El fenómeno de la corrupción es algo que parece endémico de nuestra realidad nacional. Pero, ¿por qué no empezamos por el principio y buscamos un consenso a la hora de interpretarlo? Resulta que muchas veces lo hablamos sin saber a qué nos estamos refiriendo. Un elemento infaltable a la hora de conceptualizar este flagelo social es el de la autoridad.
Es necesario que nos ubiquemos para nuestro análisis tanto en el sector público como el privado. Con esto expongo la premisa de que, si un chofer en un ómnibus se queda con parte de la recaudación o por casualidad se nos pierden algunos envíos postales, estamos en presencia de un delito, pero no necesariamente de un acto de corrupción. En Cuba la corrupción tiene antecedentes históricos, por ejemplo, en las décadas del 60 y el 70, en el siglo XX, se le llamaba: “Dulce Vida.”
Como nunca ha dejado de existir, podemos considerarlo un elemento sistemático que parece no tener fin. Uno de los hechos que lo alimenta con mayor asiduidad es la tramitología, que además logra implicar a las dos partes, el facilitador y el que necesita el servicio. Hoy vemos crecer la indiferencia, sobre todo, entre las personas relacionadas con el servicio público, por lo que pudiera pensarse en una corrupción moderada que va in crescendo.
Usted, al igual que yo, para obtener cualquier papel judicial debe pasar una verdadera odisea, o ser cómplice de un fenómeno corruptivo que usualmente llamamos “resolver por la izquierda.” La verdad es que históricamente nuestra sociedad no ha sido capaz de reclamar la creación de tangibles mecanismos de control, que hagan valer lo establecido sin tanta complejidad. Quizás esta sea una de las herramientas que deba implementar el nuevo gobierno presidido por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su lucha contra los procesos que abastecen el “enriquecido mercado negro”, y que muchos identifican con una palabra como luchar.
Desde múltiples puntos de vistas la corrupción es un cáncer que afecta sin cesar la imagen pública de la nación. Aunque siempre habrá quien afirme, que también es culpa del bloqueo y la globalización neoliberal. Es prudente recalcar que todo acto corruptivo tiene un complexus más amplio que estas dos realidades. Aunque por supuesto, dentro de este juego turbio tienen roles importantes los factores económicos y el compromiso político. Hoy en día somos testigos de varios casos que relacionan a políticos adscritos a sectores de la izquierda y la derecha latinoamericana, vinculados a escándalos agudos de corrupción. Un factor importante a investigar con mayor profundidad es la posición social que ocupan los familiares de los dirigentes implicados. No es un secreto que no son pocos los casos de nepotismo, donde por providencia son promovidos a cargos importantes, hijos, nietos, etc…
Puede que suene fuerte, pero ahora mismo tenemos en nuestro contexto una especie mutable de cultura o microbiología de la corrupción. Sus bases siguen afianzándose en el ejercicio impropio del poder. Incluso existe la corrupción que implica realizar determinados favores sexuales como forma de pago. Es inobjetable que una de las causas de mayor peso es el elemento carencial. Vivimos insertados dentro de una economía social marcada hasta hoy por la escasez y eso por supuesto tiene consecuencias que no son homogéneas. En nuestro país los mecanismos para distribuir la riqueza tienen regulaciones inadecuadas, y la corrupción se alimenta de la disfuncionalidad.
Otro aspecto interesante tiene que ver con el ejercicio de la autoridad, ya no es solo quién decide, sino, cómo decide. En Cuba la economía está muy centralizada, quizás en estos momentos sea cuando más pasos se intentan dar buscando promover el cambio, que libere un poco el aparato regulatorio. El país tiene muchas leyes, pero ninguna contra la corrupción. Tenemos más de 70 legislaciones que regulan el comportamiento, pero no abordan esta temática de forma directa. De 1980 -1981 se realizaron cerca de 200 detenciones vinculadas con hechos de este tipo.
El más conocido fue el caso de la Ward, su máximo dirigente se volvió millonario y malversó mil millones de pesos. Entre los motivos que hicieron posible su accionar, destaca el descontrol evidenciado en la poca verificación de facturas. La falta de valores en muchos de los inspectores quienes aceptaban sobornos. Esto es un ejemplo del pasado que igual tiene muchas réplicas en el presente. En la empresa Bucaneros S.A. detuvieron a 85 trabajadores que trabajaban en complot con el jefe de venta, esposo de la responsable de hacer los contratos. La corrupción económica en el Banco Internacional de Cuba hizo que se perdieran varios millones. No hay que ir muy lejos, a los pocos meses de comenzar a trabajar en cualquier bodega o carnicería el administrador se compra: carro, casa y cadenas de oro con sus 500 pesos de salario. Parece algo irónico.
La batalla contra la corrupción la gana la sociedad, aunque sabemos que cualquiera con deseos de teclear algo sobre lo mal hecho será interpelado por sutiles formas de críticas. Igual se hace crucial una mayor participación activa de todos en pos de atacar en turba el fenómeno. Hoy parece pulular la ineficiencia de una contabilidad eficiente tanto en lo público como en lo privado. Todo esto permeado por salarios paupérrimos que hacen pensar en las ganancias “por fuera”, ya que las ofrecidas de forma legal no alcanzan para vivir.
La realidad nos dibuja un presente donde el ciudadano está totalmente indefenso contra el flagelo de la corrupción. En los últimos tiempos este fenómeno ha cobrado fuerza y ha penetrado incluso hasta dentro del Estado. Uno de los elementos que más alimenta esta realidad es la insolvencia del modelo económico. Se hace necesario intentar cambiar el autoritarismo como patrón de todo el sistema político, ya que le resta recursos a la sociedad en la búsqueda de armas eficaces. Tenemos que darle otro sentido al tema de la propiedad social, porque cuando la responsabilidad se diluye, entonces nadie es responsable.
Es ineludible articular campañas comunicativas que apoyen la voluntad política enfocada hacia la erradicación de todo lo corruptible. Debemos hacer una reconstrucción del código penal y eliminar la verticalidad del mando que tanto daño nos ha hecho. Una buena estrategia, (anti-corruptiva) debe pasar necesariamente por el fortalecimiento del gobierno local. La Asamblea Nacional debe lograr un mayor control y fiscalización de los recursos, esto pudiera ser menos engorroso sino hubiera tanto funcionarios políticos como diputados. Quizás la esperada reforma constitucional pueda convertirse en un verdadero parte-aguas o en la espada de Damocles que nos ayude a luchar contra la corrupción y otros demonios.
Bibliografía
- Corrupción: Peligro que nos afecta a todos, Lázaro Barredo; consultado en http://bohemia.cu/en-cuba/2018/02/peligrel 27 de enero del 2018.
- Corrupción en Cuba y seguridad nacional, consultado en https://oncubamagazine.com/sociedad/corrupcion-cuba-seguridad-nacional/.
- Notas tomadas por el autor del debate realizado en el centro Fresa y Chocolate sobre la corrupción, organizado el 26 de abril del 2018 como parte del Último Jueves de Temas.
- La corrupción se viraliza en Cuba, https://www.elnuevodia.co consultado por el autor el 27 de abril del 2018.
Julio Norberto Pernús Santiago (La Habana, 1989).
Licenciado en Comunicación Social por la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de La Habana.
Redactor de Vida Cristiana.
Coordinador de la Comisión de Estudios de la Historia de la Iglesia en América Latina (CEHILA), sección Cuba.