La crisis de valores en el ámbito educativo

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

La escuela, en cualquier país, tiene la finalidad de contribuir a la formación del tipo de hombre que la sociedad necesita. En el caso cubano, el resultado del sistema educacional refleja un deterioro de la conciencia, de la capacidad de pensamiento y razonamiento independientes y de la fortaleza de la voluntad de la formación ética, que no se corresponde con las aspiraciones teóricas e ideológicas del “hombre nuevo”. Si bien es cierto que en Cuba todos tenemos acceso a una educación gratuita, la calidad de la misma y los métodos utilizados no forman, en la práctica, “hombres nuevos”, según el concepto de Desarrollo Humano Integral.

La decadencia en el ambiente moral de las escuelas, en ocasiones, trasciende la figura de maestros, directores de escuelas y personal docente en general, para llegar a algunos padres que ven las afectaciones como rasgos normales de la postmodernidad, “algo de estos tiempos nuevos”.

La mayoría de los padres ha dejado en manos de la escuela la tarea insustituible de la familia, de formar a la persona para la vida. Ha priorizado otros contenidos por sobre la formación moral básica. Las deficiencias en este esencial binomio que es familia-escuela contribuyen grandemente al problema en cuestión e influyen, a su vez, en el resto de los sectores de afectación que se enuncian en el presente trabajo.

En Cuba existe un mal mayor, que supera la realidad del sistema educativo, y es la falta de educación para la libertad con responsabilidad en todos los ambientes de la vida social. Se debe educar para la libertad que se gesta en el corazón, la inteligencia y la voluntad de los hombres y mujeres. Sin este tipo de educación no habrá quienes exijan las libertades sociales y cumplan sus deberes cívicos, ni quienes una vez alcanzadas estas conquistas, sean sujetos, protagonistas conscientes para practicar, respetar y mantener las diversas expresiones de libertad. Por su parte, la responsabilidad es la capacidad que tiene la persona humana para responder libre y conscientemente a las solicitaciones que le presentan la vida, actuando de acuerdo a su propia conciencia. En la medida que una persona se haga capaz de responder seriamente a estas exigencias será más o menos responsable. La responsabilidad nace de la libertad de responder o no a un desafío, pero la responsabilidad se educa, se cultiva, al entrenar al ciudadano para que se haga cargo de las actitudes, acciones y consecuencias de su respuesta personal.

Si analizamos los principales escenarios donde se debe fomentar este tipo de “educación liberadora” podemos decir que son los padres los primeros educadores para la libertad y la responsabilidad, quienes comparten con la escuela, la Iglesia en el caso de los creyentes y las demás instituciones culturales y cívicas, una parte de ese deber que nunca puede ser perturbado, discriminado o preterido por estas instituciones contra la voluntad o la orientación que tiene la familia.

Le corresponde a los educadores ser corresponsables junto a los padres en esta difícil tarea de la educación para la libertad y la responsabilidad; pero no son ellos los que deciden qué tipo de educación brindan, sino que deben estar al servicio de los criterios de juicio que la familia tenga sobre los conceptos y la realidad de la libertad y la responsabilidad.

De manera general, y sin entrar a analizar cada una de las causas que provocan la crisis de valores en nuestra sociedad, que tan exhaustivamente fueron reflejadas por los participantes en la encuesta, enumeramos a continuación algunas de las causas que provocan la falta de libertad y responsabilidad en Cuba. Entre otras podemos encontrar las siguientes:

  1. La despersonalización que provoca el colectivismo o la masificación.
  2. El autoritarismo que convierte a las personas en seres inmaduros frente al paternalismo.
  3. La amenaza de perder la seguridad personal, el trabajo, los estudios, etc.
  4. La superficialidad y la inconstancia propias de nuestro carácter.
  5. La falta de libertad interior o espiritualidad.
  6. El acomodamiento del que no quiere buscarse problemas en su vida.
  7. La manipulación de la propaganda y la falta de información.
  8. El miedo a la “soledad moral” o aislamiento sociológico y psicológico.
  9. La vida en la mentira, la doble moral, las apariencias externas.
  10. El desorden moral con el que se paraliza y chantajea a las personas.
  11. La inclinación de la naturaleza humana hacia el error y el egoísmo.
  12. Falta de sentido de los actos y de un proyecto de vida autónomo y trascendente.
  13. La falta de espacios reales donde se aprenda a ejercitar la libertad y la responsabilidad.
  14. El fracaso antropológico del modelo de “hombre nuevo” ideologizado.
  15. El regreso a una cultura del “tener vale más que el ser”.

La escuela y la Iglesia no deben asumir ningún papel, función o servicio educativo que la familia no pueda asumir por sí misma.

La escuela, la Iglesia y el resto de las organizaciones de la sociedad civil deben establecerse canales estables y practicables de solidaridad y cooperación en el proyecto educativo y el desarrollo de toda la sociedad. En fin, entre la familia, la escuela, la Iglesia, el resto de la sociedad civil y el Estado debe crearse un marco legal e institucional que cree un clima favorable a la cooperación respetuosa y pluralista, que dote a la persona y a su familia de los mecanismos judiciales de protección de sus derechos y de facilitación de sus deberes con relación a la educación.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

 

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