Por Lázaro Barredo Medina
Para que nuestro proyecto socialista salga adelante debe predominar en cada uno de nosotros la racionalidad y el sentido económico. No debe apreciarse como una consigna, una frase, un cliché, el llamado del compañero Raúl para ajustarnos a vivir con lo que tenemos. No podemos aspirar a más si no hay una evaluación objetiva y adoptamos las medidas para actuar con realismo y no con optimismo infundado.
En las intervenciones del Segundo Secretario está subrayada de manera reiterada la voluntad política de nuestro Partido de llevar adelante decisiones trascendentales para afrontar las tareas de fortalecimiento de la institucionalidad, el redimensionamiento de la planificación y la organización del trabajo, la supresión de la doble moneda y una estimulación salarial que desate a las fuerzas productivas, el cobro de impuestos, el cese de muchos subsidios, la revisión de las gratuidades y otros asuntos que no van a despojar al Estado de su responsabilidad, sino pretenden lograr formas de prestación más ágiles y directas en pequeños servicios, entre otros propósitos.
La mayoría de esas cuestiones requieren de la movilización y la comprensión de la sociedad para encarar, en un plazo prudente de tiempo, el proyecto de país que queremos, podemos y necesitamos.
El daño terrible de los huracanes y tormentas tropicales del año pasado que devastaron una extensa parte de la Isla y causaron pérdidas por cerca de diez mil millones de dólares a lo cual se agregaron, en coincidencia en el tiempo, los nocivos efectos de la crisis económica y financiera global, obligaron a desacelerar el ritmo de la aplicación de muchas de las ideas que se venían estudiando tras el amplio debate nacional que se desarrolló en torno al discurso de Raúl el 26 de julio del 2007 en Camagüey.
El impacto de esos elementos ha obligado al Gobierno a realizar profundos reajustes en los planes económicos y el presupuesto, para “apretarnos el cinturón” sin abandonar la búsqueda de nuestras propias soluciones que giran en torno a las posibilidades de incrementar la producción material, pese a las carencias importadoras que ahora tiene el país, con las reservas materiales de que disponemos, sobre todo en la producción agrícola, el ahorro y otras prácticas que provean eficiencia real y concreta.
Precisamente, esa es la intención del debate que ahora transcurre en los núcleos del Partido junto a los colectivos obreros para mirarnos hacia adentro y discutir “a camisa quitada” cómo podemos crear más, qué vamos a hacer para salir de la rutina y de la convivencia con las cosas que se sabe no funcionan bien, porque muchas insuficiencias hay que resolverlas ante todo en nuestras propias colectividades, sin doble moral y sin fanfarrias.
Está probado que solamente con más trabajo saldremos de la crisis y si, en paralelo, miramos críticamente al paternalismo, fenómeno arraigado hasta los tuétanos en la mayoría de las personas, un vicio que no nos deja avanzar y entorpece la claridad sobre las decisiones que debemos tomar entre todos.
El intercambio de opiniones que ha habido en las cartas a nuestro diario, por ejemplo, sobre los temas de la libreta de abastecimientos o de los comedores obreros, son una prueba meridiana de hasta qué punto han calado en nuestra conciencia algunas concepciones equivocadas sobre la justicia social.
La justicia social no es el igualitarismo, es la igualdad de derechos y oportunidades, es en el socialismo la distribución bajo el principio “de cada cual según su capacidad, y a cada cual según su trabajo”.
La libreta de abastecimientos fue una necesidad en un momento determinado, con sus actuales atributos se convierte en una impedimenta dentro del conjunto de decisiones que la nación tendrá que asumir, lo cual habrá que resolver no por decreto, sino con las medidas económicas que protejan y garanticen el acceso de las personas de bajos ingresos a esa canasta básica y estimule al resto a trabajar para obtener beneficios salariales a partir de los resultados.
Lo mismo pasa con los comedores obreros, para los que se adquieren alimentos por centenares de millones de dólares que se ofertan subsidiados y después buena parte de las veces este servicio no satisface a los propios trabajadores y sirve de fuente importante para el desvío inescrupuloso de recursos.
Nadie puede negar que en su labor de alta sensibilidad humana, el Estado revolucionario ha perseguido invariablemente ofrecer soluciones a las necesidades de los ciudadanos, muchas veces por encima de sus propias posibilidades, y ahí quizás radica una de las causas de que mucha gente se haya habituado a que hay que resolvérselo todo.
La Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido.
Un compañero me decía hace unos días que la sociedad cubana tiene que solucionar cuatro “síndromes” para desentumecerse de esa práctica paternalista:
1-. El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo. Usted no va a la bodega a comprar, va a que le den lo que le toca; usted no repara su casa o su apartamento en el edificio, porque además de que no tiene cómo adquirir los materiales, las cosas están concebidas para que le den las facilidades de esa reparación y así es en la mayoría de los asuntos de nuestra vida cotidiana.
2-. El síndrome del voleibol: nos hemos acostumbrado a saltar y lanzar la pelota para la otra cancha, porque supuestamente la mayoría de los asuntos no son nuestro problema, sino es del otro, y el peloteo burocrático es agobiante.
3-. El síndrome del avestruz: nos hemos habituado a meter la cabeza en el hueco, casi siempre para no ver los problemas ni actuar con toda la energía y la fuerza innovadora contra las rutinas y los hábitos negativos y, especialmente, dejar de ser sistemáticos.
4-. El síndrome del obstáculo: no se logra la transformación de la economía y la satisfacción de las necesidades básicas en un mes, pero algunos quieren que así sea, aunque en cuanto se encuentran el primer obstáculo se detienen y esperan a que otros lo quiten o salten por ellos.
Puede parecer algo humorístico, pero es para ponernos a pensar. De una manera u otra estos vicios o costumbres están en la mayoría de nosotros, tienen un reflejo en nuestras conductas y pienso que son de los “cascabeles al gato” que dice el compañero Raúl nos toca poner a todos.
(Tomado del periódico “Granma” del 9 de octubre de 2009)
Lázaro Barredo Medina
Director del Periodico Granma
Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular