La década de 1920 se caracterizó por el desarrollo de las exigencias estudiantiles que se manifestaron en procesos cívicos como la Reforma Universitaria o la oposición a la Dictadura de Gerardo Machado (1925-1933). En medio de este panorama, varios grupos laicales dentro de la Iglesia Católica, influidos por la Doctrina Social de la Iglesia formulada en el tránsito del siglo por León XIII (1878-1903) mediante la Rerum novarum, se plantearon incidir en el medio sociopolítico que los interpelaba.
En esta circunstancia destaca el sacerdote jesuita Felipe Rey de Castro s.j1, quien como hombre de amplia formación humanista, comprendía la necesidad de acompañar la reflexión social de los jóvenes católicos. Para este fin en 1927 fundó, con un grupo de antiguos alumnos del Colegio de Belén, la Agrupación Católica Universitaria (ACU). La asociación comenzó a radicar en los locales contiguos a la Iglesia de Reina. La finalidad de su fundación fue similar a la Anunciata durante el siglo XIX, la extensión de la actividad pastoral jesuítica a los ambientes universitarios, pero se distinguió de esta última por su actuar político, pues la ACU no solo se limitó al asistencialismo o la espiritualidad.
A diferencia de las demás asociaciones laicales de una impronta más orientada hacia la apologética religiosa, la ACU se caracterizó por su compromiso político y su franca oposición a la dictadura machadista.2 Este elemento le valió tanto a la organización como a su director, la crítica y el cuestionamiento de las autoridades jesuíticas debido a los estrechos vínculos existentes entre los superiores de la orden y el general mambí.3
La Agrupación se vinculó de lleno en la acción social, lo que la obligó a desarrollarse dentro de un clima de incertidumbre y miradas acusatorias por parte del ambiente eclesial diocesano tan próximo al presidente Machado.4 Esta postura desembocó en un mayor distanciamiento de la organización de los espacios jesuíticos concretándose en el traslado de su sede en 1937 a la calle Masón, donde el P. Rey de Castro mantuvo su incansable labor de apoyo al estudiantado católico.5 Además, esta asociación desarrolló un grupo de labores encaminadas a mejorar la situación de pobreza que se vivía en los barrios periféricos de la Habana como era el caso de Las Yaguas.6
En la ACU se combinaba la actividad formativa con el activismo cívico-político. La acción formativa del laicado fue visible en el trabajo de investigación social y en la oferta educativa que se hacía a los agrupados. Mediante sus encuestas (realizadas hasta la salida de Cuba de la mayoría de la membrecía de la Agrupación a partir de 1960) que servían como instrumento de comprensión sociológica, la asociación laical recogió información necesaria para entender el medio sociopolítico de la Nación.7
En cuanto a la incidencia política la ACU, intentó transformar la realidad oponiéndose a la dictadura machadista, señalando así cómo el autoritarismo de Estado violaba las libertades básicas. De la Agrupación salieron importantes hombres de la política del país, inclusive futuros miembros del Ejército Rebelde, puesto que tanto el P. Felipe Rey de Castro como su sucesor Amado Llorente comprendían la necesidad de formar en valores cristianos que incidieran en la construcción de la justicia social.8 En la gestión socio-política de la ACU y la Acción Católica, se podía observar el germen de la Democracia Cristiana en Cuba, aunque este proceso no progresó en la década de los sesenta del pasado siglo debido al giro totalitario de la Revolución Cubana.
Los retos del laicado católico hoy
La historia posee en varias ocasiones un carácter cíclico, el ejemplo de la ACU, salvando las distancias y las formas, nos puede brindar algunas claves para las actitudes cívicas del laicado católico hoy, así como pautas para los activistas políticos que vivan su incidencia desde una antropología cristiana.
El primer elemento es la similitud del contexto fundacional. La Agrupación se fundó en una época de autoritarismo y represión del pensamiento diferente, al igual que en el contexto que se vive en Cuba hoy. Además, en la actualidad se atraviesa por una profunda crisis económica al igual que los primeros años fundacionales de la Agrupación.
La necesidad de espacios sinodales y formativos al interior del laicado, en especial entre los jóvenes sigue siendo una necesidad, aunque se va ganando en opciones de calidad como el Centro Fray Bartolomé de las Casas, la Red de Centros Loyola, el Instituto P. Félix Varela, aunque están generalmente concentrados en las grandes ciudades. El P. Rey de Castro fue capaz de discernir la necesidad de una opción cristina de incidencia, pero que estuviera en la frontera eclesial de tal modo que el control de la jerarquía fuera el mínimo, pues las alianzas de Mons. Manuel Ruiz con Gerardo Machado eran conocidas en el entramado religioso de la época.
En años recientes hemos vivido cómo proyectos laicales, que han sido molestos en la relación Iglesia–Estado, han sido en numerosas ocasiones defenestrados. Esto obliga a cualquier organización de inspiración cristiana a situarse en la periferia eclesial. Esta actitud ha sido comprendida por instituciones como Convivencia o espacios como Pensemos Juntos y el Areópago Cubano, elemento que le han brindado mayor capacidad de denuncia social e incidencia pública a raíz del fortalecimiento de la sociedad civil que hemos vivido en los dos últimos años.
Otro reto es el acompañamiento a los sectores sociales más empobrecidos, pues nuestra sociedad, desde la década de los noventa del pasado siglo, vive en un proceso de “Período Especial”, que se traduce en una prolongada crisis económica, que alcanza dimensiones existenciales. Así los proyectos laicales deben acompañar este complejo universo de pobreza y marginalización del individuo producto del totalitarismo y su mala gestión económica. Volver sobre los textos elaborados por la ACU y sus análisis sobre la pobreza, puede aportar algunas ideas, como pueden ser la detección de las personas más desfavorecidas usando las redes parroquiales, así como construyendo espacios de apoyo con los sectores jóvenes de la diáspora empleando las nuevas tecnologías.
En este contexto, golpeado por la hiperinflación y la represión de las voces disidentes que se alzan desde la sociedad civil, así como la existencia de centenares de nuevos presos políticos después del estallido social del 11 de julio del 2021, el laicado católico tiene el reto de, como miembros de la Iglesia, poder acompañar y escuchar las difíciles realidades de dolor de su entorno, mediante la articulación y la solidaridad grupal que ofrecen las distintas pastorales y comunidades de fe.
El pasado no debe ser calcado pues se corre el riesgo de no superarlo, viviendo anquilosado en una mentalidad de cristiandad, que evolucionó gracias al Concilio Vaticano II. Así cualquier espacio de inspiración cristiana debe estar conectado con su realidad, movido por la invitación evangélica de estar en consonancia con los signos de los tiempos. El reto se basa en discernir cómo proyectos como la ACU sentaron precedentes en la historia de la Iglesia y la sociedad de su tiempo en Cuba. Debemos beber de sus valores ciudadanos, trazar estrategias y alianzas cívicas desprejuiciadas de estereotipos y tabúes ya superados que nos ayuden a soñar Cuba desde nuestra opción por el servicio, con la mirada puesta en la máxima martiana de “Con todos y para el bien de todos”.
Referencias
1 El P. Felipe Rey de Castro nació en Santiago de Compostela el 8 de diciembre de 1889, entró en la Compañía de Jesús en el noviciado de Carrión de los Condes en Palencia durante el 1908, después de ordenarse sacerdote en Holanda el 24 de septiembre de 1923 fue destinado a Cuba, donde transcurrió la mayor parte de su vida como jesuita hasta fallecer el 12 de febrero de 1952 en La Habana.
2 Fernández Otaño, Leonardo. La Compañía de Jesús en Cuba, entre el Real Patronato y el estado laico (1853-1933). Tesis de Maestría defendida en la Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, 10 de enero del 2019, p. 67.
3 Libro de celebraciones litúrgicas de la Residencia de Reina 1930-1934. AVA, Carpeta F:
Residencia de Reina-Habana, f. 1-4. (En este libro se deja asentada las visitas a familias
importantes como Gómez Arias, la familia del Presidente Machado o la Gelats).
4 Estrada Montalván, Joaquín (compilador). Iglesia católica y nacionalidad cubana. Ediciones Universal, Miami 2005, T. I, p. 86.
5 Sáez, José Luis. Jesuitas en el quehacer de Cuba, dos etapas casi cuatro siglos de historia. Universidad Javeriana, Colombia, 2016, t. I, p.317.
6 Folleto Historia de la Viceprovincia de Cuba 1918-1943.Archivo de la Viceprovincia de las Antillas (AVA), p.12.
7 Fondo Agrupación Católica Universitaria, Colección de Encuestas. AVA.
8 Sáez, José Luis. Ob cit, p.120.
Fuentes bibliográficas
Estrada Montalván, Joaquín (compilador). Iglesia católica y nacionalidad
cubana. Ediciones Universal, Miami 2005, T. I y II.
Fernández Otaño, Leonardo. La Compañía de Jesús en Cuba, entre el Real Patronato y el estado laico (1853-1933). Tesis de Maestría defendida en la Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, 10 de enero del 2019.
Fernández Soneira, Teresa. Cuba. Historia de la educación católica 1582-1961.
Ediciones Universal, Miami, 1997, T. I y II.
Maza Miquel, Manuel. Iglesia cubana: Cinco siglos de desafíos y respuestas.
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Santo Domingo, 1995.
Pichardo, Hortensia. Documentos para la historia de Cuba. Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 1976.
Portuondo José Antonio. Facetas de la vida de Cuba Republicana 1902-1952.
Oficina del Historiador de la Ciudad, la Habana, 1954.
Sáez Ramo, José Luis. Jesuitas en el quehacer de Cuba, dos etapas casi cuatro siglos de historia. Universidad Javeriana, Colombia, 2016,
Fuentes documentales
- Archivo de la Viceprovincia de las Antillas (AVA):
- Carpeta F.
- Fondo Agrupación Católica Universitaria.
- Leonardo M. Fernández Otaño.
- Máster en Ciencias.
- Trabaja en Centro Loyola Reina.