La prensa: informar, educar, entretener

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

El 14 de marzo celebrábamos el día de la prensa cubana en conmemoración de la fundación del periódico Patria por nuestro apóstol de la independencia José Martí. Ocasión propicia para recordar las funciones de la prensa, sus principales características y hacer una breve valoración sobre su rol en contextos totalitarios. 

La información siempre ha sido la función más reconocida de los medios de prensa; sin embargo, además de informar, contribuyen a persuadir, promover, formar opiniones, educar y entretener. Con frecuencia son resumidas todas ellas en la tríada: informar, educar y entretener.

Función informativa

En los sistemas totalitarios, como en todos, información es poder; solo que, en estos casos, como los medios están monopolizados por el poder, responden más a una agenda política orientada desde el Estado y el partido o grupo político gobernante, que a la verdadera función de brindar informaciones sobre los ámbitos económico, político y social de la vida del país. 

Esta función, de carácter netamente comunicacional, debe responder a los principios generales del periodismo, que se resumen en el compromiso con la verdad, la acción de brindar conocimientos comprensibles por los ciudadanos para poder vivir en libertad, y la transmisión de contenidos con un lenguaje respetuoso. Hacer un análisis del rol informativo de la prensa cubana conduce a establecer una serie de normas básicas para ser fieles a la hora de transmitir los contenidos sin distorsiones, con apego a la verdad y con el compromiso tácito con la audiencia que necesita fuentes creíbles, historias comprobables y, sobre todo, la noticia sin posicionamientos ideológicos. 

Función educativa

La labor educativa es esencial también en la prensa, más aún cuando la sociedad cuenta en los momentos actuales con diversos mecanismos y recursos para amplificar una idea y llegar a públicos diversos y grandes audiencias. Aquí se presenta un dilema relacionado con la función informativa, porque se pueden desarrollar estrategias educativas encaminadas al adoctrinamiento, la censura, el ofrecimiento de contenidos monocolor manipuladores de la información y generadores de un estado de opinión que divide al público, propicia la discrepancia excesiva y oficializa la confrontación y el agravio. Entonces, en nombre de educar a las masas se manipulan y condicionan a favor de un discurso preparado que, en muchas ocasiones se aleja de la realidad para distorsionarla y construir historias que responden a marcadas agendas políticas.

Otro aspecto dentro de la función educativa de la prensa, y que debemos tener en cuenta a la hora de evaluar la salud de los medios de comunicación en Cuba, es el papel y la centralidad de la ética en el desempeño de quienes trabajan en este sector y en la producción de contenidos. En el caso cubano es harto conocido el ejercicio de lapidación pública a través de espacios estelares de la televisión y la radio a personas, organizaciones de la sociedad civil, e instituciones internacionales que disientan con el modelo oficial. Han sido creados programas seriados cuyo único fin ha sido el de generar opinión desfavorable hacia quienes intentan mostrar otra mirada a la realidad cubana. El lenguaje que emplean muchos medios oficiales nacionales es beligerante y parece más militar que propio de un sector de la sociedad civil. Eso responde a unos medios de comunicación social monopolio del Estado y de la política de partido único.

La diversidad de medios independientes en Cuba, revistas, periódicos, boletines, y otros, surgidos desde hace más de una década, ha venido a suplir carencias informacionales y ha permitido, en la medida que sus perfiles editoriales lo faciliten, propiciar la diversidad de creencias políticas, religiosas, sexuales y culturales. La cuestión ética, como parte de esa función educativa a la que todos los medios son llamados, también es un desafío para todo aquel que escribe en nombre de la libertad de expresión. Precisamente por ella debemos respetar la libertad de cada persona, y no se debe caer en conductas semejantes a la que se critican.

Función de entretenimiento

Quizá esta sea una de las funciones más deprimidas de la prensa en Cuba. En un sistema cerrado, donde todo tipo de contenidos pasa por un filtro político, incluso aquello que pueda causar distracción lleva ese matiz. Muy pocos toleran este estilo por el simple hecho de que se trata de “más de lo mismo”. La cultura del entretenimiento en Cuba poco tiene que ver con la radio y la televisión. Como todo lo prohibido llega a atraer, abunda más otro tipo de contenidos provenientes de internet que de la prensa local. 

Internet ha supuesto una ventana para asomarse al mundo, para oxigenar la atmósfera enrarecida de los medios oficiales en Cuba, y para escapar de la censura al tener, cada ciudadano, el protagonismo de contar su propia historia sin terceros ni manipulaciones.

Ciertamente confieso que, en ocasiones, algunos programas, la forma de conducirlos, o el estilo de dar las noticias de algunos medios cubanos, parecen responder más a la industria del entretenimiento que a la importante labor de producir contenidos para la generación de opiniones y la educación de las audiencias en el ejercicio de la democracia. Democracia es también poder posicionarse a través de los medios y por la información que estos brindan ante las realidades circundantes. 

El analfabetismo ético y cívico del cubano alcanza límites inimaginables, es por ello por lo que los medios, o las redes sociales, el actual escudo y tribuna de todos, debe ser usado con mesura, responsabilidad y conocimiento certero de que, como decía José Martí: “La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y hojosa imaginación”. Sino que debe ser artífice de la paz, empuñadora de la razón, que “solo deben esgrimirla los buenos, y no ha de ser para el exterminio de los hombres, sino para el triunfo necesario sobre los que se oponen a su libertad y progreso”.

 

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