Uno de los signos del daño antropológico que sufrimos los cubanos a causa del totalitarismo es la incoherencia, uno de los componentes de la “vida en la mentira”. Algunos le llaman “doble moral” que en realidad debería llamarse doblez; “máscaras políticas” le llamó el Padre Félix Varela. Cada vez con más frecuencia en Cuba hay una contradicción manifiesta entre lo que se cree y se piensa, y lo que se dice y se hace.
Las personas, las instituciones, los medios de comunicación social, las redes sociales, sufrimos de esa incoherencia. Que la Cuba real se mudó a Chipre y que la Cuba de la propaganda no existe en ninguna parte. Pareciera que vivimos fragmentados en varios mundos incomunicados entre sí. Es la “esquizofrenia” existencial o la fractura entre la realidad y lo que se habla, se promete y se hace.
La coherencia
Debemos recordar que la coherencia, según la RAE es “la conexión, relación o unión entre unas cosas con otras. Y es también la actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan.” Ser coherentes es lograr la normal correspondencia y concatenación entre lo que se piensa, se cree, se dice y se hace. Mantener esa articulación y armonía existencial es lo que da solidez y credibilidad a nuestra vida.
Mantener la cohesión entre el pensamiento, los sentimientos y la voluntad, expresados con la palabra y la acción, potenciados transversalmente por una espiritualidad trascendente, es uno de los proyectos de vida que elevan a mayor grado la humanidad y la eticidad de las personas. La coherencia crea confianza, crea una “columna vertebral” para sostener, erguido y creíble, el comportamiento humano.
La autoridad
Con frecuencia se reduce el significado de autoridad a la de aquellos que ejercen el gobierno o cualquier otro poder político, económico, social o religioso. En efecto, ellos deben tener tanto autoridad ejecutiva, legislativa o judicial, como cada uno de ellos y sus respectivas instituciones deben gozar de autoridad moral.
La autoridad moral o del prestigio, legitima y hace creíble a la autoridad “como poder o capacidad de mando”. El sociólogo Max Weber distingue tres tipos de autoridad como poder: “la autoridad tradicional, la autoridad racional-legal y la autoridad carismática”. Las tres necesitan, como base y rampa de lanzamiento”, a la “auctoritas” que es la forma de legitimación social que procede del saber y de la sabiduría, de la valía personal e institucional, y del comportamiento moral que validan todo ejercicio del poder.
Toda autoridad debe ser una sinergia entre autoridad legal, ejecutiva o legislativa y la autoridad moral o ética del poder. Dicho de otra forma: esa ética del poder se basa y se cohesiona sobre la coherencia entre lo que se cree, se piensa, se siente, se habla y se actúa. Es así como se garantiza que todo poder sea un servicio a las demás personas y al bien común.
La crisis de autoridad por falta de coherencia
En cualquier nación del mundo, también en Cuba, se puede apreciar una crisis de autoridad que se refleja en el irrespeto a la persona, en la agresividad desaforada y en la falta de credibilidad en lo que dice y hace la autoridad económica, política y social. No se trata solo de falta de elecciones libres o de frecuentes fenómenos de populismos y autoritarismos. Que también es eso. Pero debemos ir a la raíz de la falta de autoridad como potestad civil. Siguiendo la lógica de Weber:
- En Cuba se ha trabajado desde el poder por borrar la memoria histórica y las tradiciones: familiar, escolar, eclesial, política y cívica. Es la pérdida de la autoridad tradicional.
- En Cuba no hay elecciones libres, competitivas y plurales, por eso se pierde la autoridad racional-legal.
- En Cuba falta carisma y empatía con las expectativas y las necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo, por eso se ha perdido la autoridad carismática.
Propuestas
- Trabajar en la formación moral y cívica para buscar una coherencia mayor entre lo que se cree, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.
- Rescatar la memoria histórica y las auténticas tradiciones de nuestro pueblo para recuperar la autoridad de los padres, de los abuelos, de los hermanos mayores, de los que han vivido más y mejor manteniéndose fieles a sus principios, con respeto a la libertad de todos.
- Cambiar hacia unas elecciones democráticas para que todas las autoridades sean elegidas de forma directa, libre y responsablemente, y puedan gozar de la legitimidad y la autoridad que solo otorga el voto del pueblo.
- Cuba necesita que todos seamos más coherentes y que todos vivamos, armónicamente, nuestros valores en correspondencia con nuestro comportamiento, así ganaremos en autoridad moral que es el más sólido fundamento de la convivencia pacífica y de la participación democrática.
Que sean nuestra inspiración los muchos compatriotas que, a lo largo de toda su vida, han mantenido y cultivado la coherencia y se han ganado así una autoridad moral que los valida y honra. Ellos, con esa actitud de fidelidad a los principios de libertad, justicia, paz y amor, han sido y son un ejemplo para los demás y de este modo, a veces discreta pero perseverantemente, han contribuido a la formación y promoción de sus conciudadanos.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.