Por Oscar Espinosa Chepe
Las esperanzas del pueblo cubano sobre la llegada de transformaciones estructurales y de conceptos, que liberen a la sociedad de la terrible crisis que afronta desde hace decenios, continúan sin concretarse. Mientras, los problemas se acumulan a niveles insoportables, con el incremento de las penalidades y sufrimientos de una ciudadanía asfixiada bajo los efectos de un sistema disfuncional que impide el desarrollo del poder creativo de las personas. La destruida economía es cada vez menos autosostenible, lo cual tiene como consecuencia que las perspectivas de Cuba como nación estén bajo una seria amenaza; peligro advertido, incluso, por académicos oficiales.
En ese preocupante contexto, el presidente Raúl Castro pidió más tiempo para evitar los riesgos de lo que llama “la improvisación y el apresuramiento”, en su discurso en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre de 2009, después de 19 meses de gobierno provisional y casi dos años de gobierno efectivo. De sus palabras se desprende que las urgentes reformas requeridas para un país sumamente enfermo continuarán postergándose.
La situación es incomprensible a todas luces. Ni siquiera la Conferencia del Partido Comunista esperada durante la segunda mitad del año se realizó, sin que exista idea de cuándo se efectuará. Mucho menos se vislumbra el eternamente pospuesto congreso de la autoproclamada “vanguardia” de la sociedad cubana. Únicamente existe un alto nivel de incertidumbre e inmovilismo, mientras Cuba se desmorona.
En ese discurso también se aprecian serias contradicciones. Al mismo tiempo que se plantea la necesidad de ahorrar y que no se puede gastar más que lo que se tiene, a fines de noviembre se efectuaron costosísimas maniobras militares, en momentos en los que, en Estados Unidos, la Administración Obama ha dado señales evidentes de su disposición a efectuar pasos efectivos para reducir la confrontación entre ambas naciones. Tal parece que esos ejercicios, más el notable incremento de la represión contra la sociedad civil, constituyen un intento de destruir las perspectivas de acercamiento y prolongar el enfrentamiento. Paralelamente, después de los hipócritas y contradictorios pronunciamientos sobre el actual Presidente norteamericano en la etapa pre-electoral y en el momento de su elección, ahora se le ataca y provoca desembozadamente, cerrando filas con los sectores más conservadores de Estados Unidos, con los objetivos de, a la vez de boicotear la oportunidad de mejorar las relaciones, dificultar la labor del presidente Obama, enfrentado a colosales dificultades heredadas de la anterior Administración.
Las amenazas lanzadas por Raúl Castro a la sociedad civil también patentizan la pretensión de querer solucionar las consecuencias políticas de la crisis, provocada ante todo por el mal manejo de la economía, a través de la violencia. Un terrible error, pues denota falta de comprensión sobre la situación actual y la presencia de nuevas generaciones sin compromisos con el pasado, atenazadas por un régimen que cierra las oportunidades de crear un justo futuro.
El Presidente, en su exposición, reiteró la necesidad de representatividad de los negros y mulatos en cargos de dirección. La revolución creó muchas expectativas sobre el mejoramiento de la situación socio-económica de este importante sector de la población. Aunque con posterioridad a 1959 hubo avances en tal sentido, resulta indiscutible que quedaba mucho por hacer. Así, los cubanos tuvieron mayor acceso a la educación y la salud, siendo abolidas prácticas segregacionistas y ofensivas a la dignidad humana, como los clubs exclusivos para blancos. Sin embargo, al fracasar estruendosamente el proclamado proyecto económico, y sobre todo desde 1990 con la pérdida de las subvenciones soviéticas, el nivel de vida de la inmensa mayoría de los cubanos se desplomó. Pero el de negros y mestizos, por ser los mayoritarios en el sector más pobre de la población, es el más afectado por el incumplimiento de las promesas iníciales de progreso y oportunidades para todas las personas. Institucionalmente se puede dar iguales derechos a todos los ciudadanos, pero si unos continúan hacinados en cuarterías y afrontan serias carencias existenciales, ellos y sus hijos difícilmente pueden competir con quienes tienen mejores condiciones para su desarrollo, reproduciéndose la pobreza, la incultura y la marginación en las nuevas generaciones. En adición, quizás por las expectativas creadas de igualdad y avance social, relativamente pocos negros y mulatos abandonaron Cuba, por lo cual actualmente en un porcentaje significativamente superior al de los cubanos blancos carecen de familiares en el exterior que los ayude económicamente, de manera que su situación material es muy delicada.
La política para promover a cargos de dirección a los negros y mulatos mediante mecanismos burocráticos no es justa ni efectiva, ya que se designa desde arriba sin tener en cuenta las capacidades reales, sino la obediencia política. Existen eminentes antecedentes en políticos e intelectuales como Antonio y José Maceo, Juan Gualberto Gómez, Nicolás Guillen, Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias, entre una larga lista de personalidades aceptadas unánimemente como glorias nacionales, que llegaron a cimeras posiciones por sus méritos y esfuerzos, sin depender del clientelismo. En tanto, el gobierno ha discriminado a relevantes figuras de diversas esferas del saber y las artes, como Celia Cruz y Bebo Valdés por haber tenido opiniones políticas distintas y haberse marchado, lo cual, además, ha privado al pueblo de disfrutar sus valores. El problema de la falta de representatividad racial, es otra consecuencia del fracaso político, económico y social de más de cincuenta años de voluntarismo y no tendrá solución hasta tanto no se remueva totalmente el sistema que ha llevado al país al desastre.
Raúl Castro al asumir el poder provisionalmente el 31 de julio de 2006 y especialmente con su discurso del 26 de julio de 2007, creó grandes expectativas de cambios. En sus intervenciones desde entonces, ha dado la impresión de tener conciencia de la grave crisis nacional. Sin embargo, no ha sido consecuente en los hechos.
Una nueva decepción
Como pocas veces, la inmensa mayoría del pueblo cubano esperó este aniversario del 26 de julio, el 57 del asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo. No es que el fervor revolucionario sea grande, ya apenas existe debido a tantas frustraciones, sino que se esperaba que el presidente Raúl Castro anunciara las reformas urgentemente requeridas por Cuba para emerger de la asfixiante crisis.
El General ni siquiera habló. Encargó el discurso a José Ramón Machado Ventura, primer vicepresidente del Consejo de Estado, cargado de viejas citas y consignas para destacar que continuarán “el estudio, el análisis y la toma de decisiones que conduzcan a superar nuestras insuficiencias en todos los órdenes, y perfeccionar nuestra sociedad.” Por tanto se sigue dando largas a las reformas, después de que el 26 de julio de 2007, hace tres años, en acto similar en Camagüey, Raúl Castro reconoció la necesidad de reformas estructurales y de concepto.
El veterano funcionario añadió: “No nos conduciremos por campañas de la prensa extranjera. Proseguiremos con sentido de responsabilidad, paso a paso, al ritmo que determinemos nosotros, sin improvisaciones ni precipitaciones. …Cambiando lo que deba ser cambiado en este momento histórico, pero sin aceptar jamás presiones externas ni menoscabo alguno a nuestra soberanía.” Como si no fuéramos los cubanos los primeros interesados en aplicar transformaciones que nos saquen del atolladero al que nos ha conducido un sistema disfuncional, y el obstinado egoísmo de personas sólo interesadas en preservar el poder absoluto por tanto tiempo disfrutado, aunque ello signifique miseria y sufrimiento para el pueblo.
Resulta contradictorio que se siga hablando de defensa de la soberanía nacional, cuando el país está en bancarrota y ni siquiera se puede reintegrar el dinero depositado en cuentas nacionales por entidades extranjeras, lo cual ha llevado la nación a un completo descrédito, y la ha hecho más dependiente del desgobierno de Hugo Chávez, con los compromisos y peligros resultantes para nuestra soberanía.
Cuba, precisamente por la absurda política económica mantenida durante 51 años, ha quedado aislada en el contexto internacional, con la única opción de la “unión económica” con el país que tiene uno de los índices de inflación más alto del mundo -el mayor de Sudamérica, más del 30,0%-, desabastecimiento generalizado, impactante inseguridad ciudadana, y tres años consecutivos de decrecimiento del PIB. Con colosales recursos petroleros en momentos de altos precios del oro negro, es una increíble paradoja, que refleja el nivel de estulticia e incapacidad de la administración de Chávez. La desesperada crisis económica iniciada a comienzos de la década de 1990 ha lanzado a los cubanos al regazo de este Juan Vicente Gómez del siglo XXI.
Esperamos que las autoridades cubanas despierten de su letargo y comprendan que ya se acabó su tiempo. Es hora de actuar ante una crisis que incluso amenaza nuestra existencia como nación.
Oscar Espinosa Chepe (Cienfuegos, 1940)
Economista y Periodista Independiente. Miembro de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE). Fue Consejero en la Oficina del Primer Ministro. Jefe de departamentos en la Junta Central de Planificación, en el
INRA y en el CECE. Especialista en comercio exterior del Banco Nacional de Cuba y diplomático en Belgrado.
Es uno de los 75 de la Primavera de 2003.
Reside en La Habana.