He escuchado mucho en estos días a gente a mi alrededor hablar de códigos de ética. La ética del médico, la ética del maestro, la ética del comerciante, la ética del dirigente o funcionario.
Según esta lógica, los que no tengan un gremio (aunque sea informal), no tendrían obligación ética.
Ver la ética como un conjunto de obligaciones correspondientes a la profesión u oficio, es reducirla a un aspecto de la vida humana. Si bien es cierto que los comportamientos éticos pueden ser propios de determinadas ocupaciones o profesiones, la ética es una sola.
Que el maestro no deba cometer fraude o que un médico no deba contradecir la opinión de otro médico a cargo de un paciente (a no ser que esté seguro de que en ello le va la vida al paciente), que un político no deba ser corrupto y que el periodista no deba adulterar los hechos, no significa que se ajusten a “distintas éticas”. Significa que, desde distintas posiciones, cada uno busque el bien de la persona. Si hablamos de ética, hablamos de poner en primer lugar a la persona humana, su libertad, sus derechos, su dignidad y también, ¿por qué no?, su bienestar, su realización personal, lo que más le conviene, y sobre todo, lo que no lo dañe.
En Cuba nos quejamos mucho de lo que se ha llamado “pérdida de valores”. Pero pocas veces nos referimos con profundidad a las causas de esa crisis, que se evidencia, entre otras cosas, en irresponsabilidad ante las obligaciones, ineficiencia económica, falta de calidad de los servicios, altos grados de corrupción y, lo peor, una aceptación preocupante por parte de la población.
Es probable escuchar a algunos justificando el fraude o el facilismo diciendo: “es que los maestros no tienen motivación para trabajar…”. O justificar la tergiversación de una noticia diciendo: “es que decir eso no conviene a la Revolución…”. Incluso he escuchado decir ante un dirigente corrupto: “él se merece todos esos privilegios porque se lo gana sacrificándose”. Ni la falta de motivación, ni la conveniencia política, ni los sacrificios a que obliga el deber, justifican un comportamiento no ético.
La ética es el comportamiento que, a veces nos cuesta un poco, pero que nos da la verdadera felicidad, porque, como dijera Martí: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso”.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.