Decía Nelson Mandela que “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”. ¡Cuánta verdad en esta frase! ¡Cuánta vigencia, desgraciadamente, en la Cuba de hoy!
Siempre soy de los que evita las generalizaciones. Tengo claro que nada es absoluto, y lo recuerdo a cada instante. No sé si tendrá que ver con mi formación científica, donde siempre encuentras una excepción, donde a más b no siempre es c; pero lo cierto es que trato de aplicar esa regla a todos los escenarios de mi vida. Es por ello que no me gusta repetir que todo tiempo futuro será mejor (y digo repetir porque más que una frase, que intentó ser célebre, parece una consigna). Prefiero trabajar para que sea mejor, proyectar hacia el futuro pensando que la línea no es recta pero puede ser ascendente, y sabiendo que no todo depende de nosotros mismos. Además de humildad, reconocer esto último significa contar con dosis de realismo, aquello que llaman “tener los pies en la tierra”, o “que no se nos vaya la olla”.
Los cubanos, que hemos sufrido muchos momentos de crisis, no somos capaces de imaginar la magnitud y el alcance de las sucesivas etapas de crisis, que por cierto, lo que han demostrado es que los tiempos futuros han resultado más difíciles. Hemos sido sujetos de un gran experimento social, donde no se han tenido en cuenta criterios de inclusión ni de exclusión. Todos hemos estado imbuidos en él porque la colectivización, el hombre-masa, la ausencia de claros proyectos de futuro, han conducido a la pérdida de la esencia de la persona humana, de su dignidad y sus virtudes y valores. Para muchos que vivieron y sufrieron, aun más que la generación a la que pertenezco, los efectos de aquel llamado “período especial”, era impensable que esa etapa tuviera repetición. Y hoy vivimos como dice Mandela, con hambre y sin medicinas. Las necesidades básicas al descubierto, y las libertades civiles, políticas, culturales y religiosas, coartadas o “bien” ajustadas con férreos decretos, leyes o resoluciones venidas de la misma pluma y con el mismo color.
Claro está que en Cuba no vivimos un sistema democrático, aunque le hayan apodado “democracia de partido único”. Entonces lo de “cáscara vacía” que menciona Mandela, refiriéndose también a las instituciones y los mecanismos de expresión democrática no se aplican a un sistema donde se vive más hacia fuera, exportando una imagen de paraíso terrenal, en lugar de pensar hacia dentro, contado con todos y trabajando por el bien de sus propios ciudadanos.
Confieso que tengo miedo, mucho miedo, de que perdamos el norte, la perspectiva, la capacidad de discernir, y nos convirtamos en máquinas repetidoras de la consigna de turno, el argumento vacío y la explicación absurda. Algunas actitudes que proliferan a diario intentan llamarle al negro blanco, a lo bueno malo y encuentran la culpa (ni siquiera responsabilidad) siempre en el ciudadano, indefenso ante la hegemonía del Estado, sus funcionarios y sus leyes.
¡Que tanta polémica de crisis no nos haga cómplices de lo que no queremos! Cultivemos, aunque resulte mucho más díficil por estos días, la serenidad, la paz, la rosa blanca. Así, con la mente más clara y el corazón menos oprimido, podremos aportar más que cuando intentamos justificar lo injustificable, que cuando hacemos de jueces o cuando criticamos todos los problemas, pero aportamos poco a la solución. Cuba necesita más cubanos conscientes y comprometidos, que le piensen más y se disputen menos, que le sueñen mejor, pero desde la inclusión y el respeto. Si llegamos a esos anhelados grados de libertad, entonces podríamos hablar de un tiempo cualitativamente superior.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.