Por Fernando Martínez Calzadilla
Hace ya algunos años vino a parar a mis manos por medio de un amigo pintor, una revista en la que habían publicado parte de su obra pictórica. A partir de ese día mi vida cambió, y para bien. Además de los cuadros de mi amigo, empecé a descubrir en aquellas páginas algo completamente desconocido para mí, leía palabras que en aquel momento creía nadie tenía el valor siquiera de decirlas en voz alta. Es por eso que Vitral es la iniciadora de mi vocación, porque desde ese día quise poder escribir como aquellas personas que en esas páginas volcaban sus ideas sin el más mínimo miedo.
Lo primero que escribí, aun sin conocer si estaba bien, fue una crónica sobre la infancia y con ella como el más grande tesoro fui al Obispado de Pinar del Río. Allí me recibió el Sr. Dagoberto Valdés Hernández, una persona que derrocha cultura y buena educación. Entonces, con más fuerza aún, quise conocer de esos intelectuales, para muchos, desconocidos. Esa primera impresión aun la conservo, porque sigue siendo, después de tantos años de conocernos, el mismo hombre jovial y sincero que conocí una tarde de verano en medio del silencio del recinto católico. Poco tiempo después participé en la premiación del Concurso de la Revista Vitral, y aunque mi escrito no merecía premio, recibí el mayor que me han dado hasta ahora, la satisfacción de ver tantas personas dedicadas a la verdad. El ambiente de libertad de aquel lugar fue más que suficiente para sentirme premiado.
Recuerdo aún los días del Centro de Formación Cívica y Religiosa, las clases de cívica en la Iglesia de la Caridad, cuánto me ayudó en los difíciles días de prisión las palabras que allí aprendí. Cada tema de derechos humanos, convivencia, ética, moral, me iba forjando dentro del alma una nueva persona. Hoy pienso que de no haber tenido esas palabras no hubiera resistido las penalidades de la prisión política cubana. Pero las tuve, como siempre tuve las palabras de apoyo, los libros que pude pasar, medicamentos y sobre todo el corazón de todos aquellos que aun sin conocernos, nos sentíamos hermanos.
En la Hermandad de ayuda al preso del Obispado de Pinar del Río, siempre existió un amigo fiel, Juan Carlos Fernández, que tendió la mano a todos por igual, un gesto que estoy seguro muchos agradecieron y aún agradecen. La sociedad civil no se fortalecerá jamás si no cuenta con promotores, personas que le puedan decir las cosas claramente sin estar sometidos al yugo de la censura, eso es lo que necesitamos, una sociedad civil que nazca de las cenizas de la actual sociedad desmembrada por las cuchillas del odio y el exilio forzado, el destino de Cuba debe buscarse dentro de nuestras tierras y no en otros lugares. Eso lo enseñaba Vitral hasta el día en que dejó de existir espiritualmente, porque al perder su sentido cívico, perdió todo su espíritu.
Muchos pensaron que todo se acabaría con la pérdida de Vitral, del Centro de Formación Cívica, de la Hermandad de ayuda al preso, y sin embargo, el tiempo, eterno e inmortal juez, ha demostrado que toda obra verdadera perdura más allá de su existencia física. Los presos reciben su ayuda, ya no de la hermandad, sino de la propia sociedad civil que se quería educar, los movimientos cívicos y la población en general, recoge ayuda de alimentos, aseo y otras para los que penan en las cárceles.
Ya no es necesario ir los martes por la noche a la iglesia de la Caridad para recibir un curso de Derechos Humanos o ética, ya esos cursos se imparten en las comunidades, las paradas de ómnibus, las colas de las tiendas. Ya se notan los cambios que un día yo sentí en carne propia, en una gran mayoría de gente. Porque las personas han dejado de creer ciegamente todo lo que se les dice, han aprendido que tienen el derecho de dudar, de saber la verdad, porque los afecta y es para el pueblo que se instituyen los gobiernos, para servirlos y protegerlos, no para oprimirlos.
Sin duda a muchos les afectó la pérdida de Vitral, porque más que un revista fue un buen amigo, pero en obras como la revista Convivencia, que ahora imprimimos por cuenta propia, los Blogs que escriben personas tan valientes como Yoani Sánchez, cada biblioteca independiente, cada palabra de verdad que se pronuncia en este país es ya un mérito, los movimientos cívicos y políticos que aprenden sobre la marcha y sobreviven a los infiltrados, la represión, los chantajes y presiones de la Seguridad del Estado, son toda una victoria.
Siempre existirán dificultades para enfrentarse al poder, porque quien lo tiene se aferra a él y cree que lo que hace es lo correcto, pero correcto también es luchar por nuestros derechos. Es en eso que se basan las grandes pirámides que han desafiado el tiempo, en bloques más pequeños que han podido por estar unidos, resistir vientos, arenas y siglos.
Ese precisamente es el principio que forma una sociedad, la unidad de personas diferentes, pero que siguen un mismo camino, el del bien común, y solo pueden ser una sociedad fuerte, con la unión de las cosas pequeñas, porque unos se sienten crecer y otros temen cuando entienden por fin “la fuerza de lo pequeño.”
Fernando Martínez Calzadilla (Pinar del Río, 1978)
Periodista independiente
Director del Programa Cultural Libertad.
Comunidad de Briones Montoto