El gobierno cubano, una vez más pierde la oportunidad de realizar cambios graduales con vistas a adelantar en el camino hacia la prosperidad y la democracia.
El último congreso del PCC, que será el último con el actual gobierno, según sus propios anuncios, no cambió nada en las expectativas de los ciudadanos.
Ninguna medida verdaderamente nueva, no ayudó a cambiar la perspectiva de no poder elevar el nivel de vida ni las libertades de los cubanos.
Desde el punto de vista económico, las medidas de vuelta a la centralización manifiestan que otra vez el gobierno cubano pretende obstaculizar el camino hacia el cambio definitivo del sistema.
Estoy de acuerdo con el economista Pavel Vidal cuando se refiere a que los especialistas no supieron explicar ni argumentar bien el porqué de los problemas, dando pie a los conservadores para que argumentaran a favor del inmovilismo.
Pero la realidad es que los problemas no son nuevos. Se han repetido una y otra vez en el transcurso de este experimento social que dura ya 57 años. Se liberan un poco las fuerzas productivas, se mueve la economía hacia el mercado. Pero al ser un movimiento incompleto, se obtienen los peores resultados del mercado, y bajo este pretexto, vuelve a recrudecerse la centralización.
En los años 80 vivíamos en un país cerrado, no se podía viajar sin permiso y las misiones eran a países en guerra. Cuba vivía sin saber bien cómo vivían los demás países. Los beneficios de las relaciones con el campo socialista permitían al Estado brindar enormes subsidios que garantizaban un nivel de vida que parecía digno, solo con un salario medio. Se implanta lo que se llamó Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, sustentado en el cálculo económico y las experiencias de la URSS y de otros países de Europa. Pero, junto con las ventajas del pago por resultados de trabajo y la liberación de algunos mercados, las posibilidades económicas producto del bajo costo de las importaciones, dada nuestra pertenencia al CAME, trajeron como consecuencia derroche, corrupción y diferencias en los niveles de vida de algunos. Y con el argumento de las consecuencias negativas, en el año 1986 se lanza el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, que criticó todo lo que estaba fuera de un mínimo nivel de vida.
En el año 94, comenzaron nuevas reformas (algunas más profundas en aquel momento que las actuales): libre circulación del dólar, legalización de actividades por cuenta propia, tiendas recaudadoras de divisas, la batalla de ideas… Parecía que íbamos camino al cambio verdadero. Pero todas estas medidas, vistas como medidas coyunturales por el gobierno, comenzaron su retroceso en el año 1998, cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela. El pretexto fue el supuesto enriquecimiento de algunos, la violación del fisco, los intermediarios que alteraban los precios. Otra vez se usaron las consecuencias negativas de esta pequeña apertura del sistema económico como argumento a favor del inmovilismo. Grandes multas a los cuentapropistas, cierre de licencias, confiscación de bienes (“plan maceta”), eliminación del dólar como moneda, cambio de mercados libres campesinos por mercados estatales, y la batalla que supuestamente era de ideas y no de fuerza, acabó con el encarcelamiento de 75 cubanos que solo pudieron ser acusados de exponer libremente sus ideas. En fin, vuelta atrás a la centralización y el cierre.
Con las últimas medidas llamadas “actualización del modelo”, podría suceder lo mismo si, como ha sido anunciado, se regresa a mecanismos de acopio estatal y de establecimiento de precios topados; si continúa entorpeciéndose el trabajo de los intermediarios, que no solo no son los culpables de los malos resultados, sino que más bien, alivian la situación para los ciudadanos, pues surgen cuando existe el mercado para su labor, cuando surge la necesidad.
El mercado solo funciona si es tal
Mientras más lentas las medidas de cambio y de liberación de las fuerzas productivas, más consecuencias negativas. Recordemos la vuelta atrás en el nivel de vida, cada vez que se ha producido un viraje a la centralización, en los años de totalitarismo.
Si nunca terminamos de hacer la reforma hacia el mercado, nunca tendremos las ventajas del mercado. Y solo tendremos las consecuencias negativas de este.
Ni siquiera se han implantado los lineamientos acordados en el anterior congreso. Cinco años para llegar a un 21% de cumplimiento en la concreción de estos lineamientos, demuestran que, por una parte, no estaban bien pensados: son simples enunciados sin estrategias definidas para su aplicación.
Lo positivo del Congreso
Como en toda realidad, siempre hay algo positivo, también lo hubo en el último congreso del PCC. Las interrogantes que generan las contradicciones entre los acontecimientos y el discurso oficial mantenido durante el Congreso y la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, nos hacen ver un gobierno más debilitado e incoherente.
Por ejemplo:
– Si el PCC no ha podido ponerse de acuerdo en la estrategia y la visión del modelo que pretende “actualizar”, ¿cuáles son los principios en los que no va a ceder el sistema cubano de gobierno?
Contando con que existen muchos profesionales capaces realizando esta función, la falta de acuerdos en este sentido parece indicar dos cosas posibles: o que la estrategia en sí misma es contradictoria y, por tanto, difícil de plasmar por escrito; o que existen diferentes posiciones en cuanto a estrategia y visión del modelo en la comisión encargada de la redacción. Si es contradictoria, tendrá que ceder para ser coherente. Si existen diferentes posiciones en el nivel más alto del gobierno y el PCC, va cambiando la unidad monolítica en el gobierno cubano.
– Si hemos renegociado la deuda con muchos países, los EE.UU. han flexibilizado el embargo, crece el turismo, baja el precio del petróleo, crece la inversión extranjera (incluso norteamericana), crecen los negocios por cuenta propia, tenemos cruceros y desfiles de Chanel en La Habana, ¿cómo podemos decir que la economía no crecerá más este año?
Es contradictorio que con las nuevas posibilidades que han surgido, innegablemente en gran medida por el cambio en las relaciones con los EE.UU., la economía cubana no pueda crecer más aceleradamente. Si bien es cierto que la situación en América Latina afecta la economía cubana, en un país normal, la actual coyuntura con los EE.UU. y con la Unión Europea, podría paliar con creces la dependencia económica de un país como Venezuela. La causa de que se agudice la crisis solamente puede estar dentro, dado que la situación internacional con relación a Cuba parece ser favorable. Los pretextos para vivir en la precariedad y con una economía de subsistencia se van acabando. Va resultando más evidente que el problema es el sistema económico cubano que solamente puede respirar mejor cuando mantiene relaciones de dependencia.
Otra cuestión que puede evidenciarse con el anuncio de que la economía no crecerá más que en la mitad del año pasado es que, para algunos, el crecimiento real que tendrá la economía cubana no será notable, aún más probablemente para los que se mantienen en la viejas estructuras del sistema (dígase, por ejemplo, los que viven de un salario de una empresa estatal sin inversión extranjera o sin estar acogida el régimen de pago a destajo). Otra contradicción con el supuesto principio de un sistema que beneficia a los más humildes.
– Si la economía no crecerá más este año, ¿cómo podremos sustentar una mayor fortaleza de la moneda?
Se ha rebajado el precio de algunos productos en los mercados estatales en moneda nacional y en CUC, en los últimos dos meses con vistas a “elevar gradualmente la capacidad de compra del peso cubano”. La rebaja no es significativa desde el punto de vista del bolsillo de los cubanos que viven de su salario, ni de las ganancias de las empresas comercializadoras, cuyo margen comercial ha estado cerca del 200%. No obstante, con la rebaja de precios, indudablemente se eleva la capacidad de compra del peso. Sin embargo, si la economía no logra sustentar el aumento de la demanda que se produce como consecuencia, la elevación de la capacidad de compra de la moneda cubana será efímera. Con vistas a la unificación de la moneda es un buen paso, pero para que sea sostenible, la economía cubana tiene que contar con recursos y con una dinámica de crecimiento.
En este aspecto podríamos hablar también del tope de precios en algunos mercados agrícolas, exceptuando los que se rigen por la oferta y la demanda. A pesar de que esta medida es más perjudicial que beneficiosa para la economía, debido a que puede traer como consecuencia la desestimulación de los productores, de momento, eleva el poder adquisitivo de la población. El tope de precios no es propio de un sistema que quiere y necesita estimular la producción nacional y las exportaciones.
Si la economía cubana no crece realmente, la única consecuencia positiva que tendrá esta rebaja de unos precios y el tope de otros, es la disminución temporal del descontento social. Entonces, o la economía cubana disminuirá la crisis en que vivimos o el gobierno necesita mucho, aun a riesgo de aumentar esta crisis, disminuir momentáneamente el descontento social.
Somos una nación diferente a la de otras etapas
El Congreso del PCC parece no haber tenido en cuenta que después de cada etapa de apertura, por muy pequeña y superficial que esta sea, la nación cubana no es la misma. En cada época hay procesos de liberación que no regresan atrás como las medidas y las leyes.
Las contradicciones entre el discurso y la realidad son una característica del sistema cubano de las últimas seis décadas. Esta no es la misma nación de las etapas anteriores. Nuestra visión del mundo ha cambiado. Ya no somos una nación cerrada y ajena a los cambios y las ventajas de sistemas diferentes. Sin ignorar los problemas, no es ya creíble para la mayoría de los cubanos, que para evitarlos, es necesario violar los más elementales derechos a la iniciativa y la libertad personal. Queremos una nación próspera y libre.
Sabemos que cualquier proceso de cambio tiene sus costos, pero sabemos también lo que nos ha costado el inmovilismo de los últimos 57 años.
Y cada vez que se produce un freno a los cambios, sentimos que el gobierno cubano hace como el marido engañado que tira a la calle el sofá en que su mujer lo traicionó, sintiéndose entonces más seguro. Topar los precios, entorpecer el trabajo de los intermediarios, centralizar la labor de los productores, es “botar el sofá” y además comprarle una cama, porque las posibilidades de que los resultados sean aún peores, crecen.
En síntesis, este vaivén de la economía cubana nos recuerda a un personaje humorístico de la televisión cubana llamado Ruperto que camina dando un paso adelante y dos para atrás.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.