Por Juan Carlos Fernández
“El comentario de un lector”
Del 13 de febrero al 9 de marzo este año fue celebrada en nuestro país la XVll Feria Internacional del Libro. Como sucede siempre, fueron anunciados los múltiples títulos que serían presentados así como la diversidad literaria y temática que ofrecería la Feria.
Pinar del Río fue una de las más de 40 sedes que tuvo la Feria en el país. Una porción de la calle Martí, la misma de todos los años (fuente de agua incluida) y las ruinas de la otrora emblemática ferretería Canosa, en el mismo tramo de calle, pero utilizadas sus paredes, (es lo que queda de ella), para escenario teatral infantil y venta de libros, fue el lugar de la celebración de la misma. Nada me sorprendió ni me abstrajo, no fui cautivado por título alguno, la monotonía de los anteriores años primó en mí. Enfrascado en encontrar algo mínimamente distinto, recorrí palmo a palmo todos los estantes en los que se exhibían los libros, tenía la esperanza de que encontraría los que saciaran mi sed de lectura. Debo confesar que fracasé, y por cierto, no fui el único.
Pero mi comentario no va encaminado a describir mis estados emocionales, anímicos o de percepción, porque sería algo muy subjetivo, ya que otras personas pueden haber satisfecho sus ansias de lectura. Mi valoración sobre la Feria quiero centrarla en un aspecto para mí esencial:la diversidad.
Diversidad proviene del latín diversitas que significa: variedad, abundancia de cosas distintas.
Si me atengo a esta definición literal de la palabra a ojos vista parece que sí hubo una gran variedad y abundancia de cosas distintas, pero, ¿cuán diversa fue realmente la Feria?, ¿ofreció a los lectores la posibilidad de confrontar a través de la lectura crítica los diferentes puntos de vista y visiones que de lo sagrado y terrenal tienen y tuvieron siempre los artistas de las letras, los filósofos, economistas, teólogos, en fin, las personas que quieren que sus ideas sean expuestas y debatidas, aceptadas o negadas por el público a través de un libro?
Honestamente creo que esto último, precisamente es lo que le falta a nuestra Feria, cojea cuando de abarcar lo diferente u opuesto se trata. La Feria tuvo una gran cantidad de escritores y escritoras de todos los géneros literarios y especialidades, pero para su pobreza, todos los títulos y autores padecían la misma dolencia: eran de una misma corriente de pensamiento. Esto sin dudas restó, y ha restado en todas las ediciones anteriores, brillantez y las necesarias polémicas que generarían la presentación de autores que describen el ser y quehacer humano con otras letras, bebiendo de la multiplicidad de fuentes que han enriquecido y enriquecen la cultura cubana y universal, haciendo valer el derecho moral y cultural de buscar la verdad y la belleza por diversos caminos con plena libertad.
De las presencias, en cuanto a libros, no voy a mencionar ninguna porque fueron muchas y además, otras son tan obvias que no es necesario hablar de ellas, quiero, sobre todo, recordar las ausencias continuas que creo, no tienen y nunca han tenido justificación alguna- alúdase cualquier causa-para no estar presentes por talento y derecho propios, tanto cubanas como extranjeras.
Referido a los libros pienso en la poesía de Gastón Baquero, tan cubano como el que más y una vasta obra reconocida en el mundo entero pero desconocida casi totalmente por más de una generación de cubanos. El narrador y ensayista Guillermo Cabrera Infante, la etnóloga Miriam Gómez, el poeta, editor y ensayista Pío E. Serrano, el también poeta, ensayista y periodista Néstor Díaz de Villegas, el filósofo Emilio Ichikawa; el poeta Reinaldo Arenas, símbolo de la generación de los ochenta, el economista Carmelo Mesa- Lago, en fin, la lista sería interminable solo en lo que a autores cubanos se refiere. Con los autores foráneos ocurre otro tanto, también integran la lista de olvidos voluntarios cuando no comparten la corriente permitida en nuestras ferias.
Dentro de esta corriente permitida se polemiza, se debate, analiza y discute pero todo debe de quedar dentro del mismo cauce, quien se salga de este queda “fuera de juego” automáticamente. Esta actitud exclusiva de las autoridades e instituciones que organizan la Feria, lejos de enriquecerla, la empobrece, si se tiene en cuenta que los autores antes citados, tanto los nacionales mencionados y los imaginados así como los no nombrados pero bien conocidos autores extranjeros, son aclamados en disímiles eventos en el mundo entero y sus libros llegan a todos .Y aún cuando en nuestro país no son publicados y mucho menos promovidos ,sus obras pasan de mano en mano y son devoradas, debatidas y comentadas por una buena parte de nuestra sociedad.
La diversidad siempre es saludable para cualquier sociedad que pretenda desarrollarse y estar a la altura de los desafíos de su tiempo. Cuando una determinada sociedad ha pretendido optar por la uniformidad en el pensar de sus ciudadanos excluyendo por cualquier vía toda idea que no coincida, lo que ha logrado en verdad es que, tarde o temprano, se abra la Caja de Pandora y broten de ella infinidad de demonios. El ser humano es diverso en todas, absolutamente todas, sus dimensiones, eso lo sabemos, por tanto, buscar la belleza por diferentes corrientes de pensamiento es además de válido, inherente a la propia persona. Descalificar y demonizar lo que no está de acuerdo con nuestra visión es un gran signo de pobreza intelectual y, por ende, pobreza personal. La sociedad o institución que promueva y aliente estas actitudes está igualmente empobrecida y con el tiempo, si no cambia, condenada a la decadencia y la mediocridad.
Nuestra Feria Internacional del Libro volverá a caminar con paso seguro cuando estén presentes en ella aquellos que nunca debieron faltar y con todos los que ya están desde siempre. Solo entonces soltará el bastón y dejará de cojear.
Esto…., esto es solo el comentario de un lector, aquí en la cola del caimán.
Usted no tiene porque coincidir. Que así sea.
Juan Carlos Fernández Hernández (Pinar del Río, 1965)
Fue co-responsable de la Hermandad de Ayuda al preso y sus familiares de la diócesis de Pinar del Río.
Animador de la Sociedad Civil
Vive en Pinar del Río, Cuba