LA DUALIDAD MONETARIA EN CUBA

La expresión y el gesto convencidos del Presidente Raúl Castro subrayaron con elocuencia las palabras con las que anunció en la última sesión de 2017 de la Asamblea Nacional, la inminente desaparición de la dualidad monetaria en Cuba. Mucho ha sido el tiempo empleado en esperar la aparición del momento mejor para suprimirla. Un momento imposible, pues las condiciones que lo caracterizarían como bueno no se darían precisamente debido a la existencia de la misma dualidad. Desde hace años, los efectos positivos que habría inducido la supresión de las varias tasas, habrían hecho bueno cualquier momento en que se decretara su abolición. 

No creo que la demora en rectificar la incómoda situación cambiaria del país se haya debido a insuficiencias intelectuales o de información. Las personas que trabajan en los grupos técnicos que abordan el tema cambiario en el país, tanto los cubanos como los asesores extranjeros, son profesionales de alta competencia y disponen de las estadísticas e informaciones necesarias para realizar bien su trabajo. Pero esta labor suya no es decidir qué moneda y qué tasa de cambio habrá, ni cuándo se aplicará o cómo. Su función es elaborar un conjunto de alternativas racionales, rigurosamente fundamentadas, apegadas a las posibilidades reales del país e informadas en determinados valores y principios. Imagino que validen sus elaboraciones simulando situaciones en corridas de escenarios que reduzcan a unas pocas las opciones de gran interés. Estas son las que pondrán a disposición de la instancia política que tomará la decisión. Muchas veces los políticos le dan vueltas y más vueltas a un asunto delicado antes de decidirlo, sobre todo cuando la decisión se toma parado sobre el filo de una navaja. 

Dentro del concepto tasa de cambio existen catalizadores, tampones y detonantes virtuales de las más importantes variables de la macroeconomía. Las tasas de interés, la inflación, las inversiones, el empleo y el consumo son algunas de ellas. Las importaciones y las exportaciones y las relaciones en las partidas de la balanza de pagos son otras. Son un instrumento monetario de dirección macroeconómica. Cuando se toca la tasa de cambio se irradia un efecto favorable o maligno, directa o indirectamente, sobre toda la economía. El efecto conjunto, dado el carácter políticamente intencional de los estímulos, se mueve en un campo de variación entre el óptimo social y el óptimo económico. 

Dos óptimos que se presuponen necesariamente. La consecución desmedida de uno implica el fracaso del otro. Imaginémoslos en los extremos de una recta como polos en oposición. Así solo pueden existir como utopías. La utopía de la justicia social óptima y la utopía de la racionalidad económica óptima. En un punto entre los dos extremos se encuentra un máximo al que las limitaciones de la inteligencia y el descuido de la ética han impedido llegar. Un máximo necesario, deseable y posible pero no alcanzado. La búsqueda de ese máximo excita una cualidad socioeconómica que se irradia a todos los saberes, métodos y sistemas que intentan modelar al mundo. Influye en todas las acciones humanas, hasta en el restablecimiento de una sola moneda y una única tasa de cambio en una pequeña nación del Caribe. 

En las condiciones específicas de Cuba la fijación de una tasa de cambio tiene, además de las complejidades comunes a cualquier país, las que supone ser una nación cuya economía depende del comercio exterior, el turismo y las remesas, y estar, además bloqueada económica y financieramente. La tasa que se decida tendrá una repercusión inmediata y directa en las variables anteriores y esta influencia llegará a los hogares de los cubanos en el corto plazo. 

Estoy convencido de que el gobierno intenta decidir una tasa de cambio que produzca el menor daño posible a las personas, tanto a las naturales como a las jurídicas. Y estoy seguro que lo logrará en parte. Pero solo en parte. La conmoción que generará la corrección cambiaria, que no será crítica, dañará a empresas y personas en diversa medida. Y beneficiará a muchos más. A la larga Cuba ganará. 

La manzana cambiaria, que ha generado entuertos, temores, impaciencia y discordia en el país, ya no lo es más. Pero aún es una papa hirviente, ahora en las manos del presidente que tendremos a partir de abril.

 


José Antonio Quintana (Pinar del Río, 1944).
Economista jubilado.
Médico Veterinario.
Reside en Pinar del Río.

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