Desde hace casi seis década los cubanos vivimos, o mejor, sobrevivimos de crisis en crisis. Una veces por desastres naturales, otras por decisiones de los que ejercen el poder, otras por opciones personales o familiares. Vivir en crisis daña profundamente la sicología y la salud física de las personas. Esto aún no se acaba de asumir. Nos alarmamos con las plagas o enfermedades físicas contagiosas y no damos todavía la importancia debida a que el stress enferma y puede matar. Luego es, por lo menos una incongruencia, por no decir una irresponsabilidad, no luchar contra la angustia que producen las crisis y las incertidumbres que se derivan de ellas.
En efecto, la angustia existencial del ¿qué pasará mañana? Es un deterioro grave de la calidad de vida y una plaga que se expande infectando toda nuestra cotidianidad. Debe llegar el día en que la conciencia cívica y política llegue a sumir y responder por esa angustia persistente que depende de las decisiones erróneas de los que pueden, de los que saben y de los que tiene y no usan ese poder, saber y tener para erradicar las causas de las crisis y de la angustia existencial. Reconocer los errores, tomar decisiones sabias que rectifiquen sus consecuencias en la vida propia y la de los demás, es una responsabilidad y un deber cívico de los que tienen en sus manos solucionar las crisis, aliviar sus consecuencias y disminuir al máximo posible a la angustia vital.
En cuanto a las víctimas de tales crisis, los que más sufren la angustia de hoy y la incertidumbre del mañana, pueden reaccionar ante esta erosión de la calidad de vida por lo menos de dos formas, según decía Viktor Frankl en su obra cumbre: “El hombre en busca de sentido”: dejarse aplastar por el sufrimiento sin buscarle un sentido o pararse encima del sufrimiento para madurar como persona y crecer en esa rara virtud que es la resiliencia.
A veces no podemos escapar de la angustia o quitarnos de arriba el sufrimiento, pero siempre podemos aprovechar esas crisis para elevarnos sobre ellas, darle sentido, ofrecerlas en el ara de la religión y de la Patria. Perdonar a los que nos producen ese sufrimiento, luchar pacíficamente para transformar la realidad. Nada de resignación. Mucho de energía positiva y mirada larga y alta.
Estas son las únicas formas de ganarle a la cruz que se nos echa encima.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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