El 15 de mayo se celebra el Día de las Encíclicas Sociales. Para quienes no están familiarizados con el término, cuando hablamos de encíclica nos referimos a cartas escritas por los papas, dirigidas a los obispos y a todos los creyentes católicos donde se debaten principios, estrategias, contenidos en general, para buscar soluciones a las cuestiones que en ella se plantean. Aunque existen numerosas encíclicas, un tipo de ellas, las “sociales”, se dedican a estas cuestiones desde el basamento de la fe y poniendo en práctica la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
En el marco de esta importante celebración, quisiera comentar hoy sobre el compromiso con las cuestiones sociales de todo aquel ciudadano que se identifique con la realidad y los desafíos que le ha tocado vivir. Enfrentar los problemas desde la óptica de la solución y no del caos puede ser el camino óptimo para dar sentido a la vida, aun cuando el estado de cosas parezca estar en contra de toda lógica humana.
Los cubanos, algunos perseguidos, interrogados, reprimidos o criticados por causa del ejercicio consciente y comprometido de la fe, y su aplicación en la vida cotidiana, debemos aprender que la política es una asunto de la polis, la ciudad toda; que la Iglesia, como parte de esa polis, va más allá de la liturgia para preocuparse también por inquietudes sociales; y que cualquiera de los hijos de la Patria que se proyecte hacia el progreso, el desarrollo humano y la conservación de la dignidad intrínseca, debe ser acogido en el seno de la Madre.
Entonces, en este escenario de compromiso con la realidad, con aquellas cuestiones sociales más acuciantes, doy gracias a Dios por aportar, en medio de esta crisis ocasionada por el nuevo coronavirus, una propuesta consensuada sobre cómo enfrentar la post-pandemia en Cuba. Escuchamos mucho que “el hombre propone y Dios dispone”, y así es. Algunos colegas de las ciencias, a quienes agradezco y animo por el esfuerzo realizado en el diagnóstico de la COVID-19, podrían pensar que mi aporte principal podría ser del lado de un termociclador realizando la técnica de PCR en tiempo real, como ya venía realizando allá por 2009 asociado a mis trabajos de oncología molecular. Pero la misma coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, condujo mi trabajo por otros senderos que hoy están más del lado de las ciencias sociales y de la sociedad civil, que de la ciencias naturales y biomédicas. Y estoy feliz, y me siento bien, al poder compartir otro tipo de aporte en medio de esta situación inesperada ocasionada por un agente viral. Algo puedo entender, estudiar y explicar sobre la biología del coronavirus, el mecanismo de acción, el diagnóstico y la búsqueda de tratamientos efectivos; pero ahora siento que la mayor alegría ha sido colaborar, junto a otros ocho colegas, en la realización del Noveno Informe del Centro de Estudios Convivencia (CEC): “La COVID-19 en Cuba y sus consecuencias en la etapa post-pandemia: visión y propuestas”.
Este Informe, que desde mi inspiración cristiana, responde a ese llamado de las encíclicas sociales a tomar partido en la vida económica, política y multisectorial de nuestras sociedades, ha sido el mejor producto colectivo de Convivencia en medio de este confinamiento. Si tuviera que destacar algunos elementos positivos, sin duda comenzaría por la armonía en el obrar, la búsqueda de consenso entre los autores, el desinterés por los protagonismos y la preocupación por pulir un trabajo que pueda ser presentado como una propuesta viable en medio de estos tiempos donde, frecuentemente, se pregona la carencia de salidas y se pone en duda el papel de la sociedad civil cubana.
Se trata de un trabajo realizado entre autores de diferentes latitudes, norte y sur, América y Europa, pero en cada caso con Cuba en el corazón. Perfectible, por supuesto. De eso se trata el futuro de Cuba: trabajo coordinado e inclusivo. En él se recogen, más que análisis de la realidad, de los que obviamente partimos, estrategias para enfrentar las crisis desde las áreas de la salud y la economía; así como una visión de cómo la persona humana puede asumir el cambio de época al que arriba el orbe, con sus aclaraciones y retrocesos cuestionables, sobre todo, cuando vivimos situaciones como las de esta pandemia.
Por último, y no menos importante, se destaca en el Informe la pertinencia de los laboratorios de pensamiento y las comunidades de ellos para la prospección estratégica, el intercambio de experiencias y la generación de políticas públicas acordes con cada sociedad, tiempo y lugar.
Muchos medios han presentado, comentado y compartido este nuevo Informe de Convivencia. Si usted quiere descargarlo para leerlo detenidamente, porque no se trata de literatura fácil, sobretodo porque aborda problemas reales y soluciones de futuro a corto y mediano plazo, puede hacerlo desde el siguiente enlace: http://centroconvivencia.org/category/propuestas/9-coronavirus.
Hablando como al principio, de esa simbiosis entre fe y sociedad, y del papel de la Doctrina Social de la Iglesia, nos complace saber que medios cristianos de otras de otras regiones, como el semanario español Alfa y Omega han reseñado también nuestro Informe. Quiera Dios que no quede solo para la lectura de medios católicos foráneos o analistas internacionales, sino que sirva de inspiración para encontrar la luz al final del túnel por el que transita Cuba, ya desde antes de los tiempos de la COVID-19.
Este Informe es nuestro homenaje y aporte a la celebración del Día de las Encíclicas Sociales y a la aplicación en Cuba de la Doctrina Social de la Iglesia.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.