La falta de sencillez

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Una de las cualidades más apreciadas de la persona humana es la sencillez. Cuando nos referimos a una persona que pone en práctica este valor o tiene una actitud sencilla, estamos ante alguien que no necesita esforzarse para mostrar algo diferente a lo que es, es decir, es fiel a su esencia. El analfabetismo ético y cívico que sufre el cubano a causa de haber politizado la educación hasta límites insospechados, hace crecer la llama de la doblez, el aparentar lo que no somos o el pregonar más de lo que se hace.

La falta de sencillez es un mal que también aqueja a la sociedad civil en Cuba. Es una deformación social que comienza en el plano personal, pero puede extenderse a límites insospechados dentro de la sociedad y llegar a convertirse en un quiste social que limita el reconocimiento de los problemas y, por tanto, su resolución.

Decimos que una persona no es sencilla cuando es incapaz de disfrutar las pequeñas cosas, lo que significa también que, si no es capaz de alcanzar esas “grandes” cosas a las que aspira y que considera esenciales, puede iniciar una vida de mentiras y simulación. La pretensión, la falta de espontaneidad, la vanidad y otras actitudes negativas son primas hermanas de la falta de sencillez. Crean un caldo de cultivo propicio para la vida asentada en un relativismo moral del que no se puede formar una persona íntegra, con lo que podríamos llamar una “columna vertebral”. Y me refiero a la columna vertebral como un eje central que permite la articulación de todas las extremidades del cuerpo. Cuando existen fallos en la columna, es como si no existieran cimientos en la construcción de un edificio: las diferentes partes componentes no se pueden engarzar, y mucho menos sostener, orgánicamente.

Una persona es sencilla cuando, preservando la unicidad y valor personal que posee, es capaz de insertarse de forma armónica en el ambiente natural donde se desarrolla. No intenta sobresalir aparentando, ni destaca a base de alardes o poses, es decir, asumiendo actitudes que no le son propias, sino artificios, para demostrar lo que no es.

Las excentricidades, son precisamente lo contrario de la sencillez y es lamentable que para llamar la atención haya personas que no sean fieles a su esencia porque consideren que lo que poseen como valores no les permite destacarse como seres únicos e irrepetibles.

Esta falta de sencillez también caracteriza a los sistemas cuando no tienen la voluntad de reconocer sus limitaciones aunque sean grandes, sistemáticas y crecientes. Eso es un gran abandono de la vocación política por parte de los gobiernos y de las personas que, dedicadas a la política, no han sabido resolver internamente el dilema que supone vivir “para” la política o, vivir “de” la política. Los cubanos tenemos amplios conocimientos de qué significa esa falta de sencillez que vivimos cuando experimentamos los múltiples problemas del país. El primer paso es reconocerlos con espíritu crítico que es el que empuja en el sentido de la solución. Poniendo parches a lo que necesita ser cambiado, justificando por aquí o por allá, negándose a las ayudas de la comunidad internacional; pasando necesidades en la salud, en la educación, en la alimentación, en las infraestructuras y otras tantas ramas, se está siendo muy poco sencillo. Jugar con personas es un experimento social. Un pequeño grupo en el poder, que el ciudadano no eligió libremente para que representase los intereses colectivos, no debe alardear de autosuficiente si no es capaz ni tan siquiera de reconocer la larga lista de problemas internos o, si los reconoce no acepta ayudas porque no ha colocado a la persona y a la defensa de la dignidad humana en el centro de todas las interacciones sociales, económicas y políticas.

Para la persona y para el país es necesario un cambio orientado en el sentido del cultivo de la sencillez. Algunos mínimos necesarios pueden ser:

  1. Reconocer las limitaciones, los problemas y los riesgos a los que podemos estar expuestos y no somos capaces de solucionar de forma aislada.
  2. Aprender de las experiencias anteriores donde la sencillez ha dado frutos y ha posibilitado, partiendo del reconocimiento, llegar a buen puerto y cultivar un ambiente pacífico, próspero y civilizado.
  3. Mantenerse accesibles en el plano personal y en el plano social para fomentar la interacción con los demás que es respeto a la diversidad, la valoración de todas las propuestas y la búsqueda de consensos, haciendo valer lo que nos une y no maximizando aquello que nos diferencia, separa o aísla.

En una frase más corta, para cultivar la sencillez que tanto necesitamos en Cuba y en la vida de cada cubano: es mejor ser que alardear.

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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