LA IMPORTANCIA DE BUSCAR Y PERMANECER EN LA VERDAD

Miércoles de Jorge

La verdad, a veces parece un concepto vacío, lejano, difícil de entender o al menos de poner en práctica en nuestras vidas cotidianas, especialmente en un contexto como el cubano donde prima el miedo, la indiferencia, la apatía, la doble moral, y muchas otras expresiones de la mentira o formas de enajenación personal y social que nos conducen por un camino “más fácil”, alejado de la verdad y de lo que una vida basada en esta implica para el desarrollo personal y por supuesto, comunitario y social.

Vivir en la verdad es hoy -más que nunca- sumamente necesario, en un contexto caracterizado además por fake news y lo que ha venido a llamarse la posverdad, que no solo se expresa en áreas o ámbitos comunicativos y periodísticos, sino también en otros espacios vitales para el desarrollo de la persona. La vida en Cuba muy a menudo está marcada por la falta de verdad, especialmente cuando no llevamos una vida coherente con lo que creemos, pensamos y decimos, cuando negamos o escondemos la realidad por no resultarnos conveniente o fácil de manejar, cuando vivimos en la doble moral, cuando somos “candil de la calle y oscuridad de la casa”, cuando negamos el valor de los demás y la sagrada dignidad de la persona humana, cuando irrespetamos los derechos y libertades de los cubanos, cuando imponemos un sistema, una ideología, una forma de ser y hacer a toda la sociedad, y en muchos otros casos.

Sin embargo, la verdad importa, conserva su valor, sigue siendo importante

Al contrario de como muchos pudieran creer en una primera mirada a la realidad, la verdad no ha perdido su valor, no lo perderá nunca, pues es condición fundamental para el desarrollo pleno de la persona, y acceder a ella es una aspiración natural del hombre; de cualquier hombre, incluso de quienes viven en la mentira, de quienes difunden y propagan la mentira, pues en el fondo siempre hay un deseo de verdad, una valoración de la verdad, una búsqueda incansable y consustancial a la persona humana. Cierto que es algo que puede y debe educarse, cierto que unos llegan a conocer la verdad más que otros, cierto que hay herramientas que pueden ayudarnos a encontrar la verdad, a distinguirla, a cultivar una vida en base a la verdad. Sin embargo, el deseo de verdad, la inquietud por conocerla, y su valor esencial, siempre están presentes de alguna forma, no se han perdido, a pesar de circunstancias como las planteadas por la posverdad.

Obviamente en un mundo como el actual, con fenómenos como las fake news que opacan sobremanera la verdad, que la intentan esconder o eliminar, y que a veces lo logran parcialmente, es natural que nos cuestionemos si ha perdido o no su valor efectivo la verdad, es natural que dudemos, que nos hagamos preguntas, esto en el mejor de los casos. O que por otro lado, huyamos hacia una especie de incilio personal, caigamos en la indiferencia, en la apatía, en el relativismo, que no valoremos las cosas, que huyamos de la verdad, como víctimas indiscutibles de la posverdad.

La verdad sigue teniendo valor, pero se ha dejado de valorar, se falta a ella cuando si bien no queremos renunciar a ella, tampoco nos preocupa que los demás vivan en ella, lo que en el fondo es una forma de engaño. Quien miente, no quiere ser engañado, pero al mentir, al manipular las emociones de otros para lograr satisfacer determinados objetivos, cuando separa, divide y despierta pasiones con el fin de justificar un bien propio a costa del malestar ajeno, se vuelve también víctima de la mentira, se aleja de la verdad, y hace creer a muchos que efectivamente la verdad pierde su valor.

El hecho de que hayan fracasado los grandes relatos, que las experiencias del siglo XX nos demuestren que no hay “una” idea o método capaz de explicar toda la verdad de las cosas, sino que la realidad es mucho más amplia, tozuda, y habla siempre más alto que nuestros intentos de encerrarla, explica de cierta forma la decepción o la creencia de que no hay verdad, de que la verdad no tiene valor, y explica el auge de la posverdad. Sin embargo, estas experiencias han de ser vistas como una luz que nos permite entender nuestros límites, y que por tanto fortalece la idea de verdad, hace a la verdad más valiosa y necesaria que nunca. Efectivamente existe mucho escepticismo, mucho miedo, desconfianza, y de ahí la necesidad de educarnos para la verdad, de aprender cómo cultivar y cómo vivir en la verdad, cómo defendernos de las fake news y de la posverdad en general.

Como bien expone Ostiz (2019), está en crisis uno de los aspectos o dimensiones de la verdad, la teórica, pero la realidad es mucho más amplia e incluye otros aspectos de la verdad en los cuales no tendríamos la misma situación, sino que la verdad es muy valorada por muchos y no cabría hablar de que ha perdido su valor efectivo.

Las importantes implicaciones de vivir en la verdad

Una vida orientada por la verdad implica en primer lugar un desarrollo más pleno de la persona humana, una vida digna, una vida más virtuosa, más humana, y más coherente con los designios de Dios para el hombre. Una vida orientada por la veracidad implica también una mejor relación con el otro, con los que nos rodean, porque implica reconocer la verdad del valor que el otro representa para mí, implica por tanto unas relaciones humanas, una vida en sociedad, una convivencia social más auténticas y genuinas.

De manera específica, pudiéramos decir también, que implica:

  1. Libertad. Vivir en la verdad implica renunciar a la mentira, a las formas de esclavitud que someten y condicionan a las personas, a las apariencias, a las manipulaciones, a la posverdad en todas sus formas. Una vida orientada por la veracidad implicaría la búsqueda constante de lo que es cierto y verdadero, y en ese proceso, inevitablemente seremos más libres.
  2. Responsabilidad y compromiso. También entender la realidad, descubrir la verdad de las cosas, comenzando por la verdad existencial y práctica, implica un llamado, un compromiso, una responsabilidad hacia los demás y hacia la comunidad, una responsabilidad también como complemento inseparable de la libertad. De esta forma vivir en la verdad, nos hace mejores personas, mejores ciudadanos y por tanto también es base para tener mejores sociedades, mejores sistemas políticos y económicos, mejores métodos para avanzar hacia el desarrollo humano integral.
  3. Comunicar la verdad. Es posible, y además necesario, comunicar el valor de la verdad a las personas indiferentes, apáticas y sumidas en el relativismo, al menos por dos medios o caminos fundamentales: 1. El del ejemplo. El de la coherencia de vida, de enseñar predicando con nuestros propios actos. Vivir “efectivamente” en la verdad. Decir lo que pienso, hacer lo que digo. Vivir una vida congruente con mi escala de valores, y demostrar con actos que se puede ser (por ejemplo) honesto, valiente, que se puede y conviene participar en los asuntos de interés para el bien común, que es posible cambiar las cosas desde la fuerza de lo pequeño, etc. Y 2. El camino de la educación. Esta es, sin duda, otra valiosa forma de comunicar a los demás la importancia de la verdad y de una vida en ella, a quienes no toman partido por la verdad, a quienes se quedan al margen, a quienes son víctimas de la mentira en cualquiera de sus formas. Educación religiosa, ética, moral y cívica. Para aprender a distinguir el bien del mal, y a vivir en la verdad, para ser mejores personas, mejores ciudadanos, y en consecuencia construir mejores sociedades y avanzar al bien común.

¿Por qué es importante la verdad en Cuba hoy, que ejemplos cotidianos demuestran su necesidad?

La posverdad se basa, entre otras cosas, en una manipulación de los sentimientos para ocultar la verdad y erigir una mentira como cierta. Llevar esta idea a la actualidad de Cuba me hace pensar en la propaganda política en contra de quien piensa y se expresa diferente, de quien defiende procesos de expansión de libertades y derechos para los ciudadanos cubanos. Cuando se niega la pluralidad de la sociedad cubana, cuando se reprime y se ejerce la violencia en sus más variadas formas, contra activistas y ciudadanos que libre y pacíficamente exigen sus derechos, argumentando sin pruebas contundentes que son terroristas, que son mercenarios, que son malas personas, que son vulgares, que son provocadores, extremistas, violentos, y muchos otros epítetos peyorativos, se pone de manifiesto la construcción de una falsa verdad, que se impone a todos mediante el monopolio de la información, y que conlleva un macabro juego emocional que intenta (consiguiéndolo a menudo) una manipulación de la realidad, de la verdad.

Existen muchos más ejemplos de manipulación de la verdad, de promoción de la mentira, y de evidente presencia de fenómenos como la posverdad, las fake news, etc., en la Cuba actual, sería necesario continuar esa reflexión, para poner un poco más los pies en la tierra, en esta realidad específica donde nos desenvolvemos.

Referencia bibliográfica

Ostiz, M. (2019). ¿Verdad o posverdad? Una reflexión sobre los ámbitos antropológicos donde la verdad aún importa. En L. Flamarique & C. Carbonell (Eds.), La posverdad o el dominio de lo trivial (pp. 271-280). Ediciones Encuentro.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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