La cárcel en Cuba

Por Juan Carlos Fernández Hernández

La cárcel es un grave problema que nos concierne a todos.

La cárcel es un grave problema que nos concierne a todos.
Durante mucho tiempo, el tema carcelario en Cuba ha sido abordado por el Estado cubano y la sociedad de manera superficial, ambigua y muchas veces, las más, no se trata para nada como si esta realidad molestara. Pero por muy incómoda que sea está presente y no podemos seguir ignorando lo que pasa.

Introducción

Todo el mundo sabe que los cubanos tenemos ciertas características que nos distinguen y una de ellas es que podemos entablar un debate que puede ir desde temas en apariencia banales hasta lo más intrincado y complejo de las ciencias.
Pero existe un tema en el que casi todos damos nuestros criterios con un porciento relativamente elevado de aciertos, aunque muchas veces estos se quedan en la superficie, me refiero al tema de la cárcel. Lamentablemente los cubanos nos hemos ido familiarizando tanto con esta nefasta realidad que dudo mucho que hoy exista alguien en Cuba que no tenga algo que decir cuando se trata, cada vez con más frecuencia, el tema de las prisiones.
Este conocimiento se debe en gran medida a que en nuestro país es raro encontrar alguna persona que no tenga un familiar, pariente, amigo o conocido que no haya estado o esté en prisión. En Cuba un gran porciento de cubanos y cubanas ha estado una vez, al menos, preso o detenido. Esta es una realidad que pide ser analizada, pues en la historia de esta nación nunca han existido ni tantos presos, ni tantas prisiones. Este sería un vasto campo de estudio para sociólogos, psicólogos, psiquiatras, criminólogos, jueces, fiscales, sacerdotes, laicos, etc. Tengo fe en que algún día la historia carcelaria será investigada y escrita. Y aunque a muchos no les guste, o les disguste, esta parte de la realidad es también parte inseparable de nuestra historia nacional pasada y presente.
Una realidad más que preocupante.
Nuestro país es pequeño en extensión territorial y en habitantes, sin embargo a lo largo y ancho del archipiélago cubano hay diseminadas más de ¡200! prisiones y una población penal gigantesca. No me atrevo a dar números porque este dato, que debía ser del conocimiento de la sociedad, el estado cubano lo guarda celosamente.
Esta realidad, sin dudas, ha marcado al cubano contemporáneo y actual y si la situación continúa por los cauces actuales serán muchos más los que tengan que vivir en carne propia esta amarga y estremecedora experiencia.
Un ejemplo que nos debe poner a algo más que a pensar es, como señalé anteriormente, la desproporcionada cantidad de prisiones que existen a lo largo y ancho del país. Pinar del Río, con una población de algo más de 800.000 personas posee en su territorio cuatro (4) prisiones de máximo rigor y existen diseminados por toda la provincia más de quince (15) prisiones de mínima severidad, llamadas campamentos de trabajo correccional, esta situación de la más occidental de las provincias cubanas es un reflejo casi idéntico de la realidad nacional.
¿Por qué hay tantas cárceles en Cuba? ¿Cómo es posible que un país tan pequeño como Cuba tenga tan alta población penitenciaria? ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Qué causas profundas propician que tantos cubanos ingresen en la cárcel? ¿Qué hacer ante esta realidad?
Estas y muchas preguntas más son las que nos hacemos casi a diario muchos cubanos y cubanas en nuestras charlas cotidianas y todas ellas guardan relación entre sí. De lo que no hay dudas es que la cárcel en Cuba y la influencia negativa que esta trae para la sociedad no es más que una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento con consecuencias inimaginables para todos.
Valoraciones
Aunque el tema de la cárcel se trate con regularidad en nuestras conversaciones, muy pocas veces se va al fondo de tan espinoso y complejo mundo, casi siempre se cae en el anecdotario y en hechos aislados. Como fenómeno social no está en el centro de la conciencia de la sociedad ni de las instituciones oficiales. Por muchos años se le ha echado un manto de invisibilidad al tema de la cárcel, los presos recluidos en los más de doscientos(200) centros penitenciarios del país forman parte de la cara fea, de exclusión social, que se oculta a toda costa. Son ¨no personas¨.
Durante mis años de trabajo pastoral en la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Pinar del Rio tomé algunas notas que me facilitaron el trabajo de acompañamiento y promoción que llevábamos en esta iglesia local. Me parece que compartirlos con todos ayudará, en alguna medida, a comprender mejor este grave problema que tanto lacera a nuestra sociedad y de manera especial a los cristianos, cuya opción por los pobres y excluidos no es mero sentimentalismo litúrgico sino compromiso encarnado en esa realidad tan dura que hoy viven miles de cubanos, y que millones han vivido en el pasado reciente, en las cárceles cubanas.
Cuando se analizan detenidamente algunos datos en el mundo penitenciario existen constantes que ayudan a tener un conocimiento del perfil, estrato social y causas que ayudaron o propiciaron- según este trabajo en gran medida son sociales- que estas personas terminaran en la prisión.
Sexo: En nuestro país se observa que las personas que están presas, son mayoritariamente masculinas, en una gran proporción.
Edad: Predomina la población joven. Destacándose el grupo menores de treinta años (30) y los que están entre treinta uno (31) y cuarenta años (40).
Nivel cultural: Una elevada cantidad posee un bajo nivel de instrucción y de educación general.
Familia y ambiente: Una elevada cantidad no tiene familia o esta lo ha abandonado, una gran mayoría proviene de un ambiente familiar deteriorado y económicamente muy bajo.
Situación laboral: Una apreciable cantidad se encontraba sin trabajo en el momento de ingresar a prisión. Un solo empleador: El Estado. Sueldos: Insuficientes para satisfacer las necesidades básicas.
Sectores sociales de donde proceden: La inmensa mayoría pertenece a clases sociales bajas o muy bajas, ambientes de pobreza y marginalidad.
De esta realidad se desprende una verdad innegable: el sistema penitenciario cubano actúa de manera acentuada en los sectores más desfavorecidos de la sociedad cubana, dándose una triple relación entre: tipos de delitos más frecuentes, las causas o razones que los provocan y la situación social imperante en el país.
Delitos más frecuentes: Robo (en sus diferentes tipificaciones), hurto, lesiones, delitos contra la propiedad, homicidios, peligrosidad pre- delictiva, otros.
Causas Generales: Estructura económica, política y social que oprime y margina, se delinque para subsistir, alto costo de la vida; ausencia de valores( amoralidad), educación deficiente, familia destruida, sociedad militarizada, falta de confianza en las instituciones del estado, indefensión ciudadana, clase dirigente privilegiada, código penal excesivamente punitivo.
Situación social: El delito como vía de escape, pobreza e injusticia, violación de los derechos humanos; es clara la relación entre: deterioro económico, socio- político y el aumento de los reclusos, omnipresencia de la seguridad del estado en la sociedad.
Ante esta grave situación ¿qué hacer?
La realidad, es cierto, no es alentadora actualmente pero podría ir cambiando gradualmente si empezáramos todos a mirar la cárcel con otros ojos, otra mente y otro corazón.
En nuestro país, como en muchos, la cárcel es una gran desconocida, aunque sabemos que existe, casi siempre evitamos hacer un acercamiento objetivo a este mundo de la exclusión y la marginalidad, tanto los ciudadanos como el propio Estado. Entre los cubanos de a pie se suelen oír, con frecuencia, frases peyorativas como estas: “si allá está es por algo, por gusto no es”, “si parece que le gusta”, “ no tiene arreglo” y muchas más, que dan siempre una imagen recortada y pobre de lo que en verdad se esconde tras las rejas en nuestro país. Mientras tanto el Estado cubano ofrece escasa información de lo que ocurre en las prisiones y cuando lo hace presenta nuestras cárceles como sucursales de la universidad o centros culturales donde todos están a gusto y agradecen las atenciones.
Estas dos posiciones extremas en nada ayudan, debemos pasar de la radicalidad, el paternalismo y la ingenuidad, a ser más analíticos con esta realidad e ir descubriendo la globalidad que ella encierra y de la que todos somos responsables, debemos acogerla sin prejuicios y ver en cada una de estas personas a seres humanos que están cargados de inmensas posibilidades.
Para los que como yo son cristianos, la cárcel representa un lugar privilegiado para el encuentro con Dios, porque allí donde abunda el pecado y el sufrimiento Él se hace presente de manera muy especial. Dios no es neutral, toma una postura ante el sufrimiento humano y nos convoca a que nosotros tomemos parte junto a Él para acompañar a sus preferidos.
Pero sería egoísta además de injusto pretender que la acción en el mundo penitenciario, que por cierto, no comienza en la cárcel, más bien termina allí, sería una labor exclusiva de las Iglesias, este es un espacio en donde la sociedad civil, además del estado, debe y tiene que asumir un papel protagónico en la colaboración de construir una sociedad mejor.
Ante estos desafíos que se nos presentan es fundamental que se comiencen a dar pasos concretos para juntos asumirlos en el mejoramiento de nuestra sociedad. Es necesario actuar en las causas, tanto sociales, como políticas y económicas que hoy lanzan a tantos cubanos a la cárcel, para ello es imprescindible articular políticas de prevención, es necesario actuar desde el meollo de la cuestión, con las personas en dificultad, que se encuentran en círculos de exclusión y marginación. Es necesario que se invierta en políticas de lucha contra la pobreza y la exclusión, en verdaderas políticas educativas, no de adoctrinamiento; laborales, que satisfagan las necesidades básicas de estas personas y su familia y las potencien como seres humanos, no como castigo en empresas de comunales, la construcción o la agricultura; que se invierta en políticas sanitarias, de acceso a la vivienda, de integración plena a la comunidad con cursillos de formación cívica en donde se les haga ver y comprender que la responsabilidad ante la sociedad encierra, además de derechos, deberes para con ella.
Todas estas políticas preventivas, que son la clave para resolver este grave problema no son, en modo alguno, solo responsabilidad del estado, sino también de todos y cada uno de los ciudadanos de este país. En Cuba, el Estado monopoliza la presencia en las prisiones. Al ser este un problema social, la sociedad cubana tiene el deber y el derecho a intervenir directa e indirectamente en las posibles políticas que se llevan a cabo en el mundo penitenciario y a cuestionarlas cuando crea que no ayudan, así como a monitorear el cumplimiento de los derechos de los presos y detenidos teniendo acceso a los centros de internamiento, entre otras cosas. Además, todas estas políticas preventivas deben ir acompañadas de un cambio de mentalidad por parte de todos. Esto supone ir cambiando, tanto en la sociedad como en lo personal, nuestro sistema de valores. La realidad de las personas no se remite nada más al momento de la reclusión, siempre esta realidad tiene un antes y un después, esa persona tiene una familia, un barrio, unas condiciones de salud y educación, vivienda, carencias y hasta, por qué no, posibilidades endógenas. Debemos mirar a la persona tal cual es, solidarizarnos con ella pero a la vez no ser paternalistas restándole responsabilidad ante un hecho que haya lesionado la integridad de otra persona. Nuestro concepto de solidaridad debe ir cambiando también.
Las cárceles deben ser abiertas a la comunidad, tanto nacional como internacional, para su escrutinio y valoración. Pasos como estos iniciarían una nueva etapa de cambios necesarios que van desde la infraestructura carcelaria pasando por una profunda reforma de nuestro código penal para llegar hasta, como señalé antes, las causas profundas que se encuentran en: las inmensas desigualdades sociales, las carencias y desigualdades en la vivienda, la economía, la educación, la represión a la diversidad, etc. Estas son ideas globales que pueden servir a todos para comenzar un compromiso que no soporta más dilación. Esconder un problema no lo resuelve, en todo caso, lo acentúa. Tic- Tac. El tiempo corre. Volveré sobre el tema.
Nota: Peligrosidad pre- delictiva: Propio del código penal cubano. La persona puede ser condenada de 1- 4 años de privación de libertad. No tiene, necesariamente, que haber delinquido.

Juan Carlos Fernández Hernández.

Ex – Corresponsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares. La Pastoral Penitenciaria. Diócesis de Pinar del Rio. Animador de la Sociedad Civil.
Colaborador de Convivencia.
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