Breve acercamiento a la representación simbólica de la Virgen de la Caridad del Cobre en la obra de Miguel A. Couret
Los tópicos relacionados con la religiosidad popular en nuestro país siempre han emanado una fuerza telúrica, sobre todo dentro del imaginario social, cultural, político y espiritual donde entre muchas deidades; Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba ocupa un lugar protagónico. Introducirse de soslayo sobre este asunto y toparse con la propuesta estética de Miguel A. Couret resulta cuanto menos una revelación y anclaje de pie en tierra al unísono, sobre todo por su capacidad para escudriñar nuestra realidad (la suya también) sobre la base de un riguroso escáner al contexto con sus luces y sombras, donde el discurso establecido como “norma” y su contra/discurso como revelación metafórica se convierten en autentico método para la deconstrucción estética dentro de su producción simbólica. Volver sobre su obra y encontrarme con Cachita insular, acrílico y collage sobre cartulina, 100 x 70 cm, 2023, me permite certificar su permanente capacidad de provocar e inquietar estéticamente, algo que el arte no debería sepultar jamás.
En primer lugar me llama la atención que esta es una obra que toma el sendero opuesto del canónico tecnicismo académico para representar algo tan sagrado como la Virgen, estableciendo un absoluto contraste con el canónico hedonismo y el ornamento estético como elemento distintivo. En el caso particular de esta pieza el creador se apropia de una pincelada gestual y dinámica que rosa con ciertos recursos del expresionismo abstracto y el dripping ¿será esta solución pictórica un guiño paralelo hacia nuestra realidad y su apremiante dinámica en la que nos envuelve la vida diaria? No cabe dudas que en ella se aprecia un procedimiento que de manera habitual se ha visualizado dentro de la poética “couretiana” y que en esta pieza cobra mucha fuerza: Esta es una propuesta donde se “extrae” del acostumbrado “pedestal” a la “encriptada” patrona para introducirla en “nuestro” contexto como una especie de oráculo, “vecina cercana” y “amiga”; un hecho que desde el punto de vista simbólico, conceptual y representacional le otorga cierta dosis de frescura, naturalidad y frontalidad hacia los espectadores, algo que la sitúa justamente en el ce(n)tro de nuestra habitual encrucijada vivencial sin dejar de ser canalización y “vehículo” seguro para el depósito de las más diversas ofrendas y quimeras que urgen de su atención.
Resulta que la obra es atravesada simétricamente por varios elementos que llaman poderosamente la atención; un ventilador cuyo trasfondo es un remolino circular indefinido y en lugar de la paleta del aparato doméstico parecen “encarnar” los archiconocidos pétalos de girasol que esta vez se han ido desojando lentamente de su habitual engranaje y circulación para aflorar los más diversos y enconados criterios en torno a la fe y la calma que emanan de estos equipos. ¿Habrán dejado de transmitir tales sensaciones de sosiego hacia el prójimo o simplemente hay muchas cuestiones que escapan de la bondad y la fuerza de la patrona para dejar entrever que poco a poco en nuestra sociedad se ha empezado a quebrar la fe? No es menos cierto que en la pieza se respira cierto halo dramático sin dejar de ser poético, contundente y objetivo a la vez donde tampoco escapa la alegoría al viaje, la emigración y la insularidad, representada por un mar cubierto de pequeñas escaleras que parecen acuñar los más recientes y trágicos pasajes acerca de la permanencia, el escape y la muerte signados por los apremiantes flujos migratorios ¿será este otro acertijo de los que nos invita a pensar y analizar urgentemente la obra y su creador donde al parecer se le ruega fervientemente a la diosa por una travesía segura?
En mi opinión, he considerado como punto climático la representación de la deidad sobre un monopatín que pende de una delgada cuerda ¿constituirá este otro elemento que desde la alegoría y la metáfora intente advertirnos de manera rotunda que la fe y la confianza de toda una nación transitan sobre un hilo? Al menos yo me reúso a creerlo, sin embargo esta visceral y contundente metáfora de la realidad parece certificarlo. He llegado a convencerme de que si a nuestra querida y adorada virgen la dejaran escoger estética y representacionalmente hablando una “epidermis” como tejido social no dudaría en la “encarnación” de Cachita insular, no porque le esté dedicando estas sentidas y sinceras palabras, sino porque estaría muy a gusto en parecerse cada día más a sus fieles.
- Lic. Lázaro Prieto González
- Artista Visual
- Miembro de la UNEAC