Por Maikel Iglesias Rodríguez
Un grillo muy experimentado en albañilería y otras materias afines a la construcción, convidó a todos los miembros de su comunidad para que lo acompañasen en el noble proyecto de reconstruir la iglesia principal de su terruño. Cada quien debía traer a la próxima misa, una piedra recogida con sus propias manos, sin importar el tamaño ni el lugar de procedencia. El único requerimiento, era que cada cual, pusiera el corazón junto a su ofrenda. Sin embargo, no faltaron en seguida los burlones ni tampoco los supersticiosos del ejido, para tramar un boicot en contra de esta iniciativa, bajo el pretexto de que podía tratarse de una brujería o una huelga solapada de los saltamontes, con el fin de monopolizar el comercio de cereales.
Por Maikel Iglesias Rodríguez
Un grillo muy experimentado en albañilería y otras materias afines a la construcción, convidó a todos los miembros de su comunidad para que lo acompañasen en el noble proyecto de reconstruir la iglesia principal de su terruño. Cada quien debía traer a la próxima misa, una piedra recogida con sus propias manos, sin importar el tamaño ni el lugar de procedencia. El único requerimiento, era que cada cual, pusiera el corazón junto a su ofrenda. Sin embargo, no faltaron en seguida los burlones ni tampoco los supersticiosos del ejido, para tramar un boicot en contra de esta iniciativa, bajo el pretexto de que podía tratarse de una brujería o una huelga solapada de los saltamontes, con el fin de monopolizar el comercio de cereales. Llevaban tantos años en la espera de un apoyo proveniente de otras selvas, que toda la fauna nacida y criada en los adentros de aquel bosque, hubo de renunciar a cualquier tipo de esperanza.
– ¡Dime tú si se nos forma un lío, porque a las tontas gaviotas se les ocurre aparecerse con ópalos, rubíes o diamantes en sus picos! -exclamaban algunos ratones.
– ¡Pobrecitas las viejas bibijaguas! ¡Es un abuso ponerlas a cargar escombros, si ellas no pueden ni siquiera con sus alimentos! -dijeron resentidos varios camaleones.
Solo algunas hormigas persistían soñando con un templo nuevo, a las cuales, por cierto, se les tomaba por locas, debido a su predilección por las mieles de la tierra; un viejo sapo, jubilado por demás, también podría añadirse a esta pequeña lista, ya que él consagró su vida al prodigioso arte de la arquitectura, pese a que no consiguiera nunca ver edificada alguna de sus obras. Dicen que el mismo día en que sus ranatoros jefes le anunciaron el retiro, escondió unos bocetos fabulosos debajo de una roca, que les fueron revelados en un sueño, en donde contempló, un bello palacio flotante sobre un lago azul en la montaña. Del mismo modo, algún que otro sinsonte a cada rato revivía en sus trinos, la necesidad de renovar el sitio, no solo la iglesia, sino otros edificios públicos de importancia capital, para favorecer la concordia entre todas las especies; pero no más progresaban sus alas, a un tilín más de la media, emprendían un viaje sin retorno, con destino a una estepa o montaña en donde las primeras nieves, borraban los nombres de sus familiares y de sus amigos.
Tal vez una lechuza ingeniera, mereció mejor suerte en los afanes de arreglar el santuario, cuando el padre de este grillo, que hoy se proponía semejante hazaña, la invitó a apoyarlo en sus labores benéficas, en las tardes aburridas de domingo; pero se cuenta que perdió la memoria durante el intento, le dieron electrochoques y todo. Ahora está recluida en una ceiba añosa en las afueras de este matorral. Es posible leer en su tronco la siguiente moraleja: Hay quien carga un guijarro como si llevara trigo, y hay quien carga los trigos como si fueran guijarros.
Maikel Iglesias Rodríguez (Pinar del Río, 1980).
Poeta y médico.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia