La iniciativa del busto de Martí en el Turquino fue de una pinareña: Mery Segredo Carreño

La escultura del Apóstol fue realizada por otra pinareña, Jilma Madera.
 
Por Consejo de Redacción


Gracias a la cortesía y generosidad del reconocido pintor pinareño Fausto García González, hemos recibido una carta manuscrita que guarda el mencionado colaborador de la revista Convivencia y que nos ha autorizado a publicar de manera íntegra y en forma facsimilar.

La escultura del Apóstol fue realizada por otra pinareña, Jilma Madera.
 
Por Consejo de Redacción

De izquierda a derecha: la Sra. Mery Segredo Carreño, el Dr. Manuel Sánchez Silveira y la Sra. Sila Segredo Carreño.
De izquierda a derecha: la Sra. Mery Segredo Carreño, el Dr. Manuel Sánchez Silveira y la Sra. Sila Segredo Carreño.
 
Gracias a la cortesía y generosidad del reconocido pintor pinareño Fausto García González, hemos recibido una carta manuscrita que guarda el mencionado colaborador de la revista Convivencia y que nos ha autorizado a publicar de manera íntegra y en forma facsimilar. Esta carta fue escrita por la Sra. Mery Segredo Carreño, quien fuera alumna del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana que tuvo como profesor guía al Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del recordado amigo de José Martí, su abogado, el Dr. Gonzalo de Miranda y Aróstegui, quien también fue Secretario del Partido Revolucionario Cubano que fundara el Apóstol.
 
Este valioso testimonio epistolar constituye un insustituible documento histórico que narra todo el proceso de la iniciativa, la escultura, la construcción y colocación del busto de Martí en el Pico Real del Turquino, por iniciativa de la Sra. Mery Segredo en el Año del Centenario del Nacimiento de nuestro Héroe Nacional.
 
Sila y Mery Segredo y Carreño aparecen en una foto, igualmente cortesía de Fausto, con el Dr. Manuel Sánchez Silveira, padre de Celia Sánchez Manduley. Estas dos hermanas educadoras fueron tías del Lic. Nilo Monteserín Segredo, admirado arquitecto pinareño, que entre otras obras dejó en nuestra ciudad capital, como recuerdo imperecedero, la Pizzería Terrazina. Su madre, la Sra. Nena Segredo Carreño, fue durante muchos años eminente profesora del Centro de Inglés de Pinar del Río.
 
Por la importancia histórica de esta misiva, la revista Convivencia se honra en publicarla por primera vez con ocasión del 60 aniversario de la colocación del busto de José Martí en lo más alto del Turquino. De esta forma damos a conocer más detalles de este simbólico monumento en la altura mayor de Cuba con la escultura realizada por la artista pinareña Jilma Madera. Agradecemos cordialmente la gentileza y amor por la historia de su Patria del artista Fausto García a quien, después de sacar copia digital, hemos devuelto los originales para ser custodiados por él como es debido.
 
Monumento a José Martí en el Pico Real del Turquino, Sierra Maestra.
 
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Transcripción de Carta de Mery Segredo Carreño sobre el proceso de la colocación del busto de Martí en el Pico Real del Turquino.
 
 
Querida Pitusa, te escribo esta parte de la carta de tu madrinita porque ella durante un tiempo no debe forzar la vista. Ella me pide que te explique lo referente al monumento de Martí en el Pico Turquino de la Sierra Maestra. Fue develado allí el 20 de mayo de 1953, año del Centenario.
 
Nosotras éramos alumnas del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, cuyo profesor era Gonzalo de Quesada Miranda (hijo de Gonzalo de Quesada Aróstegui, el abogado de José Martí y Secretario del Partido Revolucionario Cubano, a través del cual se organizó y llevó adelante la Guerra de Independencia liderada por Martí).
 
El año anterior visitamos la Provincia de Oriente con un grupo de maestros y en un banquete al que asistimos conocimos al alcalde de Bayamo y le expresamos el deseo de ver el Turquino, porque desde Santiago de Cuba no se ve. Él nos dijo que de Bayamo sí se ve, y nos prometió llegar hasta allí con su ayuda, saliendo de Bayamo en el tiempo en que quisiéramos hacer el viaje.
 
De regreso a La Habana, y a la clase próxima en el Seminario Martiano, el Profesor Quesada nos preguntó por qué no habíamos asistido a la clase anterior. Le explicamos que habíamos estado en Santiago de Cuba y le hablamos de la visita que haríamos al Turquino.
 
De paso le dijimos que habíamos visitado la tumba de Martí en el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago. Él me dijo que esa visita a la tumba equivalía a la clase perdida en la Universidad y mandó a su Secretaria que me pusiera la asistencia.
 
Terminada la clase yo acostumbraba a bajar la escalinata de la Universidad con él, y esa noche le expresé mi idea de, en el viaje al Turquino, colocar allí en su cima (el punto más alto del suelo cubano) un busto de Martí, como homenaje en el año del Centenario de su nacimiento. Quesada se encantó con la idea y le dio camino al proyecto. Y ya no necesitamos la ayuda del alcalde de Bayamo. El busto colocado allá es una réplica del mismo que hay en la Fragua Martiana, que es el local social (o era) de La Sociedad de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, y que se encuentra en la esquina que forman las calles Príncipe y Hospital (cerca de donde vivíamos). Esos fueron los terrenos de las Canteras de San Lázaro donde Martí picaba piedras como el Presidiario 113. Al fondo de La Fragua está el “Rincón Martiano” que es un pequeño parque con otro busto de Martí, hecho por otro escultor. Ese parque se hizo antes que “La Fragua”, y tú tienes unas fotos tuyas con tu madrina en ese “Rincón Martiano”.
 
Los integrantes del grupo que habríamos de escalar la montaña (6 000 pies – 2 000 metros de altura) estaba integrado por miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba con su presidente, el periodista Roberto Pérez de Acevedo, y alumnos y ex-alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, que teníamos nuestra sede en La Fragua Martiana. Un miembro de la Sociedad Espeleológica era el Dr. Manuel Sánchez Silveira, que fue el encargado de contratar los trabajadores que construirían la base del monumento. El Doctor era el médico rural de El Pilón en Cabo Cruz. Él pidió autorización para agregarse al grupo en compañía de su hija (Celia Sánchez Manduley).
 
Salimos de La Habana el 18 de mayo de 1953, en la mañana. De noche llegamos a Santiago. En el pueblo de Florida (en Camagüey) nos cruzamos con la “Antorcha Martiana” que había salido de lo más occidental de la Isla, para llegar a Santiago de Cuba, a la tumba de Martí, el 19 de mayo, aniversario de su muerte.
 
Al llegar a Santiago en la noche del 18, allí nos esperaba el Doctor Sánchez con su hija. Al día siguiente, el 19, hicimos guardia de honor en la tumba de Martí, ya con los trajes puestos para escalar la montaña. Del cementerio salimos para el puerto para subir al barco que nos llevaría a la playa de Ocujal junto al Turquino, para al día siguiente (20 de mayo) subirlo. En Santiago quedaron mamá, Quesada y otros miembros del grupo que no iban a realizar la ascensión.
 
Todo el día navegamos por la costa sur de Oriente sobre la Gran Hoya de Santiago, con una profundidad de 8 000 metros. En el fondo de esa hoya nace el Turquino, que tiene bajo el nivel del agua 8 000 metros de altura y sobre el nivel del mar 2000 metros. Eso lo hace más alto que el Everest, aunque lo que cuenta es lo que está sobre el nivel del mar.
 
Lo que hace tan difícil el escalamiento no son los 2000 metros, sino que la inclinación por la que subimos era (y es) de 75 grados. Hay que ir como gateando en muchas partes y ayudándonos con las manos en los troncos de los árboles. 9 horas subiendo. Unos llegamos ese atardecer. Otros en la mañana siguiente. Celebramos el acto cívico del 20 de mayo. Bajamos el 21. Regresamos a Santiago el 22, y el 23 regresamos a La Habana.
 
Manolito, el hijo de Nenita, subió al Turquino poco antes de morir y Nenita, nos ofreció enviarnos fotos que él hizo allí, donde dice que retrató la placa de bronce donde se pueden leer claramente nuestros nombres, entre los nombres de los demás que fueron en el grupo.
 
Cariños
 
Mery
 
Nota al margen: Varios compañeros (Sila y yo fuimos las dos primeras mujeres en llegar) esa noche dormimos allí sobre el suelo en un saco de dormir. Al otro día llegaron la escultora y Celia junto con otros compañeros.

 


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