Hace unos días estaba viendo un programa de la televisión cubana, que trataba sobre la importancia de estar, para cambiar, el poder transformador del simple hecho de estar. Confieso que me llamó mucho la atención, tanto que hasta me permití escucharlo nuevamente y lejos de cualquier análisis o teoría psicológica llevarlo a la realidad de la Cuba de hoy, donde “no estamos al azar”, nuestra presencia modifica la realidad, el presente.
Decía el profesor Calviño, que hablar de estar, no en el sentido complejo de participar, intercambiar, llegar a grandes cambios o grandes acuerdos, sino en su más simple sentido, modifica el actuar. Por esto es importante comprender la necesidad de estar, para cambiar, para hacer que las cosas sucedan o sean de otro modo. Un ejemplo muy sencillo de como el estar modifica el actuar, es que nos comportamos de manera diferente cuando estamos solos, o cuando sabemos que alguien nos mira, y también depende de quién nos esté mirando.
La presencia de otro nos cohíbe, o nos hace reaccionar. El mero hecho de estar presentes produce un cierto efecto de modificación sobre las otras personas. En la vida diaria estamos llenos de estos momentos en los que por las razones que sean asumimos la no presentación como muestra de protesta, apatía, desinterés o desacuerdo.
Pensemos en la clásica reunión desagradable, en la que nadie quiere estar, y que podemos estar pensando desde la perspectiva de, “total nada va a cambiar”, ¿para qué estar allí? Ahora, mirémoslo al inverso, desde esta idea del poder transformador de estar, no estamos, pues claro, decía el profesor, si no estamos las cosas sucederán de una manera distinta, no están las personas que los que dirigen la reunión saben o suponen que no están de acuerdo, no están las personas que pudieran ejercer una voz crítica, no están los que sencillamente pudieran manifestar su actitud, de desacuerdo y claro, tengo todas las de ganar, entonces el no estar, es cederle la victoria.
Llevémoslo ahora un poco más allá de la reunión, miremos a todos los niveles de nuestro país. Las cosas van mal, no es un secreto, están mal, ¿qué hacemos? Abandonamos, o decidimos estar, estar para cambiar. Para ser voz, para ser voto, para ser testigo, para denunciar y anunciar, para ser ejemplo o simplemente porque el hecho de que estemos modifica la realidad y aun cuando el resultado no sea el esperado, estamos.
Es hacerle saber al otro, que estamos y qué tan convencido estamos de que las cosas no pueden ser de esta manera y pueden ser de otras. Es una manera de hacernos valer y ejercer un derecho que nos pertenece, es negarnos a ser desconsiderados a la hora de abordar algún tema u asunto en los que, sin duda, tenemos nuestra opinión que debe y tiene que ser respetada y tomada en cuenta, aunque no coincida con los parámetros o reglamentos. Estar presentes es hacerle saber a todos que tenemos voz propia y que conocemos el poder y el valor que tiene nuestra voz por lo que debe ser escuchada. Es poner en jaque a las ideologías y preceptos olvidados, es incomodar a quien no puede responder, es hacer pensar a quien nos ve, es actuar y mover a otros, es crear nuestro papel en la historia.
Estar juntos y presentes nos convierte en una fuerza a considerar, nos convierte en empuje y quién sabe si en mayoría. Por esto vuelvo a hacer mías las palabras de otro: “No dejes que piensen o decidan por ti, no dejes que te lo cuenten”. ¡Estemos presentes!
Bertha Karolina Guillén Martínez (Candelaria, 1991).
Estudiante de Humanidades en el Centro Cultural Padre Félix Varela.