Jueves de Yoandy
Uno de los rasgos distintivos de los sistemas populistas es dejar de llamar a las cosas por su nombre, utilizando eufemismos que, a la larga, modifican el lenguaje y hacen que la carga semántica pierda sentido. En ese caldo de cultivo se mezcla en ocasiones el significado de perseverancia con resistencia, en sus acepciones de inamovilidad, capacidad de aguante, soportar las condiciones más hostiles, a veces incluso inhumanas.
Sin embargo, la perseverancia debe ser entendida como la capacidad de las personas para mantenerse firmes ante la toma de decisiones o ser constantes en el recorrido que nos lleva desde la decisión hasta la meta. Frente a los obstáculos más difíciles, la persona perseverante alcanza los objetivos que se propone, sin aplastar a los demás, sin daños colaterales, mediante el fruto de sus sudores y sacrificios.
Ser perseverante cuesta mucho, sobre todo con las distracciones de este mundo, los factores externos e internos que nos empujan a los bordes del camino, que nos colocan fuera de la zona de confort. Pero nadie dijo que la línea era recta y el tránsito ligero. Las metas son más disfrutadas cuando se ha trabajado intensamente por ellas. El resultado final, al menos a mí, me complace más cuando tengo conocimiento de su valor medido en el “tiempo dedicado a la rosa”, como se dice en El Principito, en el disfrute de su perfume y también en el dolor de sus espinas.
La perseverancia se nutre de la triada voluntad, esfuerzo y paciencia.
Lo primero es tener la fuerza de voluntad para emprender el camino, sentir el impulso por hacer algo confiados en su utilidad y en su bondad, verdad y belleza.
Lo segundo es la energía invertida, el empeño puesto en la acción y la persistencia a pesar de las circunstancias adversas que se presentan.
Lo tercero es la paciencia porque, esperando que las cosas se logren a veces más rápido que los ritmos normales o en los ciclos establecidos, esos propios ritmos y ciclos parecieran durar las calendas griegas. Y justo ahí es que se acaba la voluntad, disminuye el esfuerzo y se pierde la paciencia, tres recursos que, en el caso del cubano se ven afectados por la situación de crisis económica, política y social.
Es cierto que en Cuba cuesta más ser perseverante. El propio sistema propicia la inconstancia y la incoherencia; pero es cuestión de incentivo y lo vemos cuando el cubano emigra, prospera, y trabaja por un fin específico y lo logra, y sueña y se alegra. ¿Por qué no alcanzar ese mismo estado de bienestar en la tierra que nos vio nacer?
A esa cuestión externa, que quizá pensamos que no podemos cambiar nosotros mismos, no le podemos insuflar el desaliento y la desidia. A veces noto que, también, hay una alta dosis de responsabilidad personal porque nos configuramos para ser perseverantes solo en los mecanismos para emigrar, creyendo que “allá” llegará la perseverancia por añadidura. Y “lo que natura no da…” no llegará en otra geografía si no lo cultivamos desde nuestro interior.
Ser perseverante también puede ser entendido como la acción de mantenerse en una creencia o postura; es decir, perseverancia es coherencia entre lo que se piensa, se cree, se dice y lo que se llega a hacer. Cuando alguien se siente limitado para lograrlo, en lugar de criticar a quien vive intentando superarse para llegar a la meta, podría encontrar en la persona del otro el ejemplo edificante y los mecanismos que le han permitido permanecer y ser fiel a su proyecto de vida que implica entregarse por completo a una causa.
En las sociedades actuales, caracterizadas por la inmediatez, la perseverancia supone para algunos una pérdida de tiempo. Ese criterio conduce al conformismo y al sinsentido y le resta valor a los procesos que se disfrutan tanto como el resultado final. Ya lo decía Mahatma Gandhi: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.
La perseverancia debe permear todos nuestros actos, ya sea en el plano personal, familiar y en el trabajo. Marie Curie, mujer pionera de las investigaciones científicas, ejemplo de perseverancia, que es lo que permite llegar a los grandes descubrimientos decía: “La vida no es fácil para ninguno de nosotros. ¿Pero qué hay de eso? Debemos tener constancia y sobre todo confianza en nosotros mismos. Debemos creer que estamos dotados para algo y que esto debe ser alcanzado”.
Por último, Miguel de Unamuno, el escritor y filósofo español de la “Generación del 98”, preocupado por el futuro de España allá por el siglo XIX, decía que “El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. Creo que esta frase, tan fácil de interpretar, también nos convoca a los cubanos a preocuparnos por el futuro. Eso es, igualmente, caer y levantarse, desacertar y dar en el blanco, pero siempre seguir trabajando, aquí y ahora, por un futuro próspero y feliz.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.