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar”, y Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915), autor de importantes contribuciones en los campos de la entomología y de la medicina preventiva. En la República, nacida en 1902, la Academia mantuvo su estructura, organización y actividad. Entre otros retos enfrentó la fiebre amarilla y la deplorable situación higiénica heredada de la guerra. Es significativo que de 1902 a 1959, los cuatro presidentes de esta institución -Juan Santos Fernández y Hernández (1847-1922), José Antonio Presno y Bastiony (1876-1953), Francisco María Fernández y Hernández (1886-1937), y Clemente Inclán y Costa (1879-1965) -eran médicos.
En 1962 la Academia fue disuelta y sustituida por la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), la que en 1980 fue ascendida al rango de ministerio a cargo de toda la actividad de ciencia y tecnología. En 1992, en ocasión del 30 aniversario de la ACC, Fidel Castro, guiado por una idea que había adelantado en 1960: “el futuro de nuestra patria tendrá que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia”,[3] propuso generalizar la investigación científica a todas las esferas productivas, y con el fin de demostrar la “superioridad” de la medicina revolucionaria, intentó borrar la historia de la Academia fundada en 1861. En esa ocasión afirmó:
Tenemos numerosos centros de investigación en el área de la medicina, y prácticamente ellos están investigando en todos los hospitales […] Pero no solo en los hospitales, en las fábricas se puede investigar mucho […]. En la agricultura cada empresa agrícola debiera hacer investigaciones a partir de los ingenieros pecuarios, agropecuarios y agrícolas que tiene […] Una de las razones es que tenemos decenas de miles de profesionales universitarios, y si las universidades pueden investigar, por qué no puede investigar una fábrica; y eso es lo que hacemos […]. De hecho, lo que estamos haciendo ahora es extender las investigaciones a todo el país, poner a todo el mundo a investigar, a experimentar, a racionalizar, a innovar.[4]
La expresión: “si las universidades pueden investigar, por qué no puede investigar una fábrica”, refleja el voluntarismo y el subjetivismo de tal decisión. Por lógica, lo primero que se requería en 1992, momento de crisis, no era investigar sino corregir el rumbo equivocado, y en consecuencia liberar las fuerzas productivas y restablecer al empresariado nacional, que había sido barrido y sustituido por jefes y administradores sin los conocimientos mínimos acerca de la economía. Haciendo uso del poder concentrado en su persona, el líder revolucionario colocó los pocos recursos existentes, en función de sus fastuosos planes.
En el propio discurso de 1992, Fidel Castro expresó: “Pero qué era la ciencia, nosotros realmente no lo sabíamos; qué tenía que ser una academia de ciencias, realmente no lo sabíamos […]. Bueno, una academia de ciencias, ya Rosa Elena[5] dice “que la primera se fundó en 1861”. Confesar que no se sabía lo que era la ciencia, ni una academia de ciencias, por lógica elemental requería indagar sobre la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales. No se trataba, pues, de que “Rosa Elena dice”, sino que Cuba contaba con un abultado expediente en materia de ciencia antes de que la titular de la referida Academia se lo dijera al Comandante. La intención era clara: rebajar todo lo alcanzado en materia científica antes de 1959 para así resaltar a la Academia de Ciencias fundada en 1962,[6] la cual, a pesar de los recursos empleados, no ha podido impedir el retroceso que ha colocado a Cuba a un nivel similar al del siglo XVIII.
Para ilustrar el nivel alcanzado por la medicina cubana en el siglo XIX, las siguiente cuatro res entregas de esta serie estarán dedicadas a los insignes médicos: Tomás Romay Chacón, iniciador del primer movimiento científico en la Isla; Nicolás José Hernández Gutiérrez, principal promotor de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, Carlos Juan Finlay y Barré, descubridor del agente trasmisor de la Fiebre Amarilla, y Ramón Zambrana Valdés (1817-1866), el primer cubano que recibió el título de doctor en Medicina y Cirugía.
La Habana, 25 de marzo de 2024
[1] Repertorio Médico Habanero (1840-1843).
[2] Colaboradores de EcuRed, Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, EcuRed, https://www.ecured.cu/index.phptitle]=Real_Academia_de_Ciencias_M%C3%A9dicas,_F%C3%ADsicas_y_Naturales_de_La_Habana&oldid=4328583. (consultado en febrero 6, 2024).
[3] Fidel Castro Ruz: discurso pronunciado en el acto central celebrado en la Sociedad Espeleológica de Cuba en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960. http://www.fidelcastro.cu/en/node/2892
[4] Fidel Castro Ruz: discurso pronunciado en la clausura del evento científico por el XXX aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba, efectuada el 20 de febrero de 1992, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1992/esp/1200292e.html
[5] Rosa Elena Simeón Negrín (1943-2004). Viróloga, presidenta de la Academia de Ciencias y ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.
[6] En 1994, la estructura administrativa de la ACC se fusionó con la Comisión Nacional de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y la Secretaría Ejecutiva de Asuntos Nucleares, para formar el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). En 1996, la ACC fue establecida por ley en su carácter actual de institución oficial del Estado cubano, con carácter consultivo en materia de ciencia.
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).