Editorial 59: La estabilidad, necesidad y responsabilidad de todos

La vida cotidiana de cada ciudadano y de la nación necesita, en primer lugar, estabilidad. Si nos preguntaran cuáles son algunas de las palabras clave en este momento de Cuba y el mundo podríamos decir: incertidumbre, desasosiego, vicisitud. Y estas condiciones existenciales llevan a la inestabilidad ciudadana que nadie quiere.

En efecto, la inestabilidad, el nerviosismo, la desazón, provocan en la ciudadanía una lesión grave a la calidad de vida personal y, al mismo tiempo, afecta a la familia, al trabajo y a la convivencia de toda la sociedad.

Las causas de ese desasosiego son múltiples. Mencionaremos solo algunas:

  • La agonía por la subsistencia cotidiana debido a la escasez de todo.
  • La simulación permanente por la penalización de la discrepancia.
  • La cultura del enfrentamiento, el enemigo externo, y la violencia física y verbal.
  • La desintegración de las familias y la pérdida de la privacidad del hogar.
  • La división de la sociedad entre cubanos “buenos”, cubanos “malos” y “ex cubanos”.
  • El miedo ignoto a lo que “vendrá” en el futuro y a lo que me “dejarán hacer”.
  • La indefensión del ciudadano, porque el poder judicial está sometido al poder político.
  • El método de encubrir con un supuesto “delito común” la represión política.
  • La corrupción generalizada que hace a los “no influyentes” aún más desvalidos.
  • La paranoia, la desconfianza y la delación, que crean el clima irrespirable de que “siempre hay alguien que te ve” y quedas a merced de anónimos y delatores.

 

Hemos mencionado solo diez, entre otras muchas causas que, como metástasis, van invadiendo la intimidad del ciudadano y no deben ser escondidas ni maquilladas, pues se crea una máscara de normalidad sobre rostros que muestran por la calle el rictus de la neurosis cívica. La totalidad de la existencia de una persona puede ser expuesta en los Medios, se reproduce en los rumores y en las descalificaciones soterradas o los actos de repudio abiertos. Todo esto, no solo desacredita el modelo político imperante en Cuba, sino que va contra la auténtica cultura cubana, lo mejor de nuestra idiosincrasia, y las más sanas tradiciones de convivencia entre cubanos.

Otra consideración es que todos estos factores que perturban sistemáticamente la sicología, los proyectos de vida de los ciudadanos, sus relaciones interpersonales, familiares, vecinales y laborales… son el caldo de cultivo de la desestabilización nacional que nadie quiere, aún menos los que provocan, directa o indirectamente, ese ambiente de crispación y malestar, que como terreno pantanoso parece calmado en la superficie, pero constituye una peligrosa tembladera en la que puede hundirse la tranquilidad ciudadana.

En otras palabras, el remedio para alcanzar la tranquilidad cívica, la estabilidad política, la convivencia social y la paz, jamás podrá ser la represión, el hostigamiento y la desconfianza de todos por todos.

Cuando estos métodos de acoso permanente no se hacen solo contra los delincuentes, los corruptos, los violentos, sino que se aplican también sobre ciudadanos decentes, solo porque discrepan políticamente, o son emprendedores cuentapropistas, o crean proyectos socio-culturales independientes del Estado, o viajan al extranjero, entonces lo que pudiera ser remedio extremo para antisociales, se convierte en un boomerang cuyo peligro y violencia se siembra en el corazón de la ciudadanía, se convierte en abono para la desestabilización, se reproducen los inconformes y opositores y, al final, se alcanza exactamente lo contrario de lo que se intentaba lograr: la tranquilidad y la libertad personales, la responsabilidad y participación cívica y la paz, el progreso y la felicidad de la Nación.

Los que tienen el supremo deber y la grave responsabilidad de cuidar la convivencia y la soberanía ciudadana, deben cuidar no solo los objetivos a alcanzar, el fin que se persigue, sino y sobre todo deben velar por los métodos y medios con los que se pretende llegar a ese fin. El fin nunca justifica los medios. El fin y los métodos deben ser igualmente éticos, humanos, tolerantes y pacíficos. De lo contrario, criamos cuervos, sembramos ponzoña, cultivamos desconfianza y reproducimos el ciclo de la violencia que comienza en la familia, se amplía en el barrio, se ceba en las relaciones laborales y se oficializa en los Medios de Comunicación y en las demás instituciones. Claro, este ciclo siempre comienza con un crecimiento “controlado” por la autoridad, pero como el cáncer biológico, llega a la acumulación de reproducciones cuantitativas que provocan, sin remedio a esas alturas, un cambio cualitativo y desordenado de violencia e inestabilidad que desencadenan en el deterioro de la salud social, política y económica.

No es ético llevar ese margen de control totalitario hasta los límites humanos de la convivencia ciudadana. No se puede jugar con “candela” confiando en que en “otras épocas” se logró rebasar esos límites de paciencia y supervivencia. Ningún tiempo presente tiene las mismas condiciones de ninguno de los tiempos pasados y el deterioro se acumula.

La propuesta es abrir los espacios de libertad y responsabilidad de todos los ciudadanos sin distinción de opciones políticas o económicas, sin pausa, sin frenar, sin volver atrás, con agilidad, con auténtica voluntad de cambio, con confianza y transparencia. Esto es lo que convoca y une en la diversidad. La represión desune, enfrenta y provoca la estampida. Se convierte en una máquina de hacer opositores, no ciudadanos corresponsables de la suerte de su Patria.

Al acercarse momentos trascendentales para la historia de nuestra nación, serenemos nuestros ánimos, cesemos nuestras desconfianzas, despenalicemos la discrepancia, eliminemos los actos de repudio y que cese todo hostigamiento político, económico y cultural.

Cuba, fiel a sus mejores tradiciones culturales, debe ser discípula aventajada en la escuela ética del Padre Félix Varela y del Apóstol José Martí, que en las “Cartas a Elpidio” y en el “Manifiesto de Montecristi”, sembraron el perdón al enemigo, la virtud como modo de vida, y el amor como la cumbre de nuestra convivencia.

Todos, y no solo las autoridades, somos y seremos responsables del rumbo que escoja nuestra Patria, del camino pacífico para mantener o renovar ese rumbo, y de los métodos y medios para arribar a esa república cordial “en que quepamos todos” y en la que “la ley fundamental sea el culto a la dignidad plena del hombre”.

Pinar del Río, 8 de septiembre de 2017

Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre

Patrona de Cuba

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