LA “BUENA EDUCACIÓN” SIEMPRE ES BUENA

Foto tomada de Internet.

El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos,
en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos.
José Martí

En Cuba no trae buenos resultados ser educado”. La afirmación fue hecha por un señor que abandonaba una agencia bancaria a la que yo llegaba en ese momento. No pude llegar a tiempo para saber qué provocó esa expresión. El hombre hablaba consigo mismo, pero me miró como si fuera conmigo. No me sorprendió nada porque los cubanos somos así. No nos cuesta comunicarnos aunque no nos conozcamos. En una cola, en una sala de espera, en un ómnibus, podemos entablar una conversación amena con cualquiera. Es un don que tenemos.

Me acerqué a un cajero que estaba escribiendo en unos documentos. Le di los “buenos días” y me devolvió el saludo casi sin levantar la vista. Esperé cerca de quince segundos con la esperanza de que me atendiera, pero no me hizo el menor caso. Un poco molesta me dirigí hacia otra caja que estaba vacía y él, sorprendido, me hizo señas de que volviera.

  • ¿Por qué se va? -preguntó.
  • Porque no puedo esperar a que usted termine de escribir para que me atienda respondí.
  • Bueno, pero si hubiera cola usted estaría obligada a esperar -me dijo.
  • Es verdad, solo que, por la cola, yo estaría dispuesta a esperar, pero no por falta de atención de su parte.

Después de hecha la operación que fui a hacer y que por cierto era muy rápida, un “disculpe la molestia” fue lo último que le escuché decirme, pero en un tono de fastidio.

Me fui con el sabor amargo del maltrato. Tal vez algo parecido le pasó al señor que me encontré en la puerta y que al parecer llama “buena educación” a no gritar insultos cuando la mente los imagina; porque al fin y al cabo somos humanos ¿no?

Otra historia…

En la sala de espera de un hospital, la trabajadora de la recepción explica que todos los pacientes deben entregar su tarjeta con el turno correspondiente, y pide en tono de ruego:

-Por favor, permanezcan todos sentados. A cada uno se le llamará en cuanto llegue su turno. Todos serán atendidos. No puede haber personas de pie en los pasillos.

“Muy bien”, pensé. Es cuestión de orden. Me senté disciplinadamente a esperar. En la sala había alrededor de 15 personas. Pasó cerca de una hora y los pacientes eran llamados según la consulta a la que asistían. Pero yo continuaba allí y mi nombre no fue mencionado ni siquiera otra hora después. Mi paciencia llegó a su límite y volví a la recepción a preguntar si es que mi turno se demoraba mucho más.

La recepcionista no estaba y traté de averiguar con un enfermero que solícitamente me prestó ayuda. Los turnos para la consulta que yo necesitaba habían sido colocados sobre una camilla. La doctora no los vio y salió a otra consulta porque, al no verlos, pensó que no tenía pacientes. Ya casi sin fuerzas para protestar fui atendida al fin, no sin las disculpas pertinentes. No volví a ver a la recepcionista al salir. Una señora que se encontraba en situación parecida, pues su turno era después de mí, me dijo: “es que hay que armar escándalo de vez en cuando para que lo respeten a uno”. ¿Será la contención para no explotar de ira, o el respeto a las normas, ejemplos de la “buena educación” a la que se refirió el señor de la primera historia, y que evidentemente no siempre aparentan ser convenientes en ciertos lugares?

¿Hacia dónde va un país en el que la buena educación no siempre se considera como valor, sino como inconveniente? Nuestra sociedad está enferma y las cosas no funcionan no porque unos u otros seamos personas educadas, sino porque no hay respeto hacia las maneras educadas de ser, de trabajar, de vivir. Si ha llegado el momento en el que los cubanos pensamos que los escándalos, las groserías, el irrespeto a ciertas normas de comportamiento nos ayudan a resolver los problemas, estamos a un paso del caos como sociedad. Solo educando y siendo educados lograremos que Cuba sonría el día de mañana. Así que hay un largo camino que recorrer y mucho que hacer. Es un trabajo del que nadie queda excluido.

 


Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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