Jueves de Yoandy
Félix Varela y José Martí han estado presentes en mi vida desde muy pequeño. Crecer escuchando sobre la vida y obra de estos dos grandes fundadores de la nación cubana en diferentes momentos históricos, y poder conocerla e investigarla más adelante, por cuenta propia y sin matices políticos o doctrinales que a veces permean la educación de la Historia de Cuba, ha sido un privilegio que agradezco a quienes me adentraron en ese estudio, y a todos los que me han acercado a los lugares de estos dos grandes patricios.
Ayer fue 20 de noviembre, aniversario 236 del natalicio del presbítero Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales. Más conocido por todos los cubanos como el Padre Félix Varela, el primero que nos enseñó en pensar. Ayer, en modo homenaje, peregriné a una de las dos parroquias que fundó, en 1827, en el corazón del barrio chino de Nueva York. Se trata de la pequeña Iglesia de la Transfiguración.
Visitar los lugares de los grandes de la nacionalidad y Nación cubanas nos acerca a la persona, desmitifica el personaje para presentar la sencillez del alma a través de la grandeza de sus obras.
Allí, en la Iglesia de la Transfiguración, pude recordar facetas de Varela poco estudiadas en Cuba o presentadas someramente en los libros de texto.
La placa que aparece en la entrada del pequeño templo lo presenta como defensor de los Derechos Humanos en Cuba y en los Estados Unidos, tema que hoy en Cuba es abordado peyorativamente si la defensa viene de la sociedad civil y no del Estado. Varela abogó por los derechos de la mujer para que recibieran la misma educación que los hombres y fundó orfanatos y guarderías para los hijos de viudas pobres. La tarja habla de Varela como padre de los desamparados inmigrantes irlandeses porque, en efecto, el sacerdote tuvo muy presente el tema de las migraciones (que también tuvo que padecer) siendo considerado un constructor de puentes entre cubanos y americanos en el siglo XIX. También como promotor de la educación católica, fusionó ciencia y conciencia desde los tiempos que enseñaba en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana, respetando la convivencia entre los católicos y los protestantes. Se nos presenta a un precursor del periodismo católico en los Estados Unidos con la fundación en 1824 del periódico El Habanero, para tratar no solo asuntos científicos y literarios, sino también asuntos políticos necesarios para la época; y a un precursor del bienestar social, llámesele hoy Estado de Derecho o Desarrollo Humano Integral.
En la primera estancia de la Iglesia al entrar por la puerta principal que da directamente a la calle, antes de llegar al área de culto, aparece a la derecha un busto del presbítero, y a la izquierda, en un caballete expuesto, el sello postal que emitió el Correo de los Estados Unidos en 1997 en honor al Padre Varela. Llama la atención que, en dos palabras, resume la trayectoria de este grande de la historia de Cuba: “reformador social”.
La Iglesia sencilla, con pocos bancos y vitrales coloridos nos recuerda más el estilo de cualquier parroquia cubana de pueblo que a las grandes iglesias neoyorquinas. A pesar de estar en el Chinatown, el cubano peregrino, por tanto sabor a Patria, puede sentirse como en casa.
En el patio que une la parroquia con la Escuela Católica de la Transfiguración, fundada cinco años después, en 1832, fue coloca en 2002, en lo alto de la unión de los dos edificios, una escultura de cuerpo entero de Varela, con los brazos abiertos en posición orante. No pude dejar de hacer ese viaje mental a mi tierra pinareña, que tuvo también, en 2006, la primera escultura cubana de cuerpo entero de Félix Varela. Mi mente estuvo por unos instantes en los jardines de la Catedral de Pinar del Río donde se yergue nuestro Varela, allí con una mano en pecho y sosteniendo en la otra su obra cumbre “Cartas a Elpidio”. Si fusionamos conceptualmente las dos esculturas, tenemos en ellas dos, de manera integrada, la esencia de este padre fundador: educación y fe, ciencia y conciencia, razón y corazón.
Este tipo de visitas me reafirma el pensamiento de que, aún lejos de la Patria, si el ser cubano se nutre de la historia y bebe de sus fuentes, donde quiera que estas hayan fecundado, nunca perderá el sentimiento nacional y el respeto por quienes nos han precedido en la construcción de Cuba.
Y no solo respeto, esta peregrinación me confirma la necesidad urgente de educación ética y cívica para todos los cubanos, única manera de garantizar, sobre roca firme, la reconstrucción de nuestra Patria.
Que el Padre Varela nos enseñe en pensar, otra vez, para los tiempos nuevos que se avecinan.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.