Lord Acton dijo una famosa frase: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. En mi opinión, el poder por sí mismo no corrompe si el funcionario público es una persona íntegra en su ser y en su actuar. Lo que si puede ser cierto es que el poder constituye una tentación y facilita a las personas susceptibles de sucumbir a la corrupción unos medios e influencias que no están al alcance de otros. Entonces es la persona humana, y la calidad y profundidad de su formación ética y cívica, el centro de este debate sobre la corrupción.
Podemos hacer una paráfrasis del aforismo de Lord Acton que dijera: el poder facilita los medios para la corrupción y mientras mayores son esos medios, mayor será la corrupción, hasta llegar a corromper absolutamente.
El rechazo y la valoración negativa a la corrupción no es un fenómeno de nuestro tiempo como algunos expresan. Casas Aranda (2015) nos recuerda que es un fenómeno que está relacionado con la naturaleza caída, vulnerable, del ser humano mencionando desde los clásicos antiguos hasta los teólogos más insignes del cristianismo: “Séneca hablaba ya de “corrupción como vicio de los hombres y de los tiempos”. El propio San Agustín y, más tarde, Santo Tomás de Aquino, se refieren a la corrupción como un pecado que atenta al ser de los hombres, privándoles de las facultades intrínsecas a la “bondad” y al “bien”.[i]
De aquí podemos deducir que se trata de la privación de facultades interiores que niegan la esencia del buen ser y el bien obrar. Por tanto la solución, cura o remedio, no se resuelve solamente con leyes positivas que castiguen el delito, sino también, y sobre todo, con una labor educativa y preventiva.
¿Y cuáles serían algunos de los caminos para evitar los efectos nocivos o el mal uso que se puede hacer del poder?
- “Considero que habría que volver a los principios inspiradores del humanismo cristiano, magistralmente expuestos por Jacques Maritain, y que no son otros que el respeto a la integridad y dignidad de las personas, el ejercicio responsable de la libertad individual y la defensa del bien común, como referentes de toda actividad del funcionario público.”[ii]
- Para cultivar el ejercicio responsable de la libertad y de la responsabilidad que le está indisolublemente unida, es necesario comenzar por consensuar un Código de ética o Código Deontológico para cada actividad pública de modo que esas normas éticas y los valores universales que las inspiran, sirvan, en primer lugar, para educar a los funcionarios y a los ciudadanos que acuden a recibir sus servicios. Además este Código debería servir también para poder evaluar los comportamientos de los funcionarios en el desempeño de sus trabajos.
- Además se necesita una capacitación específica a todos los funcionarios públicos y políticos, sobre valores, actitudes y cualidades que podemos resumir en: objetividad, neutralidad, imparcialidad, lealtad y buena fe, austeridad, confidencialidad, transparencia, entre otros.
- Por último, es necesario crear unas comisiones u organismos que tengan la responsabilidad de evaluar administrativamente, independiente de la responsabilidad criminal, los casos de corrupción.
En Cuba, existe un Código de Ética para los funcionarios del Estado.[iii] Su gran carga ideológica y formal acompaña a una enumeración de actitudes y actos que deben observar los funcionarios de dichos organismos. También en nuestro país han existido, existen y existirán casos de corrupción, entre otras cosas, agravados por las carencias materiales, los bajos salarios y la creciente crisis económica y social que favorece el tráfico de influencias, el robo que en Cuba se llama “resolver”, el desvío de recursos y otros vicios.
Cuando se ponen todos los medios al servicio de la propaganda ideológica y al adoctrinamiento político, entonces la ausencia de principios morales que fueron considerados como “burgueses”, provoca la desintegración de la convivencia social porque se pudren las relaciones humanas, cunde la desconfianza, se ve como normal lo inmoral y se justifica todo porque “se usa” o porque “así es la modernidad”. Las consecuencias de este quiebre ético, moral y cívico, está a ojos vista. Penetra como comején (termitas) todas las instituciones y dinámicas sociales y cuando lo único que se usa como remedio es perseguir las consecuencias y no las causas que provocan la corrupción, entonces se agazapa, se toman unas vacaciones en el disimulo y en cuanto “pasa la ola” vuelve la corrupción a sus andanzas.
Esta será la verdadera y principal causa del desmoronamiento de las instituciones y de los modelos. El que viva lo verá.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
[i] Casas Aranda, R. Aletheia, Cuadernos Críticos del Derecho. 2-2015 ISSN: E 1887-0929 http://www.liberlex.com ¦ contacto@liberlex.com
[ii] Casas Aranda, R. Aletheia, Cuadernos Críticos del Derecho. 2-2015 ISSN: E 1887-0929 http://www.liberlex.com ¦ contacto@liberlex.com
[iii] Código de Ética de los Cuadros del Estado Cubano. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado. Julio de 1996.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. - Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.