Llegado este punto, habiendo comprendido en apretada síntesis que, un mito es una historia poderosa, cargada de sentido, orientada hacia la regulación del comportamiento humano y la provisión de propósito y, por otra parte, habiendo aceptado que una Narrativa es un conjunto de historias de naturaleza mítica, que genera un marco de referencia moral y semántico, dentro del cual habitan un número significativo de individuos, es pertinente hacer una aclaración.
El proceso mediante el cual se fundan las narrativas ideológicas dentro del contexto de los estados nacionales no es, ni puede ser -a nuestro juicio- un proceso enteramente consciente. La propia realidad del uso de las estructuras mitológicas y de ciertos mitos concretos, (cómo veremos en breve) utilizando motivos arquetípicos para la construcción del discurso público, demuestra que muchos de los contenidos simbólicos representados en el imaginario colectivo, tienen su arraigo en estructuras psíquicasmuy antiguas y no del todo comprendidas, por lo que la aprobacióndel modelo de interpretación que ofrecemos a continuación depende, en primera instancia, de la aceptación de estas mencionadas estructuras, dígase arquetipos, inconsciente e inconsciente colectivo.
El superobjetivode este trabajo, es responder a la pregunta: ¿Por qué se ha mantenido tanto tiempo el poder totalitario en Cuba, cuando es indiscutible que ha causado un daño antropológico tan profundo en la sociedad y se ha demostrado con suficiente evidencia la inviabilidadeconómica y social del modelo de desarrollo revolucionario?Para ello vamos a realizar un brevísimo descenso al interior del mito de la revolución cubana, codificado de manera increíblemente poderosa en la popular historia bíblica de David contra Goliat.
David y Goliat
La referencia más antigua de la que tenemos noticia sobre la influencia del mito de David y Goliat desde el punto de vista político, en el imaginario popular cubano, es precisamente la conocida carta inconclusa de José Martí a su amigo Mercado. La anécdota de la carta está llena de interrogantes, primero porque quedó inconclusa, segundo porque lo que ahí escribió Martí, no estaba destinado a mostrarse al público, tercero porque existe la posibilidad de que la carta haya sufrido ediciones luego de la muerte de José Martí.
Sea como fuere la carta se hizo pública, la historiografía revolucionaria la elevó al estatus de testamento político martiano, algunos trozos de su contenido adquirieron especial trascendencia con el tiempo, particularmente el fragmento que sigue:
“(…) impedir que en Cuba se abra, por la anexión a los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia (…). Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi onda es la de David” (Martí,1895).
De todas las ideas contenidas en la voluminosa obra martiana, la maquinaria propagandística revolucionaria tomó las últimas 24 palabras de este fragmento y las convirtió en el elemento simbólico central del mito revolucionario; el mito del joven héroe que derrota, en desigual combate, al monstruoso gigante “revuelto y brutal” que amenaza con destruir a su pueblo. En esta idea, está contenido todo el capital simbólico con que cuenta, desde sus primeros días, el totalitarismo cubano. Existen sobrados ejemplos en la cultura popular, nacional y extranjera, posterior a 1959, que lo demuestran. A modo de referencia (Martínez,2018)afirma:
“(…) el lector cubano y latinoamericano en general sabe perfectamente que David es Cuba y Goliat es Estados Unidos. Por la misma razón, a raíz del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países en 2015, buena parte de los artículos y análisis que se produjeron recurren al mito bíblico; en vez de hablar de Cuba y Estados Unidos, evocaron a David y Goliat”.
La propaganda de la revolución ha sido increíblemente exitosa en la construcción y la difusión mediática del mito revolucionario codificado en la historia de David y Goliat. Más adelante se muestran algunos ejemplos, tomados del universo cultural construido por la revolución, de materiales audiovisuales que han logrado un nivel de identificación muy significativo con las grandes masas, llegando a gobernar el comportamiento colectivo de generaciones enteras.
La propaganda
Por lo pronto, es necesario proponer una buena definición de propaganda, puesto que el término tiende a ser impreciso para los no entendidos, llegando a confundirse con demagogia y publicidad. En el caso de la propaganda política (Stanley, 2015: 52- 53) plantea:
“La esencia de la propaganda política, en mi enfoque, es que es un tipo de discurso que involucra fundamentalmente ideales políticos, económicos, estéticos o racionales, movilizados para un propósito político. La propaganda está al servicio de apoyar o erosionar ideales. La primera distinción entre tipos de propaganda tiene que ver con si erosiona o apoya o no los ideales que parece encarnar.
Propaganda de apoyo: una contribución al discurso público que se presenta como una encarnación de ciertos ideales, pero que tiende a aumentar la realización de esos mismos ideales por medios emocionales o no racionales.
Propaganda erosiva: una contribución al discurso público que se presenta como una encarnación de ciertos ideales, pero que tiende a erosionar esos mismos ideales”.
Para Stanley, existen dos suposiciones erróneas con respecto a la propaganda, que han conspirado en contra de una correcta comprensión del término:
“Aquí hay dos suposiciones inicialmente plausibles para hacer sobre la propaganda. La primera es que la propaganda es falsa. Llamo a esto la condición de falsedad en la propaganda. La segunda es que la propaganda debe difundirse de manera deshonesta. Llamo a esto la condición de falta de sinceridad en la propaganda. (…), rechazaré tanto la condición de falsedad como la condición de falta de sinceridad en la propaganda. Un reclamo verdadero, pronunciado con sinceridad, puede ser propaganda, e incluso demagogia” (Stanley, 2015: 42).
En este sentido, la circunstancialidad del mensaje que es interpretado como propaganda, juega un papel determinante. Un comentario público de una autoridad gubernamental o un medio de difusión oficial, por ejemplo: “Con el restablecimiento del cuentapropismo, han aumentado las enfermedades respiratorias”, independientemente de su veracidad, puede ser entendido como propaganda si se toma en cuenta el contexto general en el que se dice y el objetivo que se persigue; en este caso, erosionar la idea del cuentapropismo como una alternativa económica deseable ante la ineficiencia proverbial de la gestión estatal.
Otra falsa idea que se tiene sobre la propaganda es que solamente funciona en un sentido, que es el de lograr la persuasión mediante el mensaje difundido. De hecho, se puede hacer propaganda por omisión, esta variante ha sido practicada con increíble eficacia por el totalitarismo cubano, especialmente, a través del sistema educativo y el control de la información.
“Una estación de noticias que se presenta a sí misma como proveedora de todas las noticias relevantes para la toma de decisiones políticas es, intuitivamente, un vehículo de propaganda si retiene regularmente noticias de gran relevancia para la toma de decisiones políticas. Una escuela es un vehículo de propaganda si se presenta a sí misma como proveedora de toda la información relevante para ser un ciudadano informado, pero retiene regularmente información para ser un ciudadano informado” (Stanley, 2015: 55).
Cuando la propaganda ideológica es capaz de persuadir a grandes segmentos de la población de manera sostenida y logra instaurar una sólida narrativa de gran alcance, empleando los aspectos míticos tenidos en alta estima por la sociedad, se convierte en una herramienta de control mental, individual y social de la que prácticamente no se puede escapar. Esto genera el fenómeno llamado posesión ideológica, que es la forma definitiva del control totalitario.
La posesión ideológica
El individuo poseído ideológicamente es una especie de fanático que pierdegradualmente contacto con la realidad yse autocensura de forma sistemática en busca de aprobación por parte de su tribu. Eventualmente este individuo cede la capacidad de discernir entrerealidad y ficción al aparato totalitario de desinformación, encerrándose en una burbuja mediáticaque le confiere estabilidad emocional y refuerza su sentido tribal de pertenencia. Es justo ese proceso de autodegradación cognitiva el que observamos hoy en Cuba, de manera muy marcada, en aquellas generaciones que crecieron con la revolución y han estado sometidas durante toda su existencia, a la permanente campaña de manipulación de la realidad implementada por el totalitarismo y su gigantesca maquinaria de propaganda.
En el trabajo de (Marchiano, 2018), que alerta sobre los peligros de la posesión ideológica, se narran las vivencias de un activista que lo vivió en primera persona y ha realizado valiosos aportes mediante su testimonio a la comprensión de este fenómeno:
“El ex activista del campus, Trent Eady, escribió sobre su experiencia de posesión ideológica en un notable ensayo personal de 2014. (…). Este tipo de activismo comienza, escribe Eady, con ´buenas intenciones y causas nobles, pero acaba convirtiéndose en una pesadilla´. (…)”.
Continúa Marchiano:
“El mundo de Eady se dividió en lo que él llama “los justos y los equivocados”. Estaban los elegidos y especiales, y todos los demás. El estatus de endogrupo sólo podía mantenerse mediante una estricta adhesión a las verdades especiales. “Cuando formaba parte de grupos como este, todos estaban exactamente en la misma página sobre una variedad sospechosamente amplia de problemas. El desacuerdo interno fue raro. La comunidad insular sirvió como incubadora de opiniones extremas e irracionales”. Eady da su propia definición convincente de una mentalidad de cruzado: ´una farisaica extrema basada en la convicción de que están haciendo el equivalente secular de la obra de Dios´”.
Esta simulación ideológica del rol de la divinidad, representado metafóricamente en el sentido de la acción política, es inherente a todos los sistemas totalitarios (Svilicic & Maldini, 2014) y se lleva a cabo mediante complejas asociaciones simbólicas donde el individuo reproduce los patrones de comportamientos arcaicos de adoración, sustituyendo solamente el motivo de culto.
En el caso de la revolución cubana los mítines y marchas. Las congregaciones eufóricas en la mítica Plaza de la Revolución, donde Castro prometía el paraíso en la tierra, como una especie de hacedor de lluvias de nuevo tipo, las tareas hercúleas a las que se volcaba todo el país de un día para otro por el capricho de sus dirigentes, la insistencia por controlar el clima, la genética animal, los ciclos agrarios y crear un nuevo hombre, que emergería victorioso del polvo revolucionario, las referencias al futuro luminoso y la inmortalidad del ideal social, son solo algunos ejemplos de la encarnación de estos motivos mitológicos ancestrales en el marco de referencia de una ideología de reciente fabricación.
El totalitarismo aprovechó el instinto mitológico del pueblo cubano y lo canalizó hacia sus objetivos políticos. Lo hizo a través de una de las formas más elaboradas de posesión ideológica que se puede lograr: utilizando la propaganda masiva en la cultura, sobre todo, a través del lenguaje audiovisual, por su bien conocida influencia sobre las masas. La industria del audiovisual revolucionario logró transformar a los espectadores en fanáticos y a los personajes en íconos, mediante un proceso de representación simbólica donde los cines se convirtieron en templos de culto y algunos actores, en las encarnaciones cinematográficas de David, sumo sacerdote del mito de la revolución.
El audiovisual revolucionario en función del mito: El viaje de David
Por audiovisual revolucionario entendemos: las películas, noticieros, seriales, documentales, videos “educativos” y animados, producidos por, o para las instituciones oficiales culturales o informativas cubanas, que contribuyen a difundir el mensaje político de la revolución de forma implícita o explícita.
En el título de la segunda parte de este trabajo se menciona el arquetipo del héroe, consideramos pertinente una aclaración producto del extendido concepto de que un arquetipo es una mera representación visual o está relacionado necesariamente con las imágenes, como plantea, por ejemplo (McLeod, 2018)
“Los arquetipos junguianos se definen como imágenes y temas que derivan del inconsciente colectivo, tal y como propone Carl Jung. Los arquetipos tienen significados universales en todas las culturas y pueden aparecer en los sueños, la literatura, el arte o la religión”.
Nuestra definición, desde el punto de vista antropológico, que también se deriva de la concepción junguiana, identifica el arquetipo como la manifestación comportamental de motivos psíquicos arcaicos que se encuentran simbólicamente representados en el inconsciente colectivo. “Los arquetipos representan personificaciones de comportamientos: personajes que encarnan patrones de comportamiento” (Faber y Mayer, 2008). Sin embargo, coincidimos con el criterio de McLeod, de que estos arquetipos “pueden aparecer en los sueños, la literatura, el arte o la religión”.En el caso del audiovisual revolucionario, construido alrededor del arquetipo del héroe, específicamente del personaje de David, la “aparición” del motivo arquetípico tiene lugar no solo como un proceso genuinamente emergido del inconsciente colectivo sino, además, como una construcción intelectual de naturaleza ideológica, elaborada por la élite cultural que empoderó la revolución. Valga decir que esto no es un fenómeno privativo del totalitarismo, como plantean (Faber y Mayer, 2008) “Los medios de comunicación modernos suelen emplear arquetipos (personajes prototípicos) en sus narrativas”. La diferencia estriba en los fines con los que se utilizan estos modelos de comportamiento que se ofrecen a las masas a través del cine y la televisión.
Dentro de la filmografía de la revolución, especialmente la del período que transcurre entre la década del 60 hasta mediado de los 90, existen ejemplos inmejorables sobre este proceso de transfiguración mitológica con fines propagandísticos.Creadores oficialistas de la talla de Alfredo Guevara, Santiago Álvarez, Tomás Gutiérrez Alea, Juan Carlos Tabío, Fernando Pérez, Octavio Cortázar, Jesús Cabrera y Orlando Rojas, con la participación activa de miembros destacados del aparato de contrainteligencia, como el caso del general Fabián Escalante, les han dado vida a diversos personajes cinematográficos, inolvidables para la afición cubana promedio, que no han sido otra cosa que encarnaciones de David.
En el cine de ficción y la televisión tenemos los casos destacados de El brigadista (1977) de Octavio Cortázar, Clandestinos (1987) de Fernando Pérez, Julito el pescador (1980) de Jesús Cabrera, Su propia guerra (1990) de Abel Ponce y José A. Torres, Una Novia para David (1985) de Orlando Rojas, Fresa y Chocolate (1994) de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío y el paradigmático ejemplo de En silencio ha tenido que ser (1979) de Jesús Cabrera, producido con la cooperación del Ministerio del Interior y sus servicios de inteligencia.
En el caso de los últimos tres materiales mencionados, por si fuera poco, el personaje protagónico se llama David, representado por tres hombres, jóvenes, esbeltos y de una alta condición moral, siempre del lado de los ideales de la revolución. Sobre la evolución cinematográfica de este personajede origen mitológico en el cine cubano, volveremos en otros trabajos.
Estos personajes protagónicos son una proyección artística del ideal del joven revolucionario. Todos enfrentan situaciones complejas o arriesgadas donde tienen oportunidad de probar sus convicciones morales y su fidelidad a la revolución. Todos deben pasar las pruebas de las tentaciones del diversionismo ideológico en sus diferentes variantes. Todos son masculinos, viriles, extrovertidos, valientes, aventureros, desprendidos de lo material, idealistas y jóvenes. La resonancia e influencia de estos avatares de David en el pueblo hasido extraordinaria. No en vano son estos materiales audiovisuales los más consumidos de todos los tiempos por las audiencias cubanas y los que han dejado una huella más profunda.
“Durante muchos años nos fueron alimentando con historias grandilocuentes, epopéyicas, de agentes infiltrados dentro de los ejércitos enemigos, todo esto acompañado de seriales radiales y televisivos donde aquellas figuras heroicas crecían ante nosotros.
(…) Por la parte cubana Julito el pescador (del serial homónimo) y David (del serial “En silencio ha tenido que ser”), no solo sacaron lágrimas a los miles de televidentes, sino que hacían crecer el fervor patriótico [entiéndase revolucionario] de aquellos años sino inculcándonos el deseo de un día ser, al igual que ellos, miembros de las que creímos “gloriosas filas” del Ministerio del Interior” (Escudero, 2018: 65).
El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la institución que ha liderado históricamente el proceso de elaboración del audiovisual revolucionario surgió ligado al ejército rebelde. La íntima relación de su creador y director, Alfredo Guevara con Fidel Castro le confirió al instituto un margen de libertad de acción con el que otras instituciones culturales no contaban. Guevara, reunió a su alrededor un equipo competente y comprometido con la revolución que entendió desde el principio cual era la principal tarea del ICAIC.
“El carácter militante del nuevo cine sería probado con la divulgación de la obra y los hechos de la Revolución (…) En su Ley, el ICAIC proclamaba el cine como ´el más poderoso y sugestivo medio de expresión artística y de divulgación y el más directo y extendido vehículo de educación y popularización de las ideas´. El cine era ese ´mediode gran impacto emocional en las masas. […] arte de masas, con todo lo que estorepresenta políticamente. […] un arma ideológica del más grueso calibre´ [Gutiérrez Alea, 1960:6].
Con estas concepciones, el ICAIC realizaba sus indeclinables deberes desde canales delimitados que separaban de la función del arte cinematográfico, especialmente de la producción de ficción, la pedagogía social o la propaganda. (…)
Por eso, cuando en las reuniones en la Biblioteca Nacional se hizo referencia al carácter propagandístico de películas como Historias de la Revolución y Cuba baila, Alfredo [Guevara] replicaba casi soberbiamente: parece ser que todo lo que tiene un contenido revolucionario es propaganda, y si todo lo que tiene un contenido revolucionario es propaganda, orgullosos nos sentimos de ser propagandistas” (Del Valle, 2008:6).
A través del trabajo del ICAIC, haciendo uso del “poderoso y sugestivo” atributo que tiene el cine, el cual causa un “gran impacto emocional en las masas” (palabras de Tomás Gutiérrez Alea) se logró reforzar el carácter mítico de la revolución de una manera notablemente eficaz. Especial mención a su glorificado noticiero, el Noticiero ICAIC Latinoamericano, una de las piezas de propaganda ideológica audiovisual más efectivas de todos los tiempos.
El código cultural de la revolución
Así, David se convirtió en el código cultural de la revolución cubana. Dos definiciones de este término nos la proponeel antropólogo ClotaireRapaille:
El código cultural es el significado inconsciente que le damos a cualquier objeto —un carro, un tipo de comida, una relación, incluso a un país— según la cultura en la que hemos sido criados (Rapaille, 2007: 18-19).
“El código cultural es un sistema de referencia (…) impreso en la persona en edades muy tempranas, mediante la energía emocional que está asociado con este sistema de referencia y el código en sí mismo es lo que activa este sistema de referencia” (Rapaille, 2014).
El código cultural le confiere significado inconsciente a sucesos, cosas, procesos e ideas; funciona como una especie de señal inequívoca en el complejo mapa de sentidos en el que reside el individuo. Los códigos culturales están ligados a nuestra historia personal y colectiva, así como a nuestros patrones de comportamiento. Desde el punto de vista del análisis del mito, el código cultural es una estructura simbólica fundamental, puesto que el mismo entraña una carga emocional significativa, que se convierte en motivo de veneración de las masas.
“El código es fácil de idolatrar porque proporciona una respuesta a la pregunta “¿Quién soy yo?” En cierto modo, es una nueva mitología para los tiempos modernos”. (…) El código le dice a la gente a quién aceptar, marginar o idolatrar. Los códigos median nuestras historias, películas y nuestras noticias” (Pop Matters Staff, 2007).
Los mitos surgidos en las sociedades contemporáneas se encuentran fuertemente anclados a códigos culturales, que en cierta medida han sustituido los motivos religiosos ancestrales, por las representaciones asociadas al consumo, consumo material y simbólico. El consumo de productos audiovisuales que glorifican cierto código cultural es un buen ejemplo de este fenómeno. El mito posee una fuerza especial para legitimar los códigos culturales que se crean en las sociedades contemporáneas, estos códigos señalizan los mapas de sentido provistos por la Narrativa que habitamos y poseen una notable capacidad de resistencia ante los procesos racionales de interpretación de la realidad, puesto que son, más que nada, estructuras cargadas de una gran energía emocional.Advirtamos que “Los códigos culturales son enormemente resilientes, capaces de sobrevivir tiempos increíblemente difíciles. De hecho, cuanto más son atacados, más fuertes se vuelven mientras esperan pacientemente a que regrese su momento” (Hanft, 2007).
El código cultural “David”, sigue teniendo un poder de persuasión y una fuerza simbólica increíblemente poderosa para convocar a parte de la ciudadanía cubana a cerrar filas con el totalitarismo. Bajo esta influencia ideológica posesiva, el individuo llega a ser capaz de traicionar a sus seres queridos, autoflagelarse, experimentar el más doloroso proceso de desintegración moral o asistir de manera inconmovible a la destrucción gradual del tejido sociocultural de su país. No es prudente subestimar la identificación emotiva de unaparte de la ciudadanía con el código y con el mito que lo sostiene, para algunos, la sobrevivencia de estas estructuras simbólicas es cuestión de vida o muerte.
Conclusiones
Un pueblo atrapado en su propio mito
Elexamen adecuado de la realidad cubana contemporánea, exige una introspección en los mecanismos que condicionan sus patrones de representación simbólica. El modelo de análisis presentado en este trabajo propone una lectura de la realidad efectuada en el nivel más elemental de conformación de las representacionespopulares, que es el sustrato mitológico de la nación, heredado de la tradición occidental judeocristiana y clásica de la que somos parte. Esquemas interpretativoscomúnmente aceptados, basados en el estudio del par categórico funcionalista, represión-ignorancia (represión por parte del sistema, ignorancia por parte del pueblo), han demostrado ser insuficientes para explicar la resiliencia del sistema totalitario, especialmente, después de los sucesos del pasado11 de julio, momento en que se deterioró notablemente la imagen del régimen, construida con tanta dedicación durante décadas.
Las conclusiones puntuales derivadas de nuestra propuesta interpretativa son:
Una parte no despreciable del pueblo cubano se encuentra poseída ideológicamente por la Narrativa Revolucionaria Cubana, la cual ha utilizado patrones de representación simbólica de naturaleza mitológica, a través de la propaganda y los productos culturales, especialmente audiovisuales, para construir el código cultural “David”, con el que las masas poseen un fuerte vínculo emocional, a través del cual se explican la realidad política de la que forman parte.
Producto de esta posesión ideológica, que es extremadamente resiliente, -puesto que su estructura elemental es de carácter mítico-, un por ciento importante de la ciudadanía, continuará apoyando el totalitarismo en Cuba mientras este le provea de un mapa de sentidos lo suficientemente verosímil como para orientarse (incluso de manera precaria) en el mundo, lo cual les confiere estabilidad emocional y sensación de seguridad, independientemente de las penurias, carencias materiales y violaciones de derechos humanos a las que son sometidos, en la mayoría de los casos de manera consentida.
El desconocimiento de las dos realidades descritas anteriormente, a la hora de generar iniciativas para la restauración del estado de derecho y la superación del daño causado por el totalitarismo en Cuba, desde la sociedad civil, la academia o el activismo político, resulta en un desgaste sistemático, una pérdida de capital simbólico y recursos insostenible y una desintegración de los esfuerzos colectivos por cambiar la penosa realidad de la nación cubana.
El individuo puede vivir en la más abyecta de las miserias materiales, pero no puede existir sin un mapa de sentidos razonablemente funcional, una Narrativa de la que se sienta parte y un mito que adorar de manera colectiva, expresado en códigos culturales inteligibles y significativos. Por tanto, para operar de manera pacífica y sostenible el cambio inevitable en la sociedad cubana, es necesario proveer de nuevas estructuras simbólicas a la ciudadanía como sustituto a las actuales estructuras existentes.
Esto únicamente puede ser logrado si: 1. Los proyectos de nación alternativos al Estado totalitario son capaces de construir una Narrativa nacional más inclusiva, estimulante y prometedora; 2. El mito de David es sustituido por un nuevo mito capaz de aglutinar a las masas bajo su marco moral de referencia, orientado hacia la resurrección de la nación y el rescate de la tradición; 3. Los mecanismos de producción cultural e intelectual se ponen al servicio de este nuevo mito con el fin de rescatar a la población del laberinto semántico en el que se hallan errando sin rumbo y 4. Todas estas acciones se llevan a cabo de manera coordinada, consensuada y colectivamente dirigidas. En este empeño la intelligentsia nacional debe jugar un rol primordial.
Antes de las necesarias recomendaciones a tener en cuenta para la superación del daño ocurrido al pueblo de Cuba como resultado de la posesión ideológica y la vida bajo el modelo totalitario de gobierno, es pertinente una breve aclaración teórica.
¿Es posible, en el mundo contemporáneo vivir sin mitos? ¿Puede el ser humano desvincularse completamente de los comportamientos de carácter litúrgico que componen la esencia simbólica de la existencia y la experiencia? Categóricamente no. La razón la propone Bill Moyers en su apasionante entrevista a Joseph Campbell:
“Los mitos son historias de nuestra búsqueda de la verdad a través de los tiempos, del sentido. Todos necesitamos contar nuestra historia y comprenderla. Todos necesitamos comprender la muerte y llegar a un acuerdo con ella, y todos necesitamos ayuda en nuestros pasajes del nacimiento a la vida y después a la muerte. Lo necesitamos para que la vida signifique algo, para que se comunique con lo eterno, para que atraviese el misterio y podamos descubrir quiénes somos” (Campbell, 1991: 15).
El ser humano siempre necesitará del mito, no importa lo que ocurra en las próximas décadas con los avances tecnológicos de la computación cuántica, la inteligencia artificial o la vida interplanetaria, si algo es seguro, es que el mito va a jugar un papel central en nuestras vidas; de hecho, es posible que haya un renacimiento de esos mitos clásicos que constituyen los fundamentos de nuestra civilización, como respuesta al dramático cambio de las condiciones de vida que podría acontecer en solo unas décadas. Recordemos con (Campbell, 1991: 14)que:
“[Con] estos fragmentos de información de los tiempos antiguos, que están relacionados con temas en los que se ha apoyado la vida humana, se han construido civilizaciones y se han alimentado las religiones durante milenios, son el reflejo de problemas internos muy profundos, misterios interiores, umbrales de pasaje internos, y si no sabes cuáles son las señales a lo largo del camino, tienes que hacerlo todo solo”.
Por supuesto, existen mitos enaltecedores, estimulantes, esotéricosy educativos, que han sobrevivido miles o decenas de miles de años, con un profundo arraigo en las estructuras morales que forman el sustrato volitivo de nuestra especie y mucho más antiguos que la historia o la agricultura mismas. Esos mitos, preservados durante milenios de manera oral son, tal vez, el legado más preciado de la humanidad, aunque no todas las tendencias de pensamiento los hayan comprendido y valorado en su justa medida. Con respecto a los mitos artificiales creados en contextos ideológicos, solo podemos decir que generalmente mueren con las generaciones que los habitan. Estos mitos de menor categoría, (aunque son increíblemente persuasivos, como cualquier otro mito) no están destinados a perdurar en el tiempo más allá de unas cuantas generaciones. Habiendo hecho esta aclaración, proponemoslas siguientes recomendaciones.
Recomendaciones
Información veraz contra propaganda
Los estados totalitarios y sus narrativas ideológicas no pueden sobrevivir mucho tiempo expuestos a la verdad, la crítica y el debate honesto. Los aparatos de propaganda gigantescos son una característica común a todos estos estados. A pesar de lo que algunos puedan creer, no se puede combatir propaganda con propaganda de signo opuesto. El antídoto contra la propaganda es el suministro constante y concienzudo de información fidedigna, imparcial y contrastable. Ante la presión psicológica a la que es sometido el individuo bajo el paraguas de la propaganda estatal masiva, el libre flujo de información veraz se convierte en una herramienta de liberación y un complemento para la superación del daño causado por el régimen totalitario.
Educación de calidad contra adoctrinamiento
El adoctrinamiento es, desde el punto de vista moral, exactamente lo opuesto a la educación. Si el adoctrinamiento deshabilita al ciudadano como tomador de decisiones políticas, pensador crítico y creador genuino de valor social, cultural y económico, la educación es la que provee el sustrato para la correcta realización de todas esas funciones que, en definitiva, son las que mejoran y desarrollan las sociedades. El adoctrinamiento es un camino estrecho que plantea la posibilidad de una sola elección individual para la realización del ideal contenido en la doctrina. En el caso de la revolución cubana el ideal del hombre nuevo, revolucionario, obediente y fidelista. La educación de calidad, sin embargo, es ideológicamente neutral, brinda infinitas posibilidades dentro del marco civilizatorio en el que vivimos por consenso y provee herramientas intelectuales y morales para la libre elección del camino de realización personal.
De manera muy particular, la reinserción en los modelos educativos contemporáneos del estudio de las mitologías clásicas, la incorporación de la literatura académica relacionada con el mito y el estímulo a la creación e interpretación de historias de contenido mitológico, serían elementos pedagógicos de máxima utilidad para superar el daño y crear nuevos mapas de sentido más estimulantes y enaltecedores que los actuales.
Cultura general y decencia contra mediocridad y vulgaridad
La incultura, la vulgaridad y la mediocridad son vicios consustancialesal sostenimiento de los estados totalitarios, sobre todo en sus estadios finales. Los estados totalitarios decadentes enfrentan un serio proceso de desarticulación del capital humano formado por ellos mismos, esto ocurre porque, a medida que la sociedad desciende al caos, los más capaces y aptos suelen emigrar, auto alienarse o permanecer de manera indefinida en el insilio, sin la posibilidad de desplegar su máximo potencial de contribución a la sociedad. El individuo que ha caído presa de la vulgaridad y la incultura crónicas, no se preocupa por sus alrededores, su vida transcurre de manera intrascendente, suele carecer de propósito y ciertamente no encuentra altos fines a los que apuntar sus aspiraciones personales, que generalmente no pasan de ser necesidades materiales insatisfechas.
La verdadera cultura no tiene signo ideológico alguno, el individuo con un nivel aceptable de cultura posee un mapa mental general del mundo y de la existencia humana en sus dimensiones cronológica y espacial. Este individuo tiende a ser más consciente de sus alrededores y de la necesidad de la conservación del patrimonio nacional y universal que hemos heredado de los ancestros. La cultura general y la decencia son incompatibles con la brutalidad de los estados totalitarios que ejercen la violencia y la coerción a través de verdugos y censores de baja catadura moral. La miseria material y espiritual que se observa en la sociedad cubana contemporánea, luego de más de seis décadas de “revolución redentora”, es un resultado directo de la persistencia de patrones de conducta que reproducen los vicios de la ignorancia, la vulgaridad, la incultura y la mediocridad.
Solidaridad contra intolerancia
La intransigencia revolucionaria y la intolerancia han sido dos actitudes profundamente cultivadas por la revolución en los cubanos desde la infancia, a través del sistema educativo y luego reforzadas en las instituciones culturales, las organizaciones de masa y el tejido empresarial estatal. Los calificativos denigrantes, las humillaciones públicas y la violencia física y psicológica, ejercida en contra de los que no abrazan el credo de la revolución, son algunas de las prácticas que sistemáticamente se han llevado a cabo en la sociedad cubana para impedir o coartar cualquier manifestación de disenso o descontento popular con el régimen totalitario.
Ante estas formas de represión y censura, la solidaridad ciudadana debe erigirse como el modelo de comportamiento deseable entre todos los miembros de la sociedad, independientemente de sus ideas políticas o su filiación ideológica. En este empeño, el cultivo de la fe y la práctica de la compasión a nivel institucional e individual, arraigada en la concepción cristiana del amor incondicional, debe jugar un rol central en la Cuba nueva. La enseñanza de las sagradas escrituras y su aprehensión espiritual mediante la meditación y la práctica moral religiosa, son dos condiciones primordiales para el desarrollo de la solidaridad en la nación renacida.
Rescate de la tradición contra nihilismo y posesión ideológica
El autismo político, el daño antropológico, la desidia y la falta de empatía con el que sufre, son fenómenos que se nutren de los comportamientos nihilistas y además tienden a reforzarlos mediante complejos mecanismos de autoindulgencia y victimismo.
El nihilismo parece ser la actitud predominante en las nuevas generaciones de cubanos que no están completamente poseídos por la ideología de la revolución, pero tampoco se sienten identificados con la búsqueda de la libertad y la resurrección de la nación. Una de las causas del nihilismo a nivel generacional, es la falta de propósitos colectivos y de un marco de referencia moral adecuado para enfrentar los desafíos de la contemporaneidad. En otras palabras, la falta de un mito con potencial renovador, educativo e inspirador. Ante esta situación es recomendable regresar a los aspectos más auténticos y perdurables del pensamiento intelectual y la tradición moral de nuestro país. Rescatar la obra de padres fundadores y pedagogos relevantes. Revisitar las obras literarias fundacionales y redescubrir los elementos mitológicos contenidos en el pensamiento formador del pasado, que nos permitió avanzar en otros tiempos. El nihilismo es por esencia una tendencia desintegradora, que suele atomizar la geografía moral de la sociedad, creando parcelas de legitimidad artificial, basadas en narrativas extrañas y peligrosas.
El individuo íntegro necesita existir en un contexto de continuidad cronológica que le ofrezca pistas sobre cómo comportarse en el mundo y cómo lidiar con la enorme complejidad de la realidad cambiante. La Narrativa revolucionaria intentó suplantar este proceso natural de búsqueda de sentido a través de sus proyectos de ingeniería social, que nos han hecho descender a la insostenible realidad que vivimos los cubanos hoy día. El hombre nuevo se convirtió en homo saucios y el “futuro luminoso” en una nación enferma en la carne y el alma, que padece el daño antropológico.
Regresar a la sabiduría fundacional, rescatar nuestra tradición civilizatoria y restablecer las prácticas sociales republicanas que demostraron su eficacia en el pasado, son acciones que deben tomarse con prontitud antes de que el daño sea completamente irreparable. Es imperativo hallar narrativas estimulantes que sean capaces de enrumbar la nación hacia el desarrollo, el restablecimiento del estado de derecho y de las libertades individuales. Sin un proyecto de renovación atractivo, que sea capaz de convocar a la ciudadanía, las masas no encontrarán forma de escapar de la trampa totalitaria y aquellas generaciones que, por falta de una alternativa, aún se aferran al ideal, pasarán sus últimos años habitando una absurda simulación ideológica de la realidad, fabricada por la propaganda de un régimen opresivo, que solo puede prolongar su crepúsculo.
En el aspecto trascendental de la Narrativa bíblica de la resurrección, y el concepto martiano del sacrificio personal, se encuentran las pistas morales y los códigos civilizatorios, para recorrer el camino de la sanación nacional. Este es el antídoto contra la posesión ideológica. Siendo Cuba una nación con un sólido patrimonio espiritual, erigido desde la moral cristiana y el pensamiento social de José Martí, no encontramos mejor marco de referencia para emprender juntos, el impostergable camino del cambio.
Bibliografía
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Fabián Escalante Font (La Habana, 24 de noviembre de 1940) es un general de división (retirado) del Ministerio del Interior (MININT). Fundador de los servicios de seguridad cubanos y jefe del Departamento de Seguridad del Estado (DSE), desde 1976 hasta 1996. Fue además viceministro del MININT y jefe del Centro de Estudios de Seguridad del Estado de Cuba. [Fuente: HYPERLINK “https://www.ecured.cu/Fabi%C3%A1n_Escalante”https://www.ecured.cu/Fabi%C3%A1n_Escalante]
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Ídem.