La dialéctica artificial de Stalin y su aplicación en Cuba: claves para la liberación

Stalin. Foto tomada de Internet.

Los cubanos hemos estado inmersos en una guerra civil desde el 10 de marzo de 1952, una guerra civil que nunca ha acabado. Durante la era comunista hemos sido víctimas y victimarios, lo que crea un terrible desconcierto en nuestras conciencias humanas. Haber sido sometidos a una guerra fratricida ha calado muy hondo en nuestras almas. Que nuestros padres o hermanos que piensan distinto a nosotros hayan sido los que nos agredan y nos denuncian, es muy dificil de procesar.

Pero este diseño no es nuestro, este diseño fue articulado utilizando las fórmulas de los bolcheviques en su imposición de la doctrina marxista a su propio pueblo y luego a otros en su expansionismo imperialista. Para lograr esta imposición hacen falta dos componentes esenciales: una red invisible infiltrada en las instituciones clave de la sociedad y la creación de una percepción falsa que, utilizando elementos verdaderos de la realidad, adultera las causas, segmenta la sociedad, y crea escenarios urgentes para persuadir a las personas a actuar en un determinado sentido, olvidando los principios de la libertad. Es sabido que Fulgencio Batista pactó con los comunistas para ser elegido en 1940 como presidente del país, y de hecho llegó al poder en una coalición de la cual era también parte el Partido Socialista Popular. Gracias a esto, los comunistas en Cuba ganaron escaños en el Congreso de la República y tuvieron acceso a crear medios de comunicación masivos como el periódico Hoy y programas radiales. Desde esas plataformas comenzaron a influir en la opinión pública y a echar raíces en la conciencia popular. Como expresó Quevedo, el dueño de la revista Bohemia en su carta póstuma, “todos fuimos culpables”. Conociendo la realidad del país se ensañaron en la crítica destructiva sin propósito de enmendar una República que aunque tenía problemas que resolver, gozaba de crecimiento económico y logros sociales como casi ningún otro país hispano. La percepción es siempre muy poderosa. Los creadores de estas percepciones y escenarios fueron el detonante del fin de la República. Esos dos pilares (la infiltración y la percepción) van desmontando la libertad de un país, destruyendo la confianza en sus instituciones y creando un discurso de confrontación para posibilitar las salidas radicales que inexorablemente llevan a los comunistas al poder. Lo hemos visto en Asia, Europa, África y América.

De acuerdo al ensayista e historiador Isaiah Berlin, el mayor aporte del régimen de Joseph Stalin a la maldad que caracteriza las revoluciones comunistas y su permanencia en la sociedad, fue el método de la “dialéctica artificial”. Dice Berlin que la dialéctica artificial es y cito “un instrumento garantizado para ‘corregir’ las incertidumbres de la naturaleza y la historia y preservar el ímpetu innato -la tensión perpetua, la condición de movilización bélica permanente- que por sí solo permite llevar una forma de vida tan poco natural. Y lo hace no dejando nunca que el sistema devenga demasiado renqueante o ineficaz, que se sobrecargue o se vuelva autodestructivo. Se trata de una versión extraña e irónica de la ‘revolución permanente’ de Trotski […] y obliga al sistema soviético a deambular por un sendero serpenteante al tiempo que engendra para su pueblo una situación de tirantez sin remisión a no ser que quede atrapado en uno de los giros abruptos realizados siempre que una operación determinada comienza a generar resultados insuficientes o indeseables”.

Y ¿cómo se ha aplicado la dialéctica artificial en Cuba? Una vez establecido el sistema comunista, y habiendo adoptado el estalinismo como su mejor expresión en todos los ámbitos de la estructura gubernamental y comunicacional, de forma medida y premeditada, la realidad del país ha sido llevada de manera pendular recorriendo desde el extremo de la represión brutal en las diferentes épocas hasta el relajamiento de medidas y regulaciones en otras etapas de manera que ni represión ni relajamiento sean permanentes. Este método de control crea una dependencia psicológica fuerte y un sentido de conformidad inexorable en los ciudadanos.

Al mismo tiempo que esto ocurre, los medios de comunicación, controlados en su totalidad por el régimen proponen un lenguaje nuevo, inversamente proporcional a la realidad. Ya George Orwell lo denunciaba en su novela “1984”: el odio es amor, la guerra es la paz. Este lenguaje para llamar la libreta de racionamiento de los alimentos “libreta de abastecimiento”, o los campos de trabajos forzados de la UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, o los campesinos del Escambray, los bandidos, o los cubanos que decidieron irse por el Mariel “escoria, gusanos”, es una muestra del lenguaje de la dominación. El ser humano es atrapado en este juego de condicionamiento psicológico y logra acostumbrarse a los vaivenes del péndulo de la dialéctica artificial, una dialéctica creada de forma falsa, para poder manipular y controlar cuerpo y conciencia. Otros ejemplos de la aplicación de este método dentro de estos 63 años se los dejo a ustedes y a su sentido crítico de los hechos acontecidos en Cuba. Al final, todos hemos sido conejillos de indias en un laboratorio macabro de experimentación social, donde el objetivo ha sido y sigue siendo el poder y el dinero de una clase privilegiada y especialmente de una familia.

Al transcurrir los años de control totalitario en Cuba, la conciencia de los cubanos ha sufrido transformaciones profundas, creadas por estas dinámicas de condicionamiento. La revista Vitral publicada en Pinar del Río por el Centro de Formación Cívica en su editorial 74 de julio-agosto de 2006 analiza lo que llamó el daño antropológico:

“Cada vez que alguien tiene que actuar de modo diferente al que piensa o siente; cada vez que a una persona le confiscan su voluntad cotidianamente a nombre de un “voluntariado” impuesto desde arriba o por decreto; cada vez que una persona pierde su fuerza de voluntad y se convierte en una frágil marioneta movida desde afuera y desde arriba por los hilos del poder, del tener o del capricho, es como si le hubieran mutilado las manos. Este es un daño antropológico porque destruye o quiebra la voluntad humana hasta convertir a las personas en instrumentos sometidos a los deseos de otro.”

Recordando lo que impulsó a José Martí a convocar la “guerra justa y necesaria”, aquel anhelo de lograr la libertad, y su definición: “libertad es el derecho que todo hombre tiene a pensar y hablar sin hipocresía”, vemos cómo los elementos impuestos desde afuera que han causado el daño antropológico en los cubanos, tenían y tienen como objetivo central destruir la honestidad, el sentido de libertad interior y de creatividad que cada uno de nosotros tenemos al nacer como derecho natural. Nuestras conciencias han estado frente a un pelotón de fusilamiento permanente, desde que nacimos, y esas balas disparadas premeditamente, han ido destruyendo nuestra capacidad de pensar libremente, nuestra conciencia crítica del mundo que nos rodea. Estamos amarrados y amordazados, y esta realidad se ha convertido en la norma que los cubanos en su mayoría aceptan.

Digo en su mayoría porque existe y ha existido siempre una parte del pueblo que se rebela, que se levanta, que despierta y grita. En el mundo, fuera de Cuba existe la percepción que los cubanos no hemos luchado contra el totalitarismo. He encontrado esa afirmación y esa pregunta. Desconocen los miles de cubanos muertos frente al paredón de fusilamiento, los miles de prisioneros políticos, los miles de desaparecidos, los miles de muertos en el mar, y sobre todo los millones que en el silencio de su corazón saben que no son libres. No debemos olvidar a esos que se han levantado y han gritado, como tampoco podemos obviar el clamor de nuestros corazones.

El daño antropológico va a la raíz de la esencia humana. Destruye nuestra capacidad de libertad interior, nos fabrica un policía interno, nos obliga a la autorepresión, la delación, la desesperanza todo esto potenciado por el miedo. No debemos tenerle miedo a sentir miedo. Es una reacción completamente natural y humana, pero tampoco debemos tenerle miedo a la idea de, a pesar del miedo, ser sinceros con nosotros mismos. Nos obligan a traicionarnos para obligarnos a hacer lo que ellos quieren.

La génesis del movimiento de derechos humanos en Cuba es precisamente el rescate de esa voz interior de libertad en los cubanos. El hecho de hacerle saber a los cubanos que existen derechos que son inalienables, que no son derechos otorgados por ningún poder, que son derechos con los cuales nacemos, la idea de los fundadores del Comité Cubano Pro Derechos Humanos era encender esa luz en el corazón de cada cubano, en un proceso personal, interior y particular: el proceso de autoliberación. A partir de ese proceso, ampliar entonces los espacios de libertad hacia la familia, la comunidad, la sociedad y la nación. Por esa claridad en el concepto de la sacralidad de la persona humana, este movimiento nacido de forma precaria y sin muchas posibilidades no ha podido aún ser destruido por el estado totalitario.

Este movimiento nació como una hojita verde en el medio de un muro infranqueable. Durante la década de los ochenta la hojita fue echando raíz, y en la década del noventa se sumaron hojas nuevas a la planta. El crecimiento y diversificación del movimiento de derechos humanos en Cuba tuvo como resultado gestiones de la importancia de Concilio Cubano, que a pesar de ser reprimido, fue un ejercicio importante de civismo. A partir de 1996 los cubanos opositores aprendieron que en vez de organizarse de forma nacional y en una sola estructura era mucho más efectivo organizarse por regiones, y fortalecer las comunidades. De esta concepción surgió la iniciativa ciudadana Proyecto Varela, que logró demostrar que miles de cubanos querían un cambio en las leyes y una transicion hacia la democracia. Ya el régimen no pudo llamar más “grupúsculos” a las organizaciones opositoras. Por supuesto, en vez de propiciar un diálogo en la sociedad, la respuesta del régimen fue la represión. Pero en cada escalón ascendente, a pesar de las medidas represivas, este movimiento ha aprendido importantes lecciones. El camino ha sido difícil y lo será más. A partir del inicio del siglo XXI, el objetivo del movimiento cívico fue ocupar los espacios públicos, de esta manera vimos fenómenos de protestas en las calles, las Damas de Blanco caminando en La Habana, los opositores realizando marchas o reuniones en los parques de toda Cuba. El espacio público fue cercenado por el régimen desde el principio. El lema opositor “las calles son del pueblo” iba dirigido al corazón del problema. Ese espacio público y físico fue el escenario de muchas de las principales actividades cívicas y no violentas, y por eso la reacción represiva fue violenta y costó vidas muy valiosas de opositores y activistas. A partir de la última década el movimiento cívico ha sido diezmado y la acción se ha desplegado al terreno virtual. A pesar de esto, una renovación en las expresiones artísticas alternativas y el desarrollo de una cultura antisistema se ha ido desarrollando lentamente. El cambio real no se dará en las redes sociales, aunque estas son un instrumento de apoyo fundamental para los mensajes de cambio.

Esto se demostró durante las protestas masivas del 11 y 12 de julio en toda Cuba. La siembra no ha sido en vano. Y de nuevo la respuesta del régimen es el péndulo de la dialéctica artificial, esta vez utilizando la represión brutal y la imposición de procesos judiciales arbitrarios, condenas monstruosas y por supuesto la supresión de cualquier información que rompa el péndulo definitivamente, como lo son las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzosas ocurridas durante este proceso. De la luz que se pueda arrojar sobre estos hechos, depende en gran medida el camino de la liberación, así como del entendimiento de los escenarios y dinámicas artificiales creadas por el régimen castrista para dominar la población y permanecer en el poder hasta ahora.

El desgaste del régimen es evidente, pero los hilos del poder político y económico aún están en sus manos. La historia de estas seis décadas es la historia del verdadero diferendo, el único real: el enfrentamiento de un pueblo con un régimen militar totalitario. Los vaivenes de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, la permanente batalla frente al imperialismo, ha sido parte de una narrativa de trinchera para mantener viva la dialéctica artificial.

El verdadero rol del gobierno en una sociedad libre es proteger los derechos naturales de los ciudadanos: la vida, la libertad y la propiedad. Hemos visto que el gobierno instaurado en Cuba a partir de 1959 ha matado, cercenado las libertades y confiscado los bienes de los cubanos de forma masiva. En una sociedad libre instituciones como la comunidad, la educación y las empresas son fundamentales para solucionar los problemas de las personas así como para facilitar los espacios de discusión y debate de estos problemas y encontrar sus soluciones. Una sociedad sana y vital permite y facilita el ejercicio pleno de las libertades de opinión, expresión, asociación e innovación. Sin estas posibilidades la sociedad muere anquilosada y miserable, enferma por la atomización de sus voces. Sin libertad no hay progreso.

Muchos politólogos fuera de Cuba han especulado sobre la transición hacia la democracia, las posibilidades del reformismo, del cambio de arriba hacia abajo. Un cambio al estilo la Unión Soviética propiciado desde las propias instancias del gobierno. La realidad es que las repúblicas de Europa del Este que transicionaron hacia la democracia y que en este momento a 30 años de esa transición disfrutan de libertades y desarrollo son aquellas en las que el cambio se dió desde abajo. Aquellas que tenían movimientos independientes en la sociedad civil y que habían desarrollado estructuras alternativas y una conciencia de libertad en la población: Polonia, Republica Checa, Estonia, entre otras.

El cambio social y político debe ser generado de abajo hacia arriba. Quiere decir que tiene que comenzar en el corazón y la mente de cada cubano, e ir transformando orgánicamente los ambientes hasta llegar a la nación en su totalidad. Las organizaciones tienen que nacer por una necesidad de cambio que está alimentada primero por la instrospección y la liberación individual y luego por la necesidad de ampliar esos espacios. En el camino se presentarán obstáculos, el éxito para enfrentar esos obstáculos radica en la conciencia individual de cada persona.

Retomando el editorial de la revista Vitral en el 2006, me atrevo a citar el último párrafo: “Hay también numerosos cubanos y cubanas que no han permitido que se les seque el alma y alimentan una espiritualidad que les proporciona esa fuerza mística que viene del interior cuando se cree y se espera, se ama y se entrega la vida por una fe. Esta es, en resumen, nuestra esperanza. Esta es, como decía el padre Félix Varela, “la dulce esperanza de la patria. Y no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”.” Fin de la cita.

La única forma de contrarrestar los efectos del daño antropológico es sobreponerse al miedo y darle voz al deseo de libertad y de honestidad, de cambiar el paradigma de vida con el que hemos sido condenados a nacer y a morir desde 1959. El cambio soy yo, decían los volantes que la organización Hermanos al Rescate lanzó sobre La Habana en el verano de 1995. Todavía esa afirmación sigue vigente.

Los activistas de Carta 77 en Checoslovaquia tenían un lema que decía: “Si no nosotros quiénes, si no ahora cuándo”. Recuerdo que durante la segunda mitad del 2000, los jóvenes de la Alianza Democrática Oriental en Cuba adoptaron ese lema.

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba en 1998 dejó uno de los mensajes más poderosos que se hayan escuchado en Cuba de forma masiva en los últimos 61 años: “No tengan miedo”, y “sean protagonistas de su propia historia”. Los cubanos hemos sido espectadores de nuestra propia historia hasta ahora. Se nos niega la oportunidad de generar un cambio en la sociedad, de participar activamente y ocupar espacios. Hemos sido condenados a mirar a otros actuar: los barbudos, los revolucionarios, los dictadores de nuestro destino. Les debemos a ellos el pasado, el presente y el futuro. Nos han convertido en infantes dependientes de ellos. Este infantilismo cívico, este complejo de inferioridad e incapacidad que se nos ha inculcado desde que nacemos les entrega nuestros derechos y nuestros destinos a un grupo reducido de personas que se han enriquecido y que han permanecido por casi cinco generaciones en el poder.

Ser responsables de nuestro propio destino quiere decir que rompemos con el infantilismo cívico, que asumimos nuestra vida y destino y los riesgos y sacrificios que esto implique, y tambien la dicha de tener una conciencia liberada. Este proceso requiere un grado de sentido crítico de la sociedad y lo que nos rodea. Requiere valor, requiere fe en nosotros mismos. Requiere crecer y convertirnos en personas completas, en control de nuestras vidas. Para controlarnos nos han adoctrinado y nos han mentido. En cuanto nos zafamos de ese yugo psicológico comenzamos a transitar el verdadero camino de nuestras vidas. Cada uno de nosotros es único e irrepetible… y nacimos con derechos que son inalienables, no nos los da ningun gobierno o sistema.

Ser libre es encontrar el camino propio y crear una vida útil y con sentido y valores que ayuden a los demás y a uno mismo a ser felices.

 

 


Janisset Rivero.

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